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26 ene 2014

Barcino, capital de Hispania

CATALUÑA / LETRS EXPECTATIVAS

Barcino, capital de Hispania

Día 15/01/2014 - 09.42h

La deformación de la historia y su empleo para justificar actitudes del presente llega al delirio en la multimillonaria celebración del tricentenario de 1714

Ejercer el propio pensamiento es la peor de las disidencias en el tramontano coro nacionalista que sólo acepta la diversidad en los otros, pero nunca entre «nosaltres». Al hispanista John Elliot le preocupó que un universitario barcelonés, de historia para más inri, creyera que la Guerra Civil fue una guerra de España contra Cataluña. La deformación de la historia y su empleo para justificar actitudes del presente llega al delirio en la multimillonaria celebración del tricentenario de 1714, después de un simposio presuntamente docto bajo el mantra «España contra Cataluña». Me entristece que esa visión tergiversadora arruine el ingente trabajo que durante toda su vida hizo Vicens Vives para desmitificar la historiografía romántica catalana y evitar el constante agravio que la domina. Pero el reduccionismo ha anidado, no sólo entre los jóvenes que han aprendido una historia deformada de Cataluña que no conecta con la de otras partes de España. También esa visión defectuosa, falsa, la sostienen académicos y personas de «seny» a los que enajena unos sentimientos que les hacen ver pajas en el ojo hispano sin reconocer lo trenzada de nuestra historia común.
Evitar ese reduccionismo y contribuir a la revitalización humanista de la sociedad, es lo que ha movido a ABC a emprender una serie que, bajo el título «Cataluña en España, una historia común», no pretende más que ejercer el periodismo. Y lo hemos hecho acudiendo a los hechos mediante la historiografía científica, de la mano de estudiosos como Eduardo Escartín y Ramón Baiget. Arrancamos el pasado domingo con una presentación de los doce capítulos que, a partir del 26 de enero, entregaremos a lo largo de 2014 con la idea de evitar que la mala historia siga convirtiéndose en mala la política.
Hay que reconocer el mérito del nacionalismo catalán de haber convertido en notables consecuencias tangibles una fuerza que hasta ahora había sido sólo simbólica. Como simbólico es que hace 1.600 años el rey visigodo Ataúlfo y la reina romana Gala Placidia, hija de un hispano, gobernaran desde Barcino la Hispania independiente del Imperio. Fue la primera piedra de nuestro proyecto común. Su desconocimiento sólo es atribuible a la falta de formación humanística «que ha empobrecido y aislado a una sociedad a la que es urgente sacarla del analfabetismo funcional y simbólico». Un analfabetismo «que deja grandes vacíos en el sistema de referencias personales y colectivas y permite sumisiones y manipulaciones». No lo digo yo, sino 400 intelectuales que han firmado el manifiesto «Unas humanidades con futuro» que mañana entregarán a la consellera Rigau para que la cultura Humanística sea una inversión necesaria en Cataluña.

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