A mis hijas y sobrinos. A mi hermano Paco.
En recuerdo de nuestra amada "Tierra de Luz", o "Lughonia"
Teogonía
En recuerdo de nuestra amada "Tierra de Luz", o "Lughonia"
Teogonía
Hesíodo
Emocionado por el descubrimiento del mensaje enviado por nuestros antepasados en China y soportado por el elástico, adaptable y grácil bambú, es mi deseo dar a conocer como Lughio, en la Montaña Sagrada de Lughonia, hoy Santofirme, leyó por primera vez la obra del griego Hesíodo que nombró Teogonía.
Musas Heliconíadas
Comencemos nuestro canto por las Musas Heliconíadas, que habitan la montanña grande y divina del
Helicón. Con sus pies delicados danzan en torno a una fuente de violáceos reflejos y al altar del muy
poderoso Cronión. Después de lavar su piel suave en las aguas del Permeso, en la Fuente del Caballo o
en el divino Olmeo, forman bellos y deliciosos coros en la cumbre del Helicón y se cimbrean vivamente
sobre sus pies. Partiendo de allí, envueltas en densa niebla marchan al abrigo de la noche, lanzando al
viento su maravillosa voz, con himnos a Zeus portador de la égida, a la augusta Hera argiva calzada
con doradas sandalias, a la hija de Zeus portador de la égida, Atenea de ojos glaucos, a Febo Apolo
y a la asaeteadora Artemis, a Posidón que abarca y sacude la tierra, a la venerable Temis, a Afrodita
de ojos vivos, a Hebe de áurea corona, a la bella Dione a Eos al alto Helios y a la brillante Selene,
a Leto, a Jápeto, a Cronos de retorcida mente, a Gea, al espacioso Océano, a la negra Noche y a la
restante estirpe sagrada de sempiternos Inmortales. Ellas precisamente enseñaron una vez a Hesíodo un
bello canto mientras apacentaba sus ovejas al pie del divino Helicón. Este mensaje a mi en primer lugar
me dirigieron las diosas, las Musas Olímpicas, hijas de Zeus portador de la égida: ”¡Pastores del campo,
triste oprobio, vientres tan solo! Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos,
cuando queremos, proclamar la verdad.. Así dijeron las hijas bienhabladas del poderoso Zeus. Y me dieron
un cetro después de cortar una admirable rama de florido laurel. Me infundieron voz divina para celebrar
el futuro y el pasado y me encargaron alabar con himnos la estirpe de los felices Sempiternos y cantarles
siempre a ellas mismas al principio y al final. Mas, ¿a que me detengo con esto en torno a la encina o la
roca?
Musas olímpicas
¡Ea, tú! comencemos por las Musas que a Zeus padre con himnos alegran su inmenso corazón dentro
del Olimpo, narrando al unísono el presente, el pasado y el futuro. Infatigable brota de sus bocas la grata
voz. Se torna resplandeciente la mansión del muy resonante Zeus padre al propagarse el delicado canto
de las diosas y retumba la nevada cumbre del Olimpo y los palacios de los Inmortales. Ellas, lanzando
al viento su voz inmortal, alaban con su canto primero, desde el origen, la augusta estirpe de los dioses
a los que engendró Gea y el vasto Urano y los que de aquellos nacieron, los dioses dadores de bienes.
Luego, a Zeus padre de dioses y hombres, al comienzo y al final de su canto, celebran las diosas, como
sobresale con mucho entre los dioses y es el de más poder. Y cuando cantan la raza de los hombres y los
violentos Gigantes, regocijan el corazón de Zeus dentro del Olimpo las Musas Olímpicas, hijas de Zeus
portador de la égida. Las alumbró en Pieria, amancebada con el padre crónida, Mnem ́oside, señora de las
colinas de Eleuter, como olvido de males y remedio de preocupaciones. Nueve noches se unió con ella el
prudente Zeus subiendo a su lecho sagrado, lejos de los Inmortales. Y cuando ya era el momento y dieron
la vuelta las estaciones, con el paso de los meses, y se cumplieron muchos días, nueve jóvenes de iguales
pensamientos, interesadas solo por el canto y con un corazón exento de dolores en su pecho, dio a luz
aquélla, cerca de la más alta cumbre del nevado Olimpo. Allí forman alegres coros y habitan suntuosos
palacios. Junto a ellas viven, entre fiestas, las Gracias e Hímero. Y una deliciosa voz lanzando por su
boca, cantan y celebran las normas y sabias costumbres de todos los Inmortales. Aquéllas iban entonces
hacia el Olimpo, engalanadas con su bello canto, inmortal melodía. Retumbaban en torno la oscura tierra
el son de sus cantos, y un delicioso ruido sub ́ıa de debajo de sus pies al tiempo que marchaban al palacio
de su padre. Reina aquél sobre el cielo y es dueño del trueno y del llameante rayo, desde que venció con
su poder al padre Cronos. Perfectamente repartió por igual todas las cosas entre los Inmortales y fijó sus
prerrogativas. Esto cantaban las Musas que habitan las mansiones olímpicas, las nueve hijas nacidas del
poderoso Zeus: Clío, Euterpe, Talía, Melpómene, Terpsícore, Erato, Polimnia, Urania y Calíope. esta es
la más importante de todas, pues ella asiste a los venerables reyes.
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