Un cúmulo de circunstancias adversas dificultó al Rey su discurso a los militares.
Había mucha expectación por ver ayer al Rey, y Don Juan Carlos lo sabía. Era su primer acto oficial fuera del Palacio de La Zarzuela tras su última operación de cadera y también la primera oportunidad de verle tras el paréntesis de la Navidad. Además, se trataba de la Pascua Militar, uno de los actos más solemnes del año. Prueba de ello es que la ceremonia se celebra tradicionalmente en el Salón del Trono del Palacio Real, el lugar con más alto valor simbólico de España.
Al final, por un cúmulo de circunstancias, las cosas no salieron como habría querido Don Juan Carlos, que tuvo muchas dificultades para leer su discurso. Pero lo que sí se vio fue a un Rey entrenado en el esfuerzo y el afán de superación que puso todo su empeño en terminar de leer un texto, aunque, en más de una ocasión, tuvo que adivinar o improvisar las palabras.
Lo cierto es que el Rey llegó sonriente y con buen humor al Palacio Real y estuvo bromeando con las autoridades que le esperaban. Prescindió por momentos de una o de las dos muletas, conversó con los Príncipes, felicitó a los fotógrafos y a los periodistas el nuevo año y escuchó con atención el discurso del ministro de Defensa. Sin embargo,los problemas surgieron cuando le tocó hablar a él, aunque su discurso no era especialmente largo, ni complicado. No hubo una sola causa, sino un conjunto de circunstancias adversas que le impidieron leer el texto con normalidad, como viene haciendo con una frecuencia casi semanal desde hace 38 años.
Cuando los ujieres le acercaron el atril para que dirigiera unas palabras a los militares, Don Juan Carlos se levantó de la silla, se acercó al atril yse quedó en una postura incómoda, poco erguido, en la que parecía dudar entre apoyarse o ir pasando las páginas del discurso. Aún así, empezó a leer con buen tono. Sin embargo, la iluminación del atril no era buena y le impedía leer algunas partes del texto. Los discursos del Rey, además, se imprimen en letra grande, para que pueda leerlos sin gafas, y eso le impide abarcar las frases enteras. Cuando empezó a equivocarse, Don Juan Carlos trató de adivinar las palabras que no veía, de improvisar, pero hubo frases que no se entendieron. A las circunstancias adversas se sumó la enorme presión a la que estaba sometido el Rey, consciente de la expectación que había suscitado su reaparición.
A pesar de la tensión que se respiraba en el Palacio Real, pues daba la impresión de que Don Juan Carlos estaba fatigado, incluso algunos temieron que no lo pudiera terminar, el Rey -autoexigente y disciplinado- hizo un gran esfuerzo de superación, continuó leyendo hasta el final, improvisó lo que no vio y terminó con un sonoro «¡Viva España!».
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