La paleta de Van Gogh se desvanece
La luz y el paso del tiempo transforman los colores de algunas obras maestras del artista
Afirmar que los colores de Van Gogh muestran su estado de ánimo puede resultar un lugar común. Pero la pasión con la que el artista holandés explicaba a su hermano, Theo, por carta, las mezclas elegidas para sus composiciones es reveladora: “Sólo el color debe hacerlo todo (…) sugiriendo un cierto descanso o sueño. La cama y las sillas, amarillas; la sábana y las almohadas, verde limón claro. La colcha, escarlata. El lavabo, naranja. Las puertas, lila (…) No hay blanco ni sombras”, dice, al describir El dormitorio en Arlés (1888). Lo que Vincent ignoraba entonces es que su éxito posterior, el mismo que se le escapó en vida, a punto está de acabar con la intensidad de su paleta. La exposición a la luz ha transformado ya en azul el violeta de su Campo de lirios en Arlés, pintado el mismo año, y amenaza el resto de la colección. Por eso, el museo que lleva su nombre en Ámsterdam, recién remodelado, ha decidido atenuar la iluminación de las salas.
La perdida de intensidad de los colores de Van Gogh ha sido constatada por Ella Hendriks, restauradora principal del centro, en la famosa tela de los lirios. Pintada durante su estancia en la ciudad francesa de Arlés, donde quiso formar una comunidad de artistas con su colega, Paul Gauguin, los historiadores la presentan como un “alarde técnico que mezcla perspectiva, detalle y brochazos apresurados en el cielo”. Lo que Hendriks ha visto es otra cosa: “Con ayuda del microscopio hemos observado que el pigmento rojo de los lirios ha ido desapareciendo por culpa de la exposición a la luz”, asegura. El resultado es que las flores son ahora más azules que violeta. De no poner coto a la iluminación soportada por los lienzos en el museo, los tonos corren incluso peligro de desaparecer.
El problema de los colores de Van Gogh puede hacerse extensivo a los demás pintores de su generación. En particular los impresionistas, que también utilizaron pinturas sintéticas. Según los restauradores, el problema es que eran nuevas y los fabricantes no seguían protocolos estandarizados para conseguirlas. Eran más bien artesanos diversos que mezclaban aceites y polvos, y de ahí que los porcentajes pudieran variar casi en cada tubo. No es que Van Gogh, siempre escaso de fondos, aprovechara las marcas más baratas. “Una vez retirada la capa de barniz de la última restauración, fechada en 1927, puede verse que los azules del cielo son más frescos, pero los lirios han cambiado de color”, ha declarado la restauradora a la televisión pública (NOS).
En la investigación ha participado a su vez la Universidad holandesa de Tilburg y el Servicio Nacional para el Patrimonio Cultural. Entre todos, han echado un vistazo al futuro del colorido en la obra del holandés. Una restauración respetuosa nunca se repinta un cuadro a la manera del artista, así que para adelantar el proceso de deterioro derivado de la intensidad lumínica, se ha hecho una simulación digital. Ella Hendriks ha tomado para ello El dormitorio en Arlés, un óleo que debía transmitir sosiego al espectador gracias su combinación de colores complementarios: rojo y verde, amarillo y violeta, verde y naranja. “Donde ahora vemos azul y blanco, en la puerta y la pared, a la izquierda, había en origen rojo o lila. Van Gogh era un artista de amarillo y violeta, no tanto de contrastes entre azules y amarillos”, dice.
Otra cosa es que la contemplación del cuadro, haya mejorado su efecto tranquilizador a medida que ha ido difuminándose. Recién pintado, al menos tal y como aparece en la simulación, la recreacion del cuarto debió de ser cuando menos intensa. No hay que olvidar que durante sus días en Arlés el pintor se peleó con Gauguin. Al ver que su colectivo artístico, un ideal largamente acariciado, se iba al traste, se separaron de mala manera. El corte de su oreja, sobre el que circulan todavía numerosas teorías, ocurrió también entonces.
La remodelación interior del museo de Ámsterdam ha coincidido con las investigaciones, y la dirección ha sido expedita. Algunas paredes blancas lucen ahora gris verdoso. Un tono que precisa menos luz eléctrica para admirar los cuadros. “Hacemos lo posible por adaptarnos a lo que propone la ciencia, y pensamos que será aceptado por el público”, ha dicho Kees van den Meiracker, jefe de colecciones del centro, uno de los mayores atractivos turísticos del país. A pesar de ello, entre las ideas barajadas hoy figura exponer menos los óleos delicados. Porque si los expertos ha acertado con sus cálculos, su colección del artista –procedente de la familia y heredada por Vincent Willem, hijo de Theo van Gogh– ha soportado ya toda la luz que podía durante un periodo de treinta años.
Tres décadas es una medida considerada estándar, y no todos los cuadros reciben la misma intensidad de luz. En algunos casos, se acumulan en más, o menos, tiempo. Teniendo en cuenta que el museo de Ámsterdam abrió sus puertas en 1973, en su caso, las medidas protectoras no pueden retrasarse. Eso, o verse obligados a colgar, temporalmente, copias de las obras. Una solución radical que nadie quiere aplicar.
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