A mi muerte, violenta quisiera y no vencida, quisiera vestir el hábito franciscano, por la mitad partido, una mi cuerpo vestido y en mi brazo izquierdo la otra mitad para con ella vestir a mi padre al que un mal nacido mató por envidia de tesoro que él poseía, su familia, y que él no poseía ni por venir ni por crear.
¡Padre, espera mi llegada para cubrir tu cuerpo frío!. Tendrás el calor que no has tenido.
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