El síndrome de Nicolás
Cuando en casa se trató de invitar a cenar por vez primera al señor Norpois, mi madre dijo que sentía mucho que el foctor Cottard estuviera de viaje, y que lamentaba también haber abandonado todo trato con Swann, porque sin duda habria sido grato para el exembajador conocer a esas dos personas; a lo cual repuso mi padre que en cualquier mesa haría diempre bien un convidado eminente, un sabio ilustre, como lo era Cottard; pero que Swann, con aquella ostentación suya, con aquel modo de gritar a los cuatro vientos los nombres de sus conocidos por insignificantes que fuesen, no pasaba de ser un faolón vulgar, y le habría parecido indudablemente el marqués de Norpois "hediondo", como él solía decir. Y la tal respuesta de mi padre exige unas cuantas palabras de explicación, porque habrá personas que se acuerden quizá de un Cottard muy mediocre y de un Swann que en materias mundanas llevaba a una extrena delicadeza la modestia y la discreción. En lo que a este último se refiere, lo ocurrido era que aquel Swann, smigo viejo de mis padres, habia añadido a sus personalidades de "hijo de Swann" y de Swann socio del jockey otra nueva (que no iba a ser la última): la personalidad de marido de Odette. Y adaptando a las humildes ambiciones de aquella mujer la voluntad, el instinto y la destreza que siempre tuvo, se las ingenió para labrarse, y muy por bajo de la antigua, una posición nueva adecuada a la compañera que con él habia de disfrutsrla. De modo que parecía otro hombre...
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A la sombra de las muchachas en flor.
Marcel Proust
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