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13 mar 2013

Leer a Cicerón, sus Catilirarias, es momento.


Quiero con esta lectura, siempre reflexiva, invitar, especialmente, a mis hijas, a su lectura.
Me negué a su educación, quedando la misma en manos de su madre, Francisca, una mujer cognoscente, como persona cognoscente que no he conocido. ¡Sublime su capacidad de análisis!


Hoy, tras leer el diario El País, los hechos al  diputado José Blanco, recordé a Cicerón,  al Senado y al  Pueblo de Roma.


La actividad política actual es nula. La Injuria y la conjura, es la ctividad política. Mientras, el pueblo clama por arrojar a quienes mienten y se arroban la túnica de "representantes de su voluntad".

En tercero de mi Bachiller se me invitó a leer a Cicerón y traducir algunas partes de esta magnífica y actual Obra. Ahora olvidado, por deseado, el estudio del Latín y el Griego, me gustaría hablar de las obras traducidas al español.

Primera Catilinaria ante el Senado, año 63.
Cicerón

Quo usque tandem abutere, Catilina, patineta nostra? quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? quem ad finem sese effrenata iactabit audacia? Nihilne te nocturnum praesidium Palati nihil urbis vigiliae, nihil timor populi, nihil concursus bonorum omnium, nihil hic munitissimus habendi senatus locus, nihil horum ora voltusque moverunt? Patere tus consolida non sentis, constrictam iam horum omnium scientia teneri coniuriationem Guam non vides? Quid proxima, quid superiore nocte  engreís, ubi fueris, quos convocaveris, quid consilii cenéis, quem nostrum ignorare arbitraria?o tempora, o mores!Senatus haec intelligit. Cónsul videt; hic tamen vivir immo vero etiam in senatum venit, fit publici  consilii participeps, notat et designat oculis  ad caed em unum quemque nostrum.
...

¿Hasta cuando has de abusar de nuestra paciencia, Catilina?¿Cuándo nos veremos libres de tus sediciosos intentos?¿A qué extremos se arrojará tu desenfrenada audacia?¿No te arredran ni la nocturna guardia del Palatino, ni la vigilancia en la ciudad, ni la alarma del pueblo, ni el acuerdo de todos los hombres honrados, ni este protegidísimo lugar donde el Senado se reúne, ni las miradas y semblantes de todos los senadores?¿No comprendes que tus designios están descubiertos?¿No ves tu conjuración fracasada por conocerla ya todos?¿Imaginas que que alguno de nosotros ignora lo que has hecho anoche y antes de anoche; dónde estuviste; a quienes convocaste y que resolviste?¡O que tiempos!¡Que costumbres!¡El Senado sabe esto, lo ve el cónsul y, sin embargo, Catilina vive!¿Qué digo vive ?, hasta viene al Senado y toma parte en sus acuerdos, mientras con la mirada anota los que de nosotros designa a la muerte. ¡Y nosotros, varones fuertes, creemos satisfacer a la república previniendo las consecuencias de su furor y de su espada!. Ha tiempo, Catilina, que por órden del cónsul debiste ser llevado al suplicio para sufrir la misma  suerte que contra todos nosotros, también desde hace tiempo, maquinas.
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