Vive en la Plaza de El Fontán. Duerme donde ahora está la Biblioteca y que de niños no tenía techo. In lugar donde los fruteros guardaban la mercancía sobrante del día.
Fernando y Fernanda, su madre, se ganaban la vida mala que llevaban, acarreando sacos y cajas desde el infecto lugar que compartían con otros, hasta los puestos donde las y los fruteros vendían a mujeres pintadas de ojos y labios, empolvadas mejillas flacas que dejaban entrever hambre que no conseguían disimular tras los cuellos de cola de raposo con la que pretendían aparentar un linaje ya mohoso y vergonzante tras el encierro en la vieja ciudad de Oviedo esperando la llegada liberadora de la traidora Columna Gallega capitaneada por otro cobarde y traidor Sonna..
Fernando y Fernanda comían restos de fruta podrida y, de cuando en cuando bocadillos de lentejas sobrantes que les daban en el bar que debajo de los arcos hacía de esquina opuesta al lugar de su vivienda, allá al comienzo de la calle Quintana y que con la esquina de la plaza de El Fontán daba entrada a la renombrada Plaza de los héroes tenientes Daoíz y Velarde.
El primer paciente al llegar al Hospital fué mi amigo Fernando, muy delgado, ojeroso y las cuatro barbas que tenía. Estaba sudoroso, febril y, encogidas sus piernas apretaba sus manos con ellas. Mientras, con los ojos cerrados, tosía convulsivamente.
Fernando, Fernsndo. Varias veces y tomando su cara cono mano derecha, con la izquierda le mantenía abiertos los ojos.
Agusto, Augusto, por dos vecese nombró antes de tapar su cabeza con la manta con la que la Enfrmera buscaba darle arropo y cariño. Le di un beso y marché.
La carleo, peinsrle y ponerle un pijama doble. Taparle bien. Ponerle un glucosa lino con dos ampollas de glucosmón. Que le traigan sopa y una tortilla de jamón.
Tras ser tratado de neumonía y puesta en marcha el tratamiento para su tuberculosis le di de alta.
Nunca he olvidado aquel error. Traté a Fernando como paciente y, sin embargo, era amigo. No entendia. Me pregunté siempre ¿cómo un médico puede tratar pacientes?. El médico ha de tratar personas,
En medio año lo ingresé y traté como paciente en otra ocasión. En la tercera ocasión me negué a tratarle como paciente. Lo traté como persona y no le di de alta. Me negué a tratar su tuberculosis. Le di de beber, comer y descansar durante dos meses ingresado en el Hospital.
Cuando pudo acompañarme a tomar un café, inicié el tratamiento de la enfermedad tuberculosa.
Llevo toda mi vida recomponiendo mi entendimiento de la asistencia médica. El tratamiento de una enfermedad, de un paciente, lo ha de ser sobre un estado de salud bueno, de una persona.
Mi negativa a darle de alta trajo problemas al Hospital y a mis compañeros. A mi, sólo satisfacciones, sólo y nada menos, que satisfacciones. Gracias Fernando, amigo. Gracias Fernanda. Gracias por todo lo que me habéis dado, a cambio de nada. Si vale, os digo ¡DESCANSAR ETERNAMENTE EN PAZ!. si eternamente es TODO.
Todos estamos interconectados en este universo que compartimos. Gracias por impregnar estas página de la VIDA que fluye desde tu propio ser y se siente hermanado con todos. Gracias por estas páginas a través de las cuales compruebo una vez más la grandeza del ser humano, ser divino por naturaleza.
ResponderEliminarDoctor, Augusto: Todo mi cariño y admiración.