Buscar en este blog

16 ago 2013

Comprendí que era el sufrir de una madre.


Historias.

Al Hospial General de Asturias venían, en los años 70, mujeres para nacer a sus hijos y dejarlos en "La Inclusa".

Un día, en tiempo de cena de todos los médicos de guardia, estábamos Velasco,la Enfermera de Ugencias, y yo, solos en Ugencias.

Llegósola una mujer joven,  cercana a los treinta años. Urgía el parto. La colocamos en la mesa ginecológica y atendimos el nacimiento del niño. Con alegría se lo puse encima del vientre a su madre, aún sin cortar el cordón umbilical. El niño suspiraba con estruendo para animarse a la vida.

Le dijo  Velasco: guapo y llorón. Mírelo.
Respondió la madre: ese niño no es mío. No lo quiero ver.

No nos miramos. No nos hablamos.

Velasco me dio el bisturí. Corté el cordón umbilical. Lo tomó en su cuello. Lo limpió, vistió y lo llevó a la A6, la Unidad de Prematuros, donde se cuidaban las primeras veinticuatro horas a todos los niños.

Quedé en silencio. La madre en silencio.

En unos minutos me preguntó: ¿ya está?. Sí, le respondí. Suspiró. Lloró.

Se sentó en la cama y me preguntó: ¿Me puedo ir?. Espere, tenemos que coger datos suyos anónimos y podrá irse. 

Velasco llegó, rellenó el formulario. Ayudó a la persona a vestirse.

Gracias, muchas gracias. Nos besó en la mejilla y salió del Hospital. Otra persona, a la puerta, le paso el brazo por su hombro, la estrechó contra sí y se fueron.


Con mis manos apreté la mano izquierda de Velasco y le dije. Voy a la habitación, llámame si viene alguien.

Lloré.

Salí.

Velasco, apoyada en el quicio de la puerta plegable del Box, tenía negros sus ojos.

Tranquila, no lo comentes.




No hay comentarios:

Publicar un comentario