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12 ago 2013

Elena, la de la Pola.


Voy saltando en el tiempo. Quien sienta el chapotear en el agua irá hilando la hermosa historia de un Pueblo que no se amedrenta. Orgulloso iré hilando la Historia.

Mientras en Las Primorias, o tierras del Oriente de la Asturias de hoy, los diferentes pueblos se van organizando en comunidades, cada vez más jerarquizadas, Lughonia avanza hacia el Sur, asentando posiciones como la de Oviedo. Desde aquí se encamina al Occidente siguiendo las vías romanas hacia el SurOeste de la Península Ibérica por el llamado Puerto de Tarna, a través del ValdeCarzana. Y, desde aquí, nuevamente al Sur, llegando a Elena, par seguir hacia Villoria. Cuando esto sucede, ya Lugh se va ocultando para dejar paso a nueva Luz que ser llamada Cristo.

La relación entre Lughonia, Valdecarzana, Elena y Aller, tiene un significado personal que me llevará a Saldaña y Saldeana para regresar a Oviedo. La Luz de Cristo me hará construir castillos y torres para defenderla. Historia de Envidia, Intrigas, Lealtades y Deslealtades. De amores que se alzan por encima de alianzas no consentidas. Así se construye Europa, desde la España preñada de La Asturias deseada. Las montañas otrora sagradas se tornan en campos sagrados por la sangre vertida de aquellos que dieron su vida por un ideal, aún hoy no alcanzado: el triunfo del Verbo sobre la Espada. Del triunfo de la Razón Humana sobre la Sin Razón Divina.

Deseo recordar, y lo hago, a  Don Aurelio De Llano Roza de Ampudia, del cual no encuentro a Individuo alguno que sepa de él.

Le pregunté a docentes del Concejo de Llanera, de Oviedo y de Elena, como me gusta decir. Ninguno supo decirme nada de esta Persona.

En Zureda vivía un viudo joven, sin hijos. Todas las mañanas se iba a trabajar al campo, y cuando volvía, encontraba su vivienda arreglada. Un día quiso averiguar quien hacia aquellas labores y para ello se escondió en un rincón de la casa. Al poco rato vio entrar una culebra por debajo de la puerta, y enseguida se convirtió en una moza muy guapa. El viudo salió de su escondite y la cubrió con su chaqueta, por lo cual no pudo huir. Por fin consintió en quedarse y casarse con el viudo, con la condición de que nunca le había de decir:

¡Ah! Elena , Elena,
tu padre te llama
y tu madre te espera.

Pasó tiempo; tuvieron hijos, y un día el matrimonio riñó entre sí; entonces dijo el marido sin fijarse en lo que decía:

-¡Ah! Elena...

En cuanto la mujer oyó esto, cogió a sus hijos y echó a correr para la fuente de las Prones, de la cual había salido, y se sumió con ellos para siempre por el ojo del manantial.
Aquí al lado, hay una campera, donde tiende Elena por las noches la ropa que lava en las profundidades de la fuente.

Del folklore asturiano
Aurelio De Llano Roza de Ampudia.

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