Las desterradas hijas de Eva
Consuelo García del Cid Guerra
Al leer este comentario he ido a adquirir el libro para leerlo.
Las desterradas hijas de Eva, una obra que por primera vez destapa el holocausto español padecido por niñas y jóvenes. Desde el preventorio del Dr. Murillo en Guadarrama hasta el último bastión de una dictadura, que seguía viviendo al margen de la sociedad en plena democracia, el internado de Baeza. Esa asignatura pendiente, como otras muchas, que hoy en este libro se supera con valentía y arrojo moral, con la única armadura del poder de la verdad.
Pertenecemos a una sociedad que reniega de sus héroes y gusta todavía de vestir algunas de sus calles y muchas de sus cunetas de rescoldos de las peores páginas de nuestra historia. Ya hemos vivido demasiadas amnesias, miedos, verdades entre susurros y temores ante aquellos que siempre han gozado del poder ilegítimo, anónimo, amparado por antidemocráticos equilibrios e inercias de un pasado que se resiste a aflorar definitivamente para beneficio de nuevas generaciones de demócratas.
Para muchas españolas, la democracia llegó más tarde. Sus tiempos de libertad no coincidieron con el de los demás españoles, que veían cómo se liberaban de los restos de una cruel y trasnochada dictadura, mientras ellas eran sometidas a torturas, degradaciones inhumanas, y a soportar las últimas inercias de una sociedad sin libertades.
Han tenido que pasar muchos años, demasiados, para rescatar ahora del olvido la historia de aquellas mujeres que, a pesar de una flamante constitución democrática, tuvieron que tragarse humillaciones, miedos y una asfixiante represión que hoy resulta inconcebible.
Ha llegado el momento de la verdad, al menos de una de esas verdades que nuestra sociedad no admite, esa misma que, huidiza, problemática, resistente, quiere salir a la luz para salud moral de una democracia que aun aspira a mirarse al espejo y reconocerse en la dignidad que la historia y millones de personas todavía le exigen.
Existen piedras que saben mucho de sueños frustrados, de anhelos insatisfechos, de tragedias anónimas y de cicatrices eternas. Piedras frías, duras, grises, enterradas en el favor de la amnesia indulgente.
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