El sarcasmo de Goering tras el incendio del Reichstag: «Lo cierto es que fui sorprendido»
M.A. / Madrid
Día 28/02/2013
La noche del 27 de febrero de 1933 el Reichstag ardió en llamas, proporcionando a los nazis la excusa perfecta para culpar a los comunistas y obligar al día siguiente al presidente Hindenburg a suspender las garantías constitucionales con el conocido como «decreto del fuego del Reichstag». La policía alemana detuvo en el interior del Parlamento alemán a un joven izquierdista holandés, Marinus van der Lubbe, que sería guillotinado un año después tras un juicio en el que los líderes comunistas acusados culparon abiertamente a los nazis de haber causado el incendio para disolver el Parlamento y poner en marcha su sistema totalitario.
Hermann Goering, presidente de la cámara baja del Parlamento en 1932 y ministro del Interior de Prusia, respondió en la vista a estas acusaciones, no sin sarcasmo. «En interés de Alemania, preciso ciertos detalles para rechazar los reproches del Libro Pardo, pero, en lo que me concierne personalmente, no tengo ningún interés en rechazar tales reproches ya que son tan grotescos, que es casi superfluo refutarlos, tanto más cuanto que sé, por mis hombres de confianza, que todo bribón rojo que tenía necesidad de dinero pudo procurárselo entonces vendiendo al extranjero afirmaciones de cualquier clase presentándome como un criminal».
«El Libro Pardo pretende que mi amigo Goebbels me propuso incendiar el Reichstag y que yo lo realicé alegremente. Después que, viviendo frente al Reichstag, presencié el incendio vistiendo una bata de sea azul. Solo falta pretender que toqué la lira, como Nerón contemplando el incendio de Roma», señaló Goering en noviembre de 1933, según recogió ABC.
El líder nazi afirmó sin ambages: «Yo no tenía necesidad de incendiar el Reichstag para cargar contra los comunistas, ya que Hitler me había confiado el ministerio prusiano del Interior con el fin de aniquilar al comunismo». El partido comunista, continuó Goering, «comenzó a desencadenar actos de terrorismo, ejecutados por gentes que vestían uniformes nacional-socialistas y usaban carnets de identidad nacional-socialistas». Así justificó la pena de muerte para estos actos y la creación de «destacamentos especiales» para el control en las calles, restaurantes y cafés.
«Lo cierto es que fui sorprendido por el incendio del Reichstag», aseguró Goering en su declaración. «Había decidido esperar el ataque de los comunistas para deshacerlos después; pero el incendio del Reichstag me obligó a desencadenar el primer ataque contra el marxismo la misma noche del incendio».
El ministro del Interior relató que se encontraba en su despacho del ministerio del Interior cuando hacia las nueve de la noche del 27 de febrero se enteró del incendio. «Creí un momento que el incendio no había sido provocado intencionadamente», añadió.
«Como yo era el presidente del Reichstag, marché a dicho lugar inmediatamente. Como un policía me dijese después que el incendio había sido intencionado, tuve inmediatamente la intuición de que el comunismo era el responsable del incendio». Goering añadió que el vicecanciller Von Papen también había señalado a los comunistas y de acuerdo con él adoptó las primeras medidas.
«En los primeros momentos pensé colgar inmediatamente a Van der Lubbe, pero me abstuve, pues pensé que Van der Lubbe podía servir como testigo», admitió abiertamente en la vista antes de añadir que ordenó detener a los diputados comunistas Torgler y Koenen «que habían salido del Reichstag una hora antes del incendio». Goering alentó entonces a la Policía y a los destacamentos de asalto para arrestar a todos los jefes y dirigentes marxistas «de los cuales en esa sola noche detuvimos a cinco mil».
«Hoy el marxismo ya no es peligroso, porque he tenido el cuidado de reducirlo en el mayor grado», se jactó entonces el creador de la Gestapo y de los primeros campos de concentración.
Historiadores alemanes corroboraron años después la teoría de la autoría nazi. Diez miembros de un comando de la SA participaron en el incendio del Reichstag. Todos ellos fueron asesinados en 1934 por las SS en la noche de los cuchillos largos. En 2008 el Tribunal Federal de Justicia de Alemania anuló el veredicto a Van der Lubbe al considerar que las conclusiones para condenarlo a muerte habían sido «injustas»
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