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15 mar 2014

Hay muchas formas de esclavitud.

Hay mucha formas de esclavitud.

Si tienes a tu esposa como una "carga" puedes "obligarla" a realizar determinado tipo de intervenciones quirúrgicas que le prometen sus médicos que la van a obligar a jubilarse.

Los médicos le dicen que le quitaran el dolor, aunque le producirán una discapacidad para su trabajo. El esposo toma la palabra: "te quitan el dolor y quedas con una pensión"

Me recordó al tratado de Séneca Sobre la brevedad de la vida.

Sobre la brevedad de la vida
Séneca.

1. La mayor parte de los mortales, Paulino1, se queja a una voz de la malicia de la naturaleza porque se nos ha engendrado para un período escaso, porque el espacio de tiempo que se nos da transcurre tan veloz, tan rápidamente que, con excepción de unos pocos, casi todos los demás quedan inhabilitados ya en la propia preparación de la vida. Y ante este mal, que según creen es general, no solloza solamente la masa y el vulgo necio, también este mismo sentimiento ha sacado quejas de personajes esclarecidos.

2. Viene de ahí aquella proclama del más grande de los médicos de que la vida es breve, la ciencia larga2. Viene de ahí aquel pleito tan poco propio de un hombre sabio que Aristóteles3 planteó a la naturaleza, pues sería que ella le ha regalado a los animales una edad tan larga que alcanzan cinco o diez generaciones4, mientras que en el hombre, engendrado para tantas y tan grandes empresas, el límite se ha fijado mucho más acá.

3. No tenemos un tiempo escaso, sino que perdemos mucho. La vida es lo bastante larga y para realizar las cosas más importantes se nos ha otorgado con ...


Me entristece el mercado de esclavos. Estoy en pena de ver solución a este problema. 



No confío en un juez que juzgue esta denuncia, pues, como Séneca dice: "Y ante este mal, que según creen es general, no solloza solamente la masa y el vulgo necio, también este mismo sentimiento ha sacado quejas de personajes esclarecidos"




Y, sigo en el recuerdo de tantas formas de maltrato, siempre por envidia, por el deseo innato de ser como "el otro", por la necesidad innata de la homosexualidad reprimida.

Recordemos a San Claudio de la Colombière en su obra "El abandono confiado a la Dibina Providencia":

¿Soy cobarde por no denunciar y me refugio en pensamientos como este?. Con frecuencia se dice"denuncia", sin tener en cuenta que la balanza de la Justicia de los Hombres, está trucada.



I. Verdades consoladoras.

Una de las verdades mejor establecidas y de las más consoladoras que se nos han revelado es que nada nos sucede en la tierra, excepto el pecado, que no sea porque Dios lo quiere; Él es quien envía las riquezas y la pobreza; si estáis enfermos, Dios es la causa de vuestro mal; si habéis recobrado la salud, es Dios quien os la ha devuelto; si vivís, es solamente a Él a quien debéis un bien tan grande; y cuando venga la muerte a concluir vuestra vida, será de su mano de quien recibiréis el golpe mortal.


Pero, cuando nos persiguen los malvados, ¿debemos atribuirlo a Dios? Sí, también le podéis acusar a Él del mal que sufrís. Pero no es la causa del pecado que comete vuestro enemigo al maltrataros, y sí es la causa del mal que os hace este enemigo mientras peca.



No es Dios quien ha inspirado a vuestro enemigo la perversa voluntad que tiene de haceros mal, pero es Él quien le ha dado el poder. No dudéis, si recibís alguna llaga, es Dios mismo quien os ha herido. Aunque todas las criaturas se aliaran contra vosotros, si el Creador no lo quiere, si Él no se une a ellas, si Él no les da la fuerza y los medios para ejecutar sus malos designios, nunca llegarán a hacer nada: No tendrías ningún poder sobre mí si no te hubiera sido dado de lo Alto, decía el Salvador del mundo a Pilatos. Lo mismo podemos decir a los demonios y a los hombres, incluso a las criaturas privadas de razón y de sentimiento. No, no me afligiríais, ni me incomodaríais como hacéis si Dios no lo hubiera ordenado así; es Él quien os envía, Él es quien os da el poder de tentarme y afligirme: No tendríais ningún poder sobre mí si no os fuera dado de lo Alto.



Si meditáramos seriamente, de vez en cuando, este artículo de nuestra fe, no se necesitaría más para ahogar todas nuestras murmuraciones en las pérdidas, en todas las desgracias que nos suceden. Es el Señor quien me había dado los bienes, es Él mismo quien me los ha quitado; no es ni esta partida, ni este juez, ni este ladrón quien me ha arruinado; no es tam 

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