Hay mucha formas de esclavitud.
Si tienes a tu esposa como una "carga" puedes "obligarla" a realizar determinado tipo de intervenciones quirúrgicas que le prometen sus médicos que la van a obligar a jubilarse.
Los médicos le dicen que le quitaran el dolor, aunque le producirán una discapacidad para su trabajo. El esposo toma la palabra: "te quitan el dolor y quedas con una pensión"
Me recordó al tratado de Séneca Sobre la brevedad de la vida.
Sobre la brevedad de la vida
Séneca.
1. La mayor parte de los mortales, Paulino1, se queja a una voz de la malicia
de la naturaleza porque se nos ha engendrado para un período escaso, porque
el espacio de tiempo que se nos da transcurre tan veloz, tan rápidamente que,
con excepción de unos pocos, casi todos los demás quedan inhabilitados ya en la
propia preparación de la vida. Y ante este mal, que según creen es general, no
solloza solamente la masa y el vulgo necio, también este mismo sentimiento ha
sacado quejas de personajes esclarecidos.
2. Viene de ahí aquella proclama del más grande de los médicos de que la vida es breve,
la ciencia larga2. Viene de ahí aquel pleito tan poco propio de un hombre sabio que
Aristóteles3 planteó a la naturaleza, pues sería que ella le ha regalado a los animales
una edad tan larga que alcanzan cinco o diez generaciones4, mientras que en el hombre,
engendrado para tantas y tan grandes empresas, el límite se ha fijado mucho más acá.
3. No tenemos un tiempo escaso, sino que perdemos mucho. La vida es lo
bastante larga y para realizar las cosas más importantes se nos ha otorgado con ...
Me entristece el mercado de esclavos. Estoy en pena de ver solución a este problema.
No confío en un juez que juzgue esta denuncia, pues, como Séneca dice: "Y ante este mal, que según creen es general, no solloza solamente la masa y el vulgo necio, también este mismo sentimiento ha sacado quejas de personajes esclarecidos"
Y, sigo en el recuerdo de tantas formas de maltrato, siempre por envidia, por el deseo innato de ser como "el otro", por la necesidad innata de la homosexualidad reprimida.
Recordemos a San Claudio de la Colombière en su obra "El abandono confiado a la Dibina Providencia":
¿Soy cobarde por no denunciar y me refugio en pensamientos como este?. Con frecuencia se dice"denuncia", sin tener en cuenta que la balanza de la Justicia de los Hombres, está trucada.
I. Verdades consoladoras.
Una de las verdades mejor establecidas y de las más consoladoras que se nos han
revelado es que nada nos sucede en la tierra, excepto el pecado, que no sea porque Dios lo
quiere; Él es quien envía las riquezas y la pobreza; si estáis enfermos, Dios es la causa de
vuestro mal; si habéis recobrado la salud, es Dios quien os la ha devuelto; si vivís, es solamente
a Él a quien debéis un bien tan grande; y cuando venga la muerte a concluir vuestra vida, será
de su mano de quien recibiréis el golpe mortal.
Pero, cuando nos persiguen los malvados, ¿debemos atribuirlo a Dios? Sí, también le podéis
acusar a Él del mal que sufrís. Pero no es la causa del pecado que comete vuestro enemigo al
maltrataros, y sí es la causa del mal que os hace este enemigo mientras peca.
No es Dios quien ha inspirado a vuestro enemigo la perversa voluntad que tiene de haceros
mal, pero es Él quien le ha dado el poder. No dudéis, si recibís alguna llaga, es Dios mismo
quien os ha herido. Aunque todas las criaturas se aliaran contra vosotros, si el Creador no lo
quiere, si Él no se une a ellas, si Él no les da la fuerza y los medios para ejecutar sus malos
designios, nunca llegarán a hacer nada: No tendrías ningún poder sobre mí si no te hubiera
sido dado de lo Alto, decía el Salvador del mundo a Pilatos. Lo mismo podemos decir a los
demonios y a los hombres, incluso a las criaturas privadas de razón y de sentimiento. No, no
me afligiríais, ni me incomodaríais como hacéis si Dios no lo hubiera ordenado así; es Él quien
os envía, Él es quien os da el poder de tentarme y afligirme: No tendríais ningún poder sobre
mí si no os fuera dado de lo Alto.
Si meditáramos seriamente, de vez en cuando, este artículo de nuestra fe, no se necesitaría más
para ahogar todas nuestras murmuraciones en las pérdidas, en todas las desgracias que nos
suceden. Es el Señor quien me había dado los bienes, es Él mismo quien me los ha quitado; no
es ni esta partida, ni este juez, ni este ladrón quien me ha arruinado; no es tam
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