Las otras literaturas hispánicas
Donato Ndongo-Bidyogo
ABC, 23-08-14
(Escritor. Autor de Antología de la literatura guineana)
"Va siendo imperativo asumir que la literatura en lengua española es mucho más vasta que la producción de españoles y criollos latinoamericanos. Resulta llamativo el cerco de silencio construido alrededor de importantes creadores afrohispanoamericanos, hurtados al público, inexistentes para los medios de comunicación e ignorados por críticos y académicos de nuestro ámbito lingüístico"
El imperialismo europeo imprimió un cierto sesgo al mundo, cuyas consecuencias son benéficas, o maléficas, según sean usadas. Destaca la globalización de sus lenguas y culturas, concebidas al principio como eficaces mecanismos de dominación, cuyo carácter excluyente conllevó la agonía de otras. Pero el tiempo todo lo cambia, e impera hoy una necesaria convivencia intercultural en un planeta común. Asiáticos y africanos emergieron de su aislamiento multisecular, y ahora recorren la Tierra expresando se en inglés, español, portugués o francés. Queda así patente la razonable visión de anticolonialistas entonces denostados Kwane Nkrumah, Amílcar Cabral o Nelson Mandela, quienes, frente al retorno al terruño predicado por otros tercermundistas desarraigados, se opusieron frontalmente al colonialismo sin renunciar a la cultura del colonizador, factor ineludible de modernización. Integración en la Humanidad que requiere un sólido arraigo en la propia esencia , garantía de seguridad y estabilidad, indispensables para aportar frutos maduros al acervo común. Lo escribió don Pío Barojs: unas tradiciones estáticas, incapaces de evolucionar, llevan en sí mismas el germen de su autodestrucción.
Sobradamente conocidas las literaturas afroasiáticas no etnicistas, cuya importancia avalan notables exponentes anglófonos, francófonos y lusófanos -Wole Soyinka, V.S. Naipul, Salman Rushdie. Ahmadou Kourouma, Enmanuel Dongala, Germano Almeida o Paulina Chiziane-, permanecen olvidadas otras literaturas hispánicas. Va siendo imperativo asumir que la literatura en lengua española es mucho más vasta que la producción de españoles y criollos latinoamericanos. Si exceptuamos al poeta cubano Nicolás Guillén, resulta llamativo el cerco de silencio construido alrededor de importantes creadores afrohispanoamericanos, hurtados al público, inexistentes para los medios de comunicación e ignorados por críticos y académicos de nuestro ámbito lingüístico. ¿Quien conoce la ingente y nada desdeñable obra de Manuel Zapata Olivella (colombiano), Lucía Charun Illescas (peruana), Nelson Estupiñán Bass y Luz Argentina Chiriboga (ecuatorianos), Quince Duncan (costarricense) o Cristina Rodríguez Cabral (uruguaya). Nombres emblemáticos y punteros de la "negritud hispánica", que en nada desmerecen ante otros que tanto encandilan.
Fenómeno iniciado en los albores de las independencias americanas, a principios del siglo XIX: Hiapanoamerica esconde a sus negros, borrados de la historia que tan arduamente contribuyeron a forjar desde todos los campos, del militar al cultural. Pervive así un estereotipo consagrado en tiempos de esclavitud y colonialismo, desmentido por René Marán, primer negro en ganar el premio Concourt, en 1921: una raza incapaz de articular un pensamiento lógico, relegada a la servidumbre, lo lúdico y sensual: baile, canto, deporte. España, que debiera liderar y garantizar la pluralidad alcanzada por la lengua que expandió por el mundo -hoy la segunda más hablada a escala universal-, tampoco supera la mera retórica. Británicos, lusos y franceses supieron integrar a los excolonizados más representativos de sus culturas; Londres, Lisboa y París son metrópolis de diversidad efervescente, cuyas lenguas, culturas y sociedades se benefician de estas aportaciones. Pero en Madrid o Barcelona resulta harto difícil hallar libros de autores latinoamericanos negros, filipinos, marroquíes, saharauis y guineanos, aunque existen obras de indudable calidad procedentes de estos países, escritas en español. Tema digno de consideración.
Es una realidad insoslayable la pujanza de estas otras literaturas hispánicas. Las circunstancias de sus creadores agudiza la marginilifad, rayana en marginación. Desde el ensimismamiento de España -expresión de Unamuno- tras el "desastre del 98", no pocos escritores filipinos prosiguen solos si heroica resistencia por la pervivencia del español en sus islas. Sólo algún erudito recuerda a José Rizal, la figura emblemática de este nacionalismo cultural, alguno de cuyos títulos (Noli me tangere o Filibusterismo) son reeditados. Claro M. Recto, Jesús Balmorí, Antonio Martínez Abad, Daisy López, Guillermo Gómez Rivera, Eduardo Farolán, Adelins Gurrea, y otras más actuales, siguen padeciendo la "incoherencia" impuesta al devenir de la cultura filipina, señalada por el escritor José García Villa, quien acabaría paseándose al inglés.
Desde que en 1877 Mohamed Chakor iniciara su colaboración en el periódico madrileño El Imparcial, se ha ido tejiendo con suma dificultad la relación entre rifeños y lengua española. Fue subrayado durante el Coloquio "Lengua y Literatura Españolas en África", auspiciado por el malogrado profesor Antonio Quilis y Celia Casado-Fresnillo, con ocasión del V Centenario de Melilla (1998); los norte africanos pretenden, pese a la preeminencia del francés y del árabe, que el español sea un idioma vernáculo, no marginal, tras siglos de penetración e implantación en Marruecos, Argelia y Túnez. Pero sólo la publicación de "Diwan modernista". Una visión de Oriente" de Abdellah Djbilou (1986), otorgaría carta de naturaleza a la literatura hispano-magrebi. Surgieron otros creadores: Abderrhman El Fati, Mohamed Sibarita, Mohamed Bouissef-Rekab, Said Kaddaoui.
La experiencia de Sáhara Occidental adquiere especial dramatismo. La inconclusa descolonización de esa provincia española , y los singulares avatares de su pueblo, abocó a los saharauis a la orfandad. Si pudo parecer que perderían todo vínculo con la cultura hispánica, el empeño de sus dirigentes impide su desgaje de la geografía lingüística heredada de su historia. Meritorios los esfuerzos de las asociaciones de solidaridad, aunque parecen más determinantes los vínculos establecidos con países latinoamericanos, sobre todo Cuba. En Sáhara, la pervivencia del español aparece como acto de resistencia, de afirmación nacional, una necesidad vital de acotar espacios político-culturales diferenciados del entorno. Se desprende de sus poetas y narradores, reunidos en la Generación de la Amistad, constituida en 2005. Sus componentes-activistas destacados (Sara Hasnaui, Bahía Mahmud Awah, Sukeina Aali-Taleb, Luali Lehsan, Limam Boisha, Larosi Haidar y Saleh Abdalahi) abren espacios como y donde pueden, afianzando una cultura nacional incómoda para muchos, cuya fortaleza reside en el buen hacer y la firmeza de las convicciones.
Pese al oscurantismo desculturizador que asola el país desde su independencia, la literatura escrita consolida en Guinea Ecuatorial. Ni el concepto existía cuando, en 1984, publiqué la primer Antología de la literatura guineana. Hoy se estudia en medio mundo, salvo en España y en el país nativo. Pocos comprenden que los creadores guineanos, mayoritariamente exiliados por soñar una Nación habitable, se opongan a una dictadura especialmente inútil, a la miseria moral y material inherentes, a todas sus formas de manipulación. Se prefiere silenciarlos: temen su voz.
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