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30 ago 2014

Tatiana Bilbao, La Ciudad.

Tatiana Bilbao: “En México se construye a partir de lo que decida cada quien”

La arquitecta reflexiona sobre la ley de la selva urbanística de su país y de América Latina

Galardonada con el Premio Global de Arquitectura Sostenible, reivindica un enfoque social

El País, Pablo De LlanoMéxico 6 Junio 2014 


  • Tatiana Bilbao, en su estudio de México DF. / SAÚL RUIZ
    Tatiana Bilbao se sienta en una silla, y no es un detalle intrascendente.
    “La semana pasada estuve 40 horas en París, 24 en Los Ángeles, otro día en Chicago y diez horas en Santiago de Chile”.
    –¿Y cómo lo hizo?
    –Lo hice con aviones.
    Nieta de un arquitecto español exiliado, nacida en México DF, acaba de recibir en París uno de los Premios Global de Arquitectura Sostenible. A sus 42 años ha firmado obras de referencia de la arquitectura mexicana actual como la Casa Ajijic o el Jardín Botánico de Culiacán, y fuera de su país ha hecho el Parque Arquitectónico de Jinhua (China) y en Lyon tiene en marcha tres edificios de un plan urbano encabezado por el estudio suizo Herzog & de Meuron.
    Recibe a EL PAÍS en su estudio del Paseo de la Reforma de México DF, una avenida elegante y bien ordenada que es el orgullo de una ciudad intrínsecamente desordenada. En el discurso que dio en París al recoger el premio, Tatiana Bilbao dijo: “La arquitectura es un reflejo de su tiempo”.
    Pegunta. ¿Que refleja entonces la arquitectura de esta ciudad?
    Respuesta. Una economía inestable, de altibajos, y una sociedad auto-determinada y creativa, poco dirigida por las reglas, porque no hay muchas, bueno sí hay pero no se siguen.
    P. ¿Y los suburbios?
    R. Es la construcción por parte de la sociedad. El urbanismo en México es lo contrario a su definición, porque el urbanismo es previo al desarrollo de la ciudad y aquí el urbanismo viene después de la ciudad. Pero también genera una riqueza maravillosa, a mí me encanta.
    P. ¿No le parecen crueles algunas de esas zonas del extrarradio?
    R. Creo que lo que más ha deshumanizado esos lugares fueron los grandes desarrollos que se han hecho desde los años ochenta. Antes había pobreza, pero era algo mejor que estas nuevas casas de cartón alineadas. Estos desarrollos demuestran la incapacidad de control gubernamental sobre los depredadores de la vivienda.
    P. ¿Qué dice si ampliamos el foco a América Latina?
    R. Hay países que han destacado en cómo empezar a responder a este urbanismo orgánico. Por ejemplo Colombia, sobre todo Medellín. Han integrado el urbanismo orgánico desde muchos frentes a una vida más llevadera, más integral: en transporte, infraestructura, espacio público y en equipamiento en vivienda, pero también con programas sociales.
    P. ¿Urbanismo orgánico quiere decir lo mismo que chabolismo?
    R. Sí pero no. El chabolismo es solo una parte de lo que llamamos urbanismo orgánico. Lo que define a este concepto es la no aplicación de la regulación, y eso no ocurre solo en los suburbios chabolistas. Urbanismo orgánico es la construcción a partir de lo que decide cada quien.
    P. ¿En el diseño y construcción de desarrollos urbanos invivibles hay más de mala leche o de ignorancia?
    R. Creo que una combinación de las dos. No mala leche de vamos a hacer casas malas [Tatiana Bilbao pone cara de maligna] sino la pura visión de hacer negocio con la vivienda de interés social. E ignorancia porque con un poco de cabeza puedes hacer todo, desde dinero hasta algo muy bueno.
    P. Usted sostiene que la iniciativa privada es clave para el desarrollo urbano en países como México.
    R. Sí. Estamos en un capitalismo de excesos que creo que ya es irreversible. Seguirá habiendo concentraciones de capital en proporciones de población cada vez más pequeñas, y tenemos que buscar la manera de que ese capital regrese a la sociedad de forma directa. Como hacen en Estados Unidos, con donaciones directas a equipamientos que sirven a la sociedad. En Europa la política es distinta y funciona muy bien, pero aquí estamos así, y no veo manera más rápida de aprovechar ese capital que con inversiones directas. Por ejemplo, el Jardín Botánico de Culiacán es un espacio público importante para la ciudad, y se hizo casi todo con capital privado. Los recursos que pone el gobierno estatal no alcanzan ni para pagar a los empleados que abren las puertas. El gobierno no tiene de dónde dar más.
    P. Otra muestra de promoción privada de la arquitectura es el monumental edificio de hormigón que ha hecho Tadao Ando en la Universidad de Monterrey. ¿Le gusta?
    R. Me encanta que se contrate a un arquitecto de esa talla para un espacio universitario. Demuestra que si contratas a un buen arquitecto puedes hacer algo con beneficios para el entorno.
    P. ¿Qué otros ejemplos puede dar de obras que mejoren la ciudad?
    R. Me brincan proyectos del modernismo brasileño, como el SESC de Pompéia de Lina Bo Bardi, una fábrica que se transformó en centro social, o el Parque del Ibirapuera de Niemeyer, en Sao Paulo. Y, más reciente, la Biblioteca España en Medellín, que activó un barrio y lo puso ante los ojos del mundo. También es un ejemplo el Guggenheim de Bilbao por cómo se inserta en el tejido urbano.
    P. ¿Qué ha aprendido de la arquitectura tradicional mexicana?
    R. No sé si hay una referencia directa en mi trabajo, pero he aprendido de los albañiles mexicanos. Tienen cero entrenamiento en lo que hacen, pero una capacidad increíble de flexibilidad y creatividad. Por lo general es gente que ha tenido que buscarse mucho la vida, demasiado, y han desarrollado la capacidad de encontrar soluciones a cosas que no tienen solución.
    P. ¿Y de los arquitectos mexicanos del siglo XX?
    R. Me gusta cómo se arraigaron en lo local. Barragán, Mario Pani, O’Gorman. Siempre con mirada local.
    P. Si nos ponemos a elegir en plan futbolero, como entre Madrid o Barça, ¿se quedaría con Barragán, con Pani o con O’Gorman?
    R. O’Gorman. Es increíble.
    P. ¿Qué le recomendaría ver a alguien que venga a México DF?
    R. La UNAM, los mercados de la Merced, el Paseo de la Reforma, el Zócalo y el Museo Anahuacalli de O’Gorman, que es un delirio.


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