Ya he anotado la importancia de este texto, y lo actual que está.
Lamento que aquel 15 de mayo en la Plaza del Sol, haya sido "flor de un día". No lamento ni me resigno a tanta vileza.
¡Indignaos!
Stéphane Hessel
Prólogo de
José Luis Sampedro
Un alegato contra
la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica
PRÓLOGO
Yo también
Yo también nací en 1917. Yo también estoy indignado. También viví una guerra. También soporté una dictadura. AI igual que a Stéphane Hessel, me escandaliza e indigna la situación de Palestina y la bárbara invasión de Irak. Podría aportar más detalles, pero la edad y la época bastan para mostrar que nuestras vivencias han sucedido en el mismo mundo. Hablamos en la misma onda. Comparto sus ideas y me hace feliz poder presentar en España el llamamiento de este brillante héroe de la Resistencia francesa, posteriormente diplomático en activo en muchas misiones de interés, siempre a favor de la paz y la justicia.
¡INDIGNAOS! Un grito, un toque de clarín que interrumpe el tráfico callejero y obliga a levantar la vista a los reunidos en la plaza. Como la sirena que anunciaba la cercanía de aquellos bombarderos: una alerta para no bajar la guardia. Al principio sorprende. ¿Qué pasa? ¿De qué nos alertan? El mundo gira como cada día. Vivimos en democracia, en el estado de bienestar de nuestra maravillosa civilización occidental. Aquí no hay guerra, no hay ocupación. Esto es Europa, cuna de culturas. Sí, ése es el escenario y su decorado. Pero ¿de verdad estamos en una democracia? ¿De verdad bajo ese nombre gobiernan los pueblos de muchos países? ¿O hace tiempo que se ha evolucionado de otro modo?
Actualmente en Europa y fuera de ella, los financieros, culpables indiscutibles de la crisis, han salvado ya el bache y prosiguen su vida como siempre sin grandes pérdidas. En cambio, sus víctimas no han recuperado el trabajo ni su nivel de ingresos. El autor de este libro recuerda cómo los primeros programas económicos de Francia después de la segunda guerra mundial incluían la nacionalización de la banca, aunque después, en épocas de bonanza, se fue rectificando. En cambio ahora, la culpabilidad del sector financiero en esta gran crisis no sólo no ha conducido a ello; ni siquiera se ha planteado la supresión de mecanismos y operaciones de alto riesgo. No se eliminan los paraísos fiscales ni se acometen reformas importantes del sistema. Los financieros apenas han soportado las consecuencias de sus desafueros. Es decir, el dinero y sus dueños tienen más poder que los gobiernos. Como dice Hessel, «el poder del dinero nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado. Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general».
¡INDIGNAOS!, les dice Hessel a los jóvenes, porque de la indignación nace la voluntad de compromiso con la historia. De la indignación nació la Resistencia contra el nazismo y de la indignación tiene que salir hoy la resistencia contra la dictadura de los mercados. Debemos resistirnos a que la carrera por el dinero domine nuestras vidas. Hessel reconoce que un joven de su época indignarse y resistirse fue más claro, aunque no más fácil, porque la invasión del país por tropas fascistas es más evidente que la dictadura del entramado financiero internacional. El nazismo fue vencido por la indignación de muchos, pero el peligro totalitario en sus múltiples variantes no ha desaparecido. Ni en aspectos tan burdos como los campos de concentración (Guantánamo, Abu Ghraib), muros, vallas, ataques preventivos y «lucha contra el terrorismo» en lugares geoestratégicos, ni en otros mucho más sofisticados y tecnificados como la mal llamada «globalización» financiera.
¡INDIGNAOS!, repite Hessel a los jóvenes. Les recuerda los logros de la segunda mitad del siglo XX en el terreno de los derechos humanos, la implantación de la Seguridad Social, los avances del estado de bienestar, al tiempo que les señala los actuales retrocesos. Los brutales atentados del 11-S en Nueva York y las desastrosas acciones emprendidas por Estados Unidos como respuesta a los mismos, están marcando el camino inverso. Un camino que en la primera década de este siglo XXI se está recorriendo a una velocidad alarmante. De ahí la alerta de Hessel a los jóvenes. Con su grito les está diciendo: «Chicos, cuidado, hemos luchado por conseguir lo que tenéis, ahora os toca a vosotros defenderlo, mantenerlo y mejorarlo; no permitáis que os lo arrebaten».
¡INDIGNAOS! Luchad, para salvar los logros democráticos basados en valores éticos, de justicia y libertad prometidos tras la dolorosa lección de la segunda guerra mundial. Para distinguir entre opinión pública y opinión mediática, para no sucumbir al engaño propagandístico. «Los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente», señala Hessel. Y yo añado: ¿quién es la gente pudiente? Los que se han apoderado de lo que es de todos. Y como es de todos, es nuestro derecho y nuestro deber recuperarlo al servicio de nuestra libertad.
No siempre es fácil saber quién manda en realidad, ni cómo defendernos del atropello. Ahora no se trata de empuñar las armas contra el invasor ni de hacer descarrilar un tren. El terrorismo no es la vía adecuada contra el totalitarismo actual, más sofisticado que el de los bombarderos nazis. Hoy se trata de no sucumbir bajo el huracán destructor del «siempre más», del consumismo voraz y de la distracción mediática mientras nos aplican los recortes.
¡INDIGNAOS!, sin violencia. Hessel nos incita a la insurrección pacífica evocando figuras como Mandéla o Martin Luther King. Yo añadiría el ejemplo de Gandhi, asesinado precisamente en 1948, año de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de cuya redacción fue partícipe el propio Hessel. Como cantara Raimon contra la dictadura: Digamos NO. Negaos. Actuad. Para empezar, ¡INDIGNAOS!
JOSÉ LUIS SAMPEDRO
A los lectores españoles
Considero de especial relevancia que mi llamamiento a comprometerse, indignarse, resistir a aquello inaceptable, alcance a la joven generación de esa España que ha tenido tanto que afrontar y que es rica, hoy en día, en su diversidad cultural y lingüística. Le estoy muy agradecido al apoyo que ha dado a la causa palestina, que se muestra cada vez más partidaria de una resistencia no violenta. La inercia cómplice de una Unión Europea pusilánime va contra nuestros intereses a largo plazo y contra la paz a medio plazo. La España rebelde y valiente de siempre puede favorecer este impulso hacia una Europa cultural, fraternal, y no una Europa al servicio de una financiarización del mundo.
STÉPHANE HESSEL
¡INDIGNAOS!
Noventa y tres años. Es algo así como la última etapa. El final ya no está muy lejos. ¡Qué suerte poder aprovecharlos para recordar lo que fueron los cimientos de mi compromiso político: los años de resistencia y el programa elaborado hace 66 años por el Consejo Nacional de la Resistencia! Ajean Moulin le debemos, en el marco de este Consejo, la unión de todos los miembros de la Francia ocupada, los movimientos, los partidos, los sindicatos, para proclamar su adhesión a la Francia combatiente y al único líder que reconocía: el general Charles de Gaville. Desde Londres, donde me había unido al general De Gaulle en marzo de 1941, supe que este Consejo había preparado un programa, que adoptaría el 15 de marzo de 1944 y que proponía para la Francia liberada un conjunto de principios y valores sobre los que se asentaría la democracia moderna de nuestro país.
NOTA 1. El Consejo Nacional de la Resistencia (CNR) fue creado clandestinamente el 27 de mayo de 1943, en París, por representantes de los ocho grandes movimientos de resistencia: los dos grandes sindicatos anteriores a la guerra, la CGT y la CFTC (Confederación Francesa de los Trabajadores Cristianos), y los seis partidos políticos principales de la Tercera República, entre los que se encontraban el PC y la SFIO (los socialistas). El CNR tuvo su primera reunión ese 27 de mayo, bajo la presidencia de Jean Moulin, delegado del general De Gaulle, quien quería instaurar este Consejo para volver más eficaz la lucha contra los nazis y reforzar su propia legitimidad de cara a los aliados. De Gaulle encargó al Consejo la elaboración de un programa de gobierno en previsión de la liberación de Francia. Este programa fue objeto de diversos intercambios entre el CNR y el gobierno de la Francia Libre, tanto en Londres como en Argel, antes de ser adoptado el 15 de marzo de 1944, en asamblea plenaria por el CNR. Dicho programa fue entregado solemnemente al general De Gaulle por el CNR el 25 de agosto de 1944, en el Hotel de Ville de París. Cabe destacar que la disposición sobre la prensa fue promulgada el 26 de agosto, y que uno de los principales redactores del programa fue Roger Ginsburger, hijo de un rabino alsaciano. Ginsburger, bajo el seudónimo de Fierre Villon, fue secretario general del Frente Nacional por la Independencia de Francia, movimiento de resistencia creado por el Partido Comunista francés en 1941, y representaba a este movimiento en el seno del CNR y de su oficina permanente.
Estos principios y valores son hoy más necesarios que nunca. Todos juntos debemos velar por que nuestra sociedad sea una sociedad de la que podamos estar orgullosos: no esa sociedad de sin papeles, de expulsiones, de recelo hacia los inmigrantes; no esa sociedad que pone en duda la jubilación, el derecho a la Seguridad Social; no esa sociedad donde los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente: todo ello, cosas a las que no habríamos dado ningún crédito de haber sido los verdaderos herederos del Consejo Nacional de la Resistencia.
A partir de 1945, después de un drama atroz, las fuerzas presentes en el Consejo de la Resistencia emprendieron una ambiciosa resurrección. Recordémoslo, fue entonces cuando se creó la Seguridad Social tal y como quería la Resistencia, como su programa estipulaba: «Un plan completo de Seguridad Social cuyo objetivo sea garantizar a todos los ciudadanos los medios de subsistencia, en todos aquellos casos en los que no puedan procurárselos a través del trabajo»; «una jubilación que permita a los ancianos trabajadores finalizar sus días con dignidad». Las fuentes de energía, la electricidad y el gas, las minas de carbón y los grandes bancos se nacionalizaron. Era esto lo que el programa preconizaba: «El retorno a la nación de los grandes medios de producción monopolizados, fruto del trabajo común, de las fuentes de energía, de las riquezas del subsuelo, de las compañías de seguros y de los grandes bancos»; «la instauración de una verdadera democracia económica y social, que implique la evicción de las grandes feudalidades económicas y financieras de la dirección de la economía». El interés general debía primar sobre el interés particular y el reparto justo de las riquezas creadas por el mundo del trabajo, sobre el poder del dinero. La Resistencia propuso «una organización racional de la economía que garantice la subordinación de los intereses particulares al interés general, libre de la dictadura profesional instaurada a imagen de los Estados fascistas», y el gobierno provisional de la República recogió el testigo.
Una verdadera democracia necesita una prensa independiente; la Resistencia lo sabía y lo exigió: defendió «la libertad de prensa, su honor y su independencia con respecto al Estado, los poderes económicos o las influencias extranjeras». Esto es lo que, desde 1944, todavía recogen las ordenanzas de prensa. Sin embargo, es esto precisamente lo que a día de hoy está en peligro.
La Resistencia apelaba a «la posibilidad efectiva de todos los niños de beneficiarse de la enseñanza más desarrollada», sin discriminación. Sin embargo, las reformas propuestas en 2008 van en contra de este objetivo. Jóvenes profesores, a los que apoyo, han llegado al punto de negarse a aplicarlas y han visto cómo se reducían sus sueldos a modo de castigo. Se han indignado, «han desobedecido», han considerado estas reformas demasiado alejadas del ideal de la escuela republicana, demasiado al servicio de una sociedad del dinero, un obstáculo para el desarrollo del espíritu creativo y crítico. Son los cimientos de las conquistas sociales de la Resistencia lo que hoy se pone en tela de juicio.
NOTA 2. Según una estimación sindicalista, las pensiones por jubilación han pasado del 75-80 por ciento del salario a aproximadamente el 50 por ciento, porcentaje éste en el extremo más elevado. En 2010 JeanPaul Domin, profesor de Economía en la Universidad de Reims Champagne-Ardennes, redactó para el Instituto Europeo del Salariado un artículo sobre «el seguro médico complementario». En él revela que el acceso a un seguro complementario de calidad es en la actualidad un privilegio en función de la posición en el empleo; que los más tragues renuncian a los tratamientos a falta de seguros complementarios y de la importancia de la suma que no cubre el seguro; que la fuente del problema es no haber hecho del salario el soporte de los derechos sociales, punto central de las disposiciones del 4 y el 15 de octubre de 1945. Éstas promulgaban la Seguridad Social y sitúaban su gestión bajo la doble autoridad de los representantes de los trabajadores y del Estado. Desde las reformas Juppé de 1995, promulgadas por ordenanzas, y la ley Douste-Blazy (médico de formación) de 2004, es exclusivamente el Estado el que administra la Seguridad Social. Por ejemplo, es el jefe del Estado quien nombra por decreto al director general de la Caja Nacional de Seguro Médico (CNAM) -Caisse Nationale d’Assurance Maladie: Organismo con sede en París que se encarga de definir las políticas de la Seguridad Social en todo el Estado y coordinar los diversos organismos que se encargan de hacerlas efectivas. (N. del t.)-. Ya no son sindicalistas, como en los días siguientes a la Liberación, quienes capitanean las cajas primarias departamentales, -Caisse Primaire d’Assurance Maladie: Organismo francés que gestiona la Seguridad Social en el ámbito local. (N. del t.) - sino el Estado, por vía de los prefectos. Los
representantes de los trabajadores ya no desempeñan otro papel que el de consejeros. -El 10 de noviembre de 2010, el presidente de la República francesa, Nicolás Sarkozy, promulgó una ley de reformas de las pensiones en Francia. Según el gobierno, el objetivo de esta ley es mantener el nivel de pensiones de los jubilados del presente y del futuro y reestablecer el equilibrio presupuestario del sistema de pensiones en 2018. De acuerdo con la nueva ley, la edad mínima de jubilación pasa de 60 a 62 años, y la edad de jubilación para cobrar la pensión completa en el caso de aquellas personas que no han cotizado la totalidad del periodo requerido se retrasa de los 65 a los 67 años. La ley fue aprobada a pesar de las protestas generalizadas de la sociedad francesa, que expresaron su oposición a través de diversas huelgas generales y manifestaciones convocadas en bloque por los sindicatos. (N. del t.)
El motivo de la resistencia es la indignación
Se atreven a decirnos que el Estado ya no puede garantizar los costes de estas medidas ciudadanas. Pero ¿cómo puede ser que actualmente no haya suficiente dinero para mantener y prolongar estas conquistas cuando la producción de riqueza ha aumentado considerablemente desde la Liberación, un periodo en el que Europa estaba en la ruina? Pues porque el poder del dinero, tan combatido por la Resistencia, nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado. Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general. Nunca había sido tan importante la distancia entre los más pobres y los más ricos, ni tan alentada la competitividad y la carrera por el dinero.
El motivo fundamental de la Resistencia fue la indignación. Nosotros, veteranos de las fuerzas combatientes de la Francia Libre, apelamos a las jóvenes generaciones a dar vida y transmitir la herencia de la Resistencia y sus ideales. Nosotros les decimos: coged el relevo, ¡indignaos! Los responsables políticos, económicos, intelectuales y el conjunto de la sociedad no pueden claudicar ni dejarse impresionar por la dictadura actual de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia.
Os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación. Es un valor precioso. Cuando algo te indigna como a mí me indignó el nazismo, te conviertes en alguien militante, fuerte y comprometido. Pasas a formar parte de esa corriente de la historia, y la gran corriente debe seguir gracias a cada uno. Esa corriente tiende hacia mayor justicia, mayor libertad, pero no hacia esa libertad incontrolada del zorro en el gallinero. Esos derechos, cuyo programa recoge la Declaración Universal de 1948, son universales. Si os encontráis con alguien que no se beneficia de ellos, compadecedlo y ayudadlo a conquistarlos.
Dos visiones de la historia
Cuando intento comprender qué causó el fascismo, qué provocó que fuéramos invadidos por él y por Vichy, me digo que los propietarios, con su egoísmo, tuvieron un miedo terrible a una revolución bolchevique. Se dejaron guiar por sus temores. Pero si, hoy como entonces, una minoría activa se rebela, será suficiente, tendremos la levadura que levante a la masa. Es cierto que la experiencia de alguien tan viejo como yo, nacido en 1917, es diferente a la de los jóvenes de hoy. A menudo les pido a los profesores de escuela que me permitan hablar frente a sus alumnos, y les digo: «No tenéis las mismas razones, tan evidentes, para comprometeros. Para nosotros, resistir era no aceptar la ocupación alemana, la derrota. Era relativamente simple. Simple como lo que siguió, la descolonización. Después llegó la guerra de Argelia. Era necesario que Argelia se independizase; era evidente. En cuanto a Stalin, todos nosotros aplaudimos la victoria del Ejército Rojo contra los nazis en 1943. Pero, desde que tuvimos noticia de los grandes procesos estalinistas de 1935, y aunque hacía falta tener un oído atento al comunismo para contrarrestar el capitalismo estadounidense, la necesidad de oponerse a esta forma insoportable de totalitarismo se impuso de forma muy clara. Mi larga vida me ha dado una sucesión de razones para indignarme».
Estas razones han nacido menos de una emoción que de una voluntad de
comprometerme. Al joven normalien* -“Alumno de la École Nórmale Supérieure de Paris (Escuela Normal Superior de París), institución educativa de gran prestigio que en sus inicios formaba a los profesores de secundaria y que en la actualidad imparte masteres y estudios de doctorado. Se caracteriza por su espíritu interdisciplinar y su alto grado de exigencia. (N. del t.) - que yo era lo
marcó mucho Sastre, un condiscípulo mayor. La náusea, El muro, y no El ser y la nada, fueron muy importantes en la formación de mi pensamiento. Sastre nos enseñó a decirnos a nosotros mismos: «Sois responsables en tanto que individuos». Era un mensaje libertario. La responsabilidad del hombre que no puede encomendarse ni a un poder ni a un dios. Al contrario, debe comprometerse en nombre de su responsabilidad como persona humana. Cuando ingresé en la École Nórmale de la calle de Ulm, en París, en 1939, entré como ferviente discípulo de Hegel y asistía al seminario de Maurice Merleau-Ponty. Su enseñanza exploraba la experiencia concreta, la del cuerpo y de su relación con el sentido, gran singular frente al plural de los sentidos. Pero mi optimismo natural, que quiere que todo aquello que es deseable sea posible, me llevaba hacia Hegel. El hegelianismo interpreta que la larga historia de la humanidad tiene un sentido: es la libertad del hombre que progresa etapa por etapa. La historia está hecha de conflictos sucesivos, la aceptación de desafíos. La historia de las sociedades progresa y, al final, cuando el hombre ha conseguido su libertad completa, obtenemos el Estado democrático en su forma ideal.
Por supuesto, existe otra concepción de la historia. Los progresos alcanzados por la libertad, la competitividad, la carrera del «siempre más», todo esto puede vivirse como un huracán destructor. Es así como representa la historia un amigo de mi padre, el hombre que compartió con él la labor de traducir al alemán En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust: el filósofo alemán Walter Benjamín. Él sacó un mensaje pesimista del cuadro del pintor suizo Paul Klee Ángelus Novus, en el que la figura del ángel abre los brazos como si quisiera contener y ahuyentar una tempestad que él identifica con el progreso. Para Benjamín, quien se suicidó en septiembre de 1940 para huir del nazismo, el sentido de la historia es la marcha inevitable de catástrofe en catástrofe.
La indiferencia: la peor de las actitudes
Es cierto, las razones para indignarse pueden parecer hoy menos nítidas o el mundo, demasiado complejo. ¿Quién manda?, ¿quién decide? No siempre es fácil distinguir entre todas las corrientes que nos gobiernan. Ya no se trata de una pequeña élite cuyas artimañas comprendemos perfectamente. Es un mundo vasto, y nos damos cuenta de que es interdependiente. Vivimos en una interconectividad como no ha existido jamás. Pero en este mundo hay cosas insoportables. Para verlo, debemos observar bien, buscar. Yo le digo a los jóvenes: buscad un poco, encontraréis. La peor actitud es la indiferencia, decir «paso de todo, ya me las apaño». Si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue.
Ya podemos identificar dos nuevos grandes desafíos:
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