En agradecimiento al Juez Don Baltasar Garzón.
Quien no tiene en cuenta la historia está condenado a repetirla. El ejercicio de la memoria y la desconfianza en la misma produjo la escritura, para lo cual Teuth y Thamus aportaron la luz.
Si el estado actual ocupa tu tiempo, la lectura en compañía de este libro, te ayudará a comprender porque los hechos suceden como suceden y nos afectan como nos afectan o, más bien, formamos parte de estos hechos. Nada de lo que sucede nos es ajeno; nos es propio a todos y a cada uno, si lo que pretendes es "escurrir el bulto", o "no sentir el dedo acusador sobre tu frente"
La civilización del Occidente Medieval
Jacques Le Goff
Paidós, 2012 (Flammarion, París, 1982)
Capítulo 1
El establecimiento de los bárbaros (siglos V-VII)
Pág 21-23
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El Occidente medieval nació de las ruinas del mundo romano. En ellas encontró su apoyo y un obstáculo a la vez. Roma fue su alimento y su parálisis.
La historia romana, establecida por Rómulo bajo el signo del aislamiento, no es más que la historia de una grandiosa clausura, incluso en sus mayores éxitos. La ciudad reúne en torno a ella un espacio dilatado por las conquistas hasta un perímetro óptimo de defensa que ella misma se propone en el siglo I encerrar tras los "limes", verdadera muralla china del mundo occidental. Dentro de esa muralla Roma explota sin crear: ninguna innovación técnica desde la época helenistica, una economía nutrida por el pillaje donde las guerras victoriosas la mano de obra servil y los metales preciosos arrancados a los bienes atesorados de Oriente. Sobresale, eso si, en las artes conservadoras: la guerra, siempre defensiva pese a las apariencias de la conquista; el derecho, que se construye sobre el andamiaje de los precedentes y previene contra las innovaciones; el sentido del Estado que garantiza la estabilidad de las instituciones; la arquitectura, arte por excelencia del hábitat. Esta obra maestra de permanencia, de integraciones, que fue la civilización romana se vio atacada en la segunda mitad del siglo II por la erosión de fuerzas de destrucción y de renovación.
La gran crisis del siglo III socava el edificio. La unidad del mundo romano se esfuma: el corazón, Roma e Italia, se anquilosa, ya no riega los miembros que intentan vivir su propia vida: las provincias se emancipan y después se convierten en conquistadoras. Españoles, galos y orientales invaden el senado. Los emperadores Trajano y Adriano son españoles y Antonino, de ascendencia gala; bajo la dinastía de los Severos, los emperadores son africanos y las emperatrices sirias. El edicto de Caracalla concede en 212 el derecho de ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio. Tanto este ascenso provincial como el éxito de la romanización muestran el ascenso de fuerzas centrífugas. El Ocvidente medieval será el heredero de esta lucha: ¿unidad o diversidad?, ¿cristiandad o naciones?
La fundación de Constantinopla, la nueva Roma, por Constantino (324-330) materializa la inclinación del mundo romano hacia Oriente. Este desacuerdo dejará una impronta en el mundo medieval: en adelante, los esfuerzos de unión entre Occidente y Oriente no podrán resistir una evolución divergente. El cisma se halla enquistado en las realidades del siglo IV. Bizancio será la continuación de Roma y, bajo las apariencias de prosperidad y del prestigio, continuará tras sus murallas la agonía romana hasta 1453. Occidente empobrecido, en manos de los "bárbaros", deberá rehacer las etapas de su florecimiento que le abrirá, a finales de la Edad Media, los caminos del mundo entero.
La fortaleza romana de donde partían las legiones a la captura de prisioneros y de botín, se halla ahora asediada y muy pronto asaltada. La última gran guerra victoriosa data de los tiempos de Trajano, y el oro de los dacios después del 107 es el último gran alimento de la prosperidad romana. Al agotamiento exterior se añade el estancamiento interno y, sobre todo, la crisis demográfica que hace más aguda la penuria de la mano de obra servil. En el siglo II Marco Aurelio contiene el asalto bárbaro desde el Danubio donde muere el 180, y el siglo III es testigo de un asalto general a las fronteras de los "limes" que se calma no tanto por los éxitos militares de los emperadores ilirios a finales del siglo y de sus sucesores, como por el apaciguamiento que supuso la aceptación como federados, aliados, de los bárbaros, admitidos en el ejército, o en los límites interiores del Imperio: primeros esbozos de una fusión que caracterizará a la Edad Media.
Los emperadores creen conjurar el destino abandonando los dioses tutelares que han fracasado, por el Dios nuevo de los cristianos. La renovación constantiniana da la impresión de ratificar todas las esperanzas: bajo la égida de. Cristo parece que la prosperidad y La paz quieren reaparecer. Pero sólo se trata de un corto respiro. El cristianismo es un falso aliado de Roma. Las estructuras romanas no son para la Iglesia más que un marco donde tomar forma, una base donde apoyarse, un instrumento donde afianzarse. El cristianismo, religión con vocación universal, duda antes de encerrarse en los límites de una civilización determinada. Sin lugar a dudas, él será el principal agente de la transmisión de la cultura romana al Occidente medieval. Pero junto a esta religión cerrada la Edad Media occidental descubrirá también una religión abierta y el diálogo de esos dos rostros del cristianismo dominará esta edad intermedia.
Economía cerrada o economía abierta, mundo rural o mundo urbano, naturaleza única o mansiones diversas: el Occidente Medieval empleara diez siglos en resolver estas alternativas.
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