Yo soy el rapaz
que puede gozar
invisibilidad.
Regocijo fantasmal, guardado: almizcle perfumado.
Y no te apartes y le des vueltas.
Guardado en el recuerdo de la naturaleza con sus juguetes de niña. Los recuerdos asedian su mente cavilante. El vaso de agua del grifo de la cocina cuando hubo recibido el sacramento. Una manzana descarozada, rellena de azúcar moreno, asándose para ella en la hornilla en un apagado atardecer otoñal. Las uñas perfectas enrojecidas con la sangre de piojos aplastados de las camisas de los niños.
En sueños, silenciosamente, se le había aparecido, el cuerpo consumido en una mortaja holgada, despidiendo olor a cera y palo de rosa, su aliento, posado sobre él con palabras mudas enigmáticas, un tenue olor a cenizas mojadas.
Sus ojos vidriosos, mirando desde la muerte, para conmover y doblegarme el alma.
Clavados en mí sólo. Vela espectro para alumbrar su agonía. Luz espectral en su cara atormentada. Ronca respiración recia en estertores de horror, mientras todos rezaban de
rodillas. Sus ojos en mí para fulminarme. Liliata rutilantium te confessorum turma circumdet:
iubilantium te virginum chorus excipiat.
¡Necrófago! ¡Devorador de cadáveres!
¡No, madre! Déjame ser y déjame vivir.
Ulises
James Joyce
Me gusta. Mucho.
ResponderEliminarPrecisamente voy en ese tramo de la novela. Saludos, desconocido.
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