Era la hora media del día cuando observé bajar por las escaleras del frontal del Hospital General de Asturias a un hombre que vestido con pijama azul claro llevaba en su mano derecha una bolsa de plástico negra. Tras mirar a uno y otro lado, puso sobre el hombro el hatillo asiéndolo con las manos. Subiose el pantalón y puso pies por la pendiente que lo llevaría fuera del hospital. Tras dudar le seguí los pasos a corta distancia. Ya en la salida, hizo alto, volviose para, probablemente, despedirse del mundo que durante un tiempo lo había acogido. Tras una mirada a la izquierda decidió los pasos por le pendiente abajo.
Le seguí hasta que encontré a José Manuel, un policía que frecuentaba el bar plaza de toros, regentado por Orfelina y su marido -antiguos emigrantes a Francia donde consiguieron reunir el capital necesario para hacerse por traspaso del bar-.
Doctor Augusto, ese hombre es un paciente de la A1. Sí, como ves lleva su nombre y pertenencia escritos en una tira de esparadrapo pegada en su espalda para evitar informar a quien lo viera que es un paciente del Hospital.
Lo estoy siguiendo para saber a que lugar va. No te preocupes, déjalo en mis manos, me hago cargo de él.
Tras despedirme del amigo, me acerqué al hombre y, llamándole Gumersindo, volviose a mi diciéndome: Doctor Augusto, soy Gumer y estoy perdido, ¿me ayuda a regresar a la A1?. Claro que si. Te echábamos de menos y Julio me dijo que te habían perdido la pista.
Ven. Puse mi brazo por sus hombros y volvimos a la A1. Allí nos recibieron todos produciéndose una hermosa algarabía al recibir al amigo perdido.
En un aparte Julio y el resto de los compañeros me dijeron: el doctor fulano le dio de alta. Y, dado que no tiene donde ir, Marta, la Asistente Social, le está buscando asilo donde poder llevarle. Le pido perdón por haber firmado el traslado a Neurocirugía en su nombre.
Gracias Julio. Gracias compañeros.
Gumersindo, ahora soy tu médico. No te preocupes, no te daré de alta.
En unos días Marta le encontró asiento, comida y cama en Corias, ya que él era de Cangas del Narcea y, desde hacia dos meses, se encontraba sólo, pues había fallecido su hermana al precipitarse desde el hórreo de su casa.
Durante dos años lo visité todos los meses, aportando los medios que Gumer necesitaba para vivir tan solitaria existencia.
Al compañero que le dio de alta para iniciar un viaje al intemperie, le pedí perdón en nombre de Gumersindo. Y, en el mío propio, le dije que el propósito de la asistencia médica es la reintegración social, en su primer nivel al que fervientemente nombro como familia.
No se puede decir que tenemos un Sistema Nacional de Asistencia Sanitaria, si este no se relaciona con un Sistema Nacional de Asistencia de Salud, un Sistema Nacional de Asistencia Social, de un Sistema Nacional de Asistencia Judicial y de un Sistema Nacional de Asistencia en Educación.
Si el fin que tiene el Sistema Nacional de Asistencia Sanitaria es la rehabilitación social, el resto de los sistemas son necesarios.
Si el fin que tiene el Sistema Nacional de Asistencia Sanitario es el perdón de los pecados, o la rehabilitación como creyente, el tratamiento que se le ofrece ha de ser la "ordalía".
No hay comentarios:
Publicar un comentario