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22 ene 2015

De la velocidad que cambia con las piedras del camino.

Que Alianza Popular no es constitucionalista, ni de 1978 ni de nada, sino vaticanista, es por tal asociación declarado cuando no la "votó".

Esta información no es consecuencia de pequeños olvidos de la memoria. Sino oportunidades de las rebajas, de enero a enero.

Sólo leer La Constitución, o Acuerdo de 1978. 

El enjuiciar a un delincuente ha de establecer una pena, o espera suficiente para que el mismo abandone, mediante educación revisable, o re-educación, su marginación de la sociedad y su militancia en la población y pueda integrarse en la Sociedad. Aún sabiendo que hay subespecies humanas que son poblacionales, no por educación, sino por genética. Y, Téngase en cuenta que los genes sin los tomos de la enciclopedia constitucional.

Si el fin de la condena (espacio) y la pena (tiempo) es la de alcanzar la velocidad de la luz, o ser iluminado el reo, necesariamente, la condena no es continuo, o revisable. Lo que es un continuo es el pecado original referido en su genética.

Ah anotaba que la pena transformada en condena, es el concepto que de la velocidad se tiene en el submundo, o mundo de las tinieblas donde el soberano es el Demonio, o Ángel Malo al que se le nombra como Razón.

¡Vaya, con la Sin Razón hemos topao!. Es que no doy una a derecha, siempre virando a izquierda. Bueno, como en las rotondas de los bárbaros que circulan con rectitud, o por la derecha.

Aprovecho para decir a quienes trasplantaron las rotondas que al conducir con la siniestra mano, los giros han de ser en el mismo sentido y no contraviniendo la ley de dios. Probablemente, y a modo de disculpar al chiquillo en su travesura, podemos decir que ello ha sido consecuencia de la absurda afirmación, "pequeños olvidos de la memoria". Ahora que también podría ser por un condicionamiento freudiano derivado del pecado de mis padres que, desnudos, o en cueros, vagaron por Wostok, o el Paraíso, o Tierra de crecer la razón y, con ello la maldad de la Razón, que no de la de construcción, sino de la construcción. La Razón construye: el tiempo se transforma en espacio (velocidad) y no es que el espacio se divide por el tiempo. Y, como el tiempo mide la No Razón, o Ignorancia, podemos decir que la velocidad es el "aprehender" Razón del erial de la Sin Razón que habita en el fanganal de lo Ignoto.

Bueno, vale ya de Maimónides y sigamos.

Salto hacia atrás

El Gobierno retrocede en el tiempo con su empeño de legalizar la cadena perpetua

El Gobierno utilizó ayer su mayoría absoluta para forzar la introducción en el Código Penal de la “prisión permanente revisable”, un eufemismo que no oculta la voluntad de volver a un trato penal propio de otros tiempos. Y aunque se prevén revisiones de la condena tras 25 o 35 años de efectivo cumplimiento, según los casos —para salvar la posible inconstitucionalidad de la cadena perpetua—, de hecho permite mantener al reo toda la vida en prisión.

No se puede manosear el Código Penal por el hecho de que un Gobierno en dificultades quiera enviar mensajes de autoritarismo y firmeza a electores que se le escapan. Menos aún se debe adoptar semejante medida sin un debate previo en profundidad que justifique el endurecimiento penal. El Gobierno ya concibió este proyecto en su primer año de mandato, cuando el ministro de Justicia era Alberto Ruiz-Gallardón, pero lo desempolva ahora, en pleno año electoral. Y lo hace pasando por encima de toda la oposición, de las advertencias recibidas en su día desde el Consejo del Poder Judicial, el Consejo de Estado y otros órganos, y del manifiesto firmado por más de 60 catedráticos de Derecho Penal.

La contumacia del Ejecutivo y del partido que le apoya es en realidad una señal dirigida a los sectores más autoritarios de la opinión pública, que han exigido la reclusión a perpetuidad o el restablecimiento de la pena de muerte al hilo de crímenes de gran impacto social.

El gesto se produce en medio de la emoción provocada por la reciente excarcelación de Santi Potros —detenido de nuevo por otros asuntos—, como si se le hubiera podido aplicar la pena de perpetuidad por hechos cometidos cuando regía otra legislación penal.

Elevar las condenas al máximo posible resulta incoherente en un país con una de las tasas de delincuencia más bajas de Europa y en el que ya existe una escala penal agravada de hasta 40 años de privación de libertad. Nadie puede estar seguro de que los autores de crímenes especialmente odiosos, como los de Marta del Castillo o de los niños José y Ruth Bretón, o los cometidos en nombre de ETA o del yihadismo, se hubieran detenido ante la posibilidad de pasar el resto de sus vidas en prisión.

El Código Penal ya era suficientemente duro antes de esta nueva vuelta de tuerca. Todo un salto atrás.

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