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18 ene 2015

Devuéleme los tiempos en los que estaba en flor.




Fausto

El Poeta.- Devuélveme, pues, también, aquellos tiempos en que yo mismo estaba en flor, en que un copioso manantial de cantos nacía de nuevo sin cesar, en que las nieblas me velaban el mundo, en que el capullo me prometía aún maravillas, y cogía yo a miles las flores que con profusión llenaban todos los valles. Nada tenía entonces, y sin embargo, tenía lo suficiente: afán de verdad y placer en la ilusión. Tórname aquellos indómitos impulsos, aquella íntima felicidad llena de dolor, la fuerza del odio, la potencia del amor; ¡devuélveme la juventud!

El Gracioso.- Por de contado, amigo mío, buena falta te hará la juventud si te acosan los enemigos en la pelea; si hechiceras jóvenes se cuelgan apasionadas a tu cuello; si en lontananza la corona de veloz carrera te aguarda desde la meta difícil de alcanzar, si tras la violenta danza vertiginosa se pasan las noches en comilonas y empinando el codo. Pero pulsar con brío y donaire las cuerdas de la lira familiar, dirigirse vagando con dulce extravío hacia el ideal que uno mismo se trazara: he aquí, viejos señores, vuestra tarea, y no por eso os respetamos menos. La vejez no nos vuelve infantiles, como dicen, sino que nos encuentra todavía cual verdaderos niños.

El Director.- Basta ya de pláticas; mostradme también hechos al fin.

Mientras os deshacéis en recíprocos cumplidos, puede hacerse algo de provecho. ¿De qué sirve tanto hablar de inspiración? A los hombres irresolutos nunca les llega. Si de poetas os preciáis, comandad entonces la Poesía. Bien sabéis lo que nos hace falta: queremos saborear bebidas fuertes; disponeos ahora mismo a preparármelas. Lo que no se hace hoy, queda por hacer mañana, y no hay que perder en vacilaciones un solo día. Coja la resolución a lo posible por los cabellos con osadía y sin demora alguna, y luego no lo suelte y siga obrando, porque así debe hacerlo. Ya sabéis que en nuestros teatros alemanes cada cual ensaya lo que le place; por lo tanto, no me escatiméis en este día ni decoraciones ni tramoya. Utilizad el grande y el pequeño luminar del cielo; podéis prodigar las estrellas. Agua, fuego, escarpadas rocas, animales, aves, nada de esto falta. Así, pues, recorred a grandes pasos en la angosta casa de tablas todo el círculo de la creación, y con prudente rapidez idos, desde el.

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