La Persona, es la única que tiene que decidir sobre todo aquello que le afecte a ella.
La Persona en condición de Embarazo, no es paciente, sino ciudadana.
Considerar que una persona mujer en estado de pre-concepción, en estado de concepción y en estado de post-concepción, no es una enferma, no es paciente, ni padece enfermedad, o lesión alguna. Es una ciudadana.
No está en manos de médico alguno por cuanto que no es paciente.
Es una aberración, con raíces creacionista entender que el estado de concepción, en las tres fases, es una enfermedad y, por ello, que tiene una causa en un agente patológico, es, cuanto menos, calificable de ignorancia.
La persona en condición de embarazo, en cualesquiera de sus tres fases, es una persona.
Nadie pone en duda interrumpir la educación, concepción, o embarazo de un Individuo Humano por el hecho de educarse en una creencia irracional, o religiosa o en una creencia racional.
Nadie pone en duda la malformación que supone la irracionalidad, o religión. Y, por ello, considerarla un supuesto de aborto y reeducación en un campo dispuesto al efecto.
Reflexiones sobre los Códigos Éticos Médicos.
Aprovecho la ocasión para agradecer la formación médica, que no educación, recibida en la UAB por el Profesor Doctor Dexeus, en mi fase de Licenciatura en Medicina y Cirugía.
“Que hablen las mujeres. Hemos de respetar su derecho y su deseo.”
El reputado ginecólogo Santiago Dexeus es uno de los 2.000 profesionales sanitarios que ha firmado un manifiesto contra el anteproyecto de ley del aborto
El País, María R. Sahuquillo 28 FEB 2014
Santiago Dexeus (Barcelona, 1935) ironiza con que la reforma de la ley del aborto le traslada a otra época. Un tiempo en el que hablar de anticonceptivos era tabú y la igualdad de las mujeres parecía inalcanzable. El prestigioso obstetra, que ha asistido miles de partos y que es un referente científico en este campo, es uno de los cerca de 2.000 profesionales sanitarios que han firmado un manifiesto contra el anteproyecto de ley impulsado por el ministro Alberto Ruiz Gallardón.
Pregunta. ¿Qué supone la reforma de la ley?
Respuesta. Un paso atrás abismal. Cada vez que una mujer da un paso adelante surge algo que le hace retroceder dos. Hemos luchado, al menos algunos, para que exista la igualdad, y esto la lastra. Me duele que desde 1927 se lleva diciendo que la mujer debe incorporarse con su voz femenina y todavía hoy no se la tenga en cuenta. Que hablen las mujeres. Hemos de respetar su derecho y su deseo.
P. Habla de retroceso.
R. Tanto que me hace revivir la lucha de finales de los años setenta, cuando peleábamos para que se despenalizaran los anticonceptivos. Y lo conseguimos. Después llegó la ley del 85 [que permitía la interrupción del embarazo en algunos supuestos], y más tarde la que tenemos ahora, que es equiparable a la de cualquier país de nuestro entorno. ¿Vamos a empezar de nuevo? Es tan triste que dan ganas de llorar... Abortar no es algo frívolo, es a veces resultado de una situación económica, de falta de conocimientos sexuales o reproductivos, de discriminación... Siempre deja una huella, y como profesionales sanitarios debemos saberlo. Nuestro papel es evitar la clandestinidad porque sabemos que ocurrirá. Volveremos a finales de los setenta, cuando existía el turismo abortivo y las españolas iban a Londres. Esa dinámica favorece a las clases más elevadas.
P. ¿Aún en el siglo XXI cree que las mujeres recurrirán a medios inseguros?
R. Tenemos que tener en cuenta que a finales del franquismo, cuando el aborto estaba prohibido en España, el fiscal general del Estado reconoció que había unos 100.000 abortos clandestinos al año. La reforma de la ley no cambiará las cifras actuales [unos 110.000 abortos anuales] pero sí hará que las mujeres vuelvan a pasar por ese gravísimo riesgo. Un aborto mal hecho, en malas condiciones o por profesionales no cualificados puede provocar desde infección hasta esterilidad.
P. ¿Cómo vivió aquella época?
R. Entonces, cuando entraba una mujer en el hospital y veíamos que había sido sometida a un legrado no lo declarábamos. Se decía que había sido por causas naturales porque informar podría suponer que la mujer fuese a parar a comisaría. Lo ocultábamos tanto por respeto a ellas como por nuestra ética profesional. No veíamos que la ley fuera justa.
P. ¿Por qué cree que el Gobierno ha emprendido la reforma?
R. No lo sé, la verdad es que no lo puedo entender. Y menos tal y como está la situación. Cada día me pregunto por qué no nos ponemos a solucionar lo de verdad importante. Debemos alzar nuestras miras hacia los problemas graves y reales: gente que no tiene hogar, que pide en la calle. Con esta reforma el Gobierno no ha escuchado a los ciudadanos.
P. ¿No hay argumentos para cambiar la ley?
R. Lo primero que hay que decir es que no se obliga a nadie a abortar. Pero yo siempre les digo que piensen en su mujer, en su hermana, en su hija de 13 años... En qué harían si fueran ellos los que estuvieran en esa situación. Cuando el aborto estaba prohibido me llamaban algunos de los partidarios de la doctrina de la Iglesia católica, y me decían: “Un amigo mío tiene la desgracia de que su hija se ha quedado embarazada, y...”. Siempre era un amigo. Yo les daba la dirección de las clínicas de Londres. Hay mucha hipocresía.
P. Ha asistido miles de partos. Algunos preguntarán por qué firma este manifiesto.
R. Porque creo en la democracia. Y creo que quienes están a favor de mantener la ley actual son una mayoría. Hay pocos que dicen que debe reformarse, pero quizá tengan mucho poder. Tenemos una ley garantista, que promueve el conocimiento de la mujer, que da respuesta a los problemas de anomalías fetales, que dispone del diagnóstico prenatal... La reforma termina con todo esto [elimina como supuesto por sí mismo el aborto por anomalía fetal grave] y supondría, por ejemplo, que ya no se hará casi diagnóstico prenatal. Es un paso atrás clarísimo.
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