Autor: Un bosque de noticias
Refería ayer Miguel Arias, como candidato del Partido Popular al Parlamento de la Unión Europea que "los socialistas han sido los causantes de la crisis o fracaso de la política económica liberal"; bueno no reconocía el apellido "liberal"
Es probable que afirme tal cosa por ignorante. Sin embargo, por mínimo saber sobre la cuestión, sabe que en España, la causa principal es el delito de USURA de los bancos y Cajas de Ahorro en base a la Ley de Liberación (mejor este término) del Suelo impuesta por el Partido Popular, cuando José Aznar era Presidente del Ejecutivo del ?Estado del Reino de España.
La Usura de las organizaciones prestamistas es delito y, sin embargo, aún no han sido demandadas por el Estado que, por el contrario, han reforzado con el llamado Socorro, o rescate de las mismas.
Tampoco ha sido retirada la Ley de Liberalización del Suelo con la que se han financiado los Ayuntamientos.
Aún no se ha establecido el procedimiento de financiación de los Ayuntamientos.
Tampoco se ha puesto en marcha el que se llamara Socorro, Auxilio, o Rescate de los Ayuntamientos. Esta segunda fase de rescates, de la que sólo el amaño de pago a acreedores se ha dado, constituirá en el Segundo Rescate con medidas que recrearan estos dos últimos años. Aunque la recreación traerá la respuesta social violenta, que leyes como las del Ministerio de la Gobernación (mejor que Interior) no contendrán.
Para quienes no sigan la actividad de los políticos con expresiones como "no quiero saber nada de política", les pegó esta nota del 2012.
Nota.- en mi trabajo como médico hay pacientes que me refieren que "soy vegetariano" el hecho de desear ser no humano no lleva a que se regrese a tal condición. En sentido opuesto, tampoco.
¿FUE LA LEY DEL SUELO DE AZNAR EL ORIGEN DE LA BURBUJA INMOBILIARIA?
Recordaréis que hace cosa de un mes dediqué un post a alabar la última creación de Aleix Saló, Simiocracia. Mi buen amigo Jaime (cuyo deseo de anonimato respeto enormemente, pero que sería un extraordinario bloguero si algún día superase su “complejo de ermitaño digital“) me comentó personalmente su cierta reticencia a la hora de leer a Saló porque le había parecido muy simplista y hasta sectario en su vídeo de Españistán a la hora de poner énfasis en la Ley 6/1998 del Gobierno Aznar, la conocida como “Ley de Liberalización del Suelo“, como punto de partida de la burbuja inmobiliaria.
Yo le recordé a Jaime que Saló insiste en su captatio benevolentiae que sirve de introducción a Simiocracia que asume que su relato es simplista y tiene la mera pretensión de acercar al gran público ciertos conceptos económicos básicos (y divertir también, cómo no). Pero no deja de ser cierto que ese sambenito a Aznar y su Ley del Suelo como punto de partida del boom inmobiliario se ha convertido en una de esas peligrosas “verdades colectivas” que chocan con mi concepción de la realidad, que está llena de sombras y matices. Así que aunque este asunto da para libros enteros como el“Adiós, ladrillo, adiós” de José Luis Ruiz Bartolomé (@AdiosLadrillo), me vais a permitir un par de brochazos de estos matices olvidados.
Empezando por el principio. Aquí voy a hablar de memoria, y me vais a perdonar que no tengo el tiempo para hacer una adecuada labor de documentación para tirar de hemeroteca. Retrocedamos a los años 1997-1998. Estamos en la primera legislatura de Aznar, afrontando una situación difícil y aplicando una política económica austera que conducirá a España a entrar al euro cumpliendo requisitos contra todo pronóstico. Habría mucho que hablar sobre el éxito de esta legislatura y también la “suerte” que se tuvo con factores exógenos como el precio del petróleo y otras cuestiones, pero podemos decir que son los años que mejor se le valoran al ex-presidente, creo que merecidamente. En aquella época, se razonaba la necesidad de una liberalización del suelo por dos motivos. Primero, porque en España había un déficit estructural de vivienda (había menos viviendas en oferta de venta y alquiler de lo que demandaban los jóvenes en edad de independizarse, especialmente en una época en que se hacían adultas las generaciones delbaby-boom de principios de los setenta) y la liberalización serviría para aumentar significativamente la oferta, en la medida en la que ésta se veía constreñida por las trabas administrativas de la calificación urbanística. Y en segundo lugar, por reducir corruptelas y la arbitrariedad de los ayuntamientosen la definición de qué era urbanizable y qué no. Conceptualmente, sigo considerando que estos dos argumentos son irrefutables.
Sin embargo, la realidad es tozuda y pasó lo que pasó: se gestó una tremenda burbuja inmobiliaria. Entre 1997 y 2007 los precios de la vivienda casi se duplicaron, al tiempo que el parque inmobiliario crecía a ritmos del 5% anual y pasábamos de una situación de exceso de demanda a una de exceso de oferta. La liberalización consiguió de esta manera, en la práctica, aumentar como se quería la construcción de viviendas, pero de manera descompensada y con un perverso impacto en precios, ajeno a la teoría de la oferta y la demanda. ¿Cómo es esto posible?
En realidad, como explican claramente estos textos de Juan Carlos Barba y del propio José Luis Ruiz Bartolomé, la Ley 6/1998 no fue suficientemente liberalizadora, y pese a que el principio de partida era voluntarioso, en realidad dejaba demasiados resquicios a las Comunidades Autónomas y a las Corporaciones Locales para controlar la urbanización y mantener sus prebendas. Al final entonces nos encontramos con que los Ayuntamientos se pudieron en todo caso aprovechar de la ley para “hacer caja” municipal (y muchos políticos para engordarse notablemente los bolsillos), aprovechándose de las reincidentes restricciones a la accesibilidad a la construcción de viviendas.
Detrás de la burbuja inmobiliaria hay que saber encontrar otros factores, de los cuales claramente el principal es la burbuja de deuda, de cuya dimensión da buena cuenta este post de Julio Tejedor Bielsa. Con dos componentes. Primero el descontrol en la asunción de riesgos por parte de las entidades financieras, que financiaban hasta el 100% de la vivienda, partiendo de tasaciones temerarias, incluyendo si hacía falta el coche y el reloj, concediendo hipotecas “de por vida” y con diferenciales sobre el tipo de interés de referencia verdaderamente bajos. Segundo la irresponsabilidad de tantos cuidadanos a la hora de cargarse de obligaciones de pago que se basaban exclusivamente en preconcepciones altamente irracionales: que el precio de lo que compraban nunca bajaría sino que más bien seguiría subiendo ad infinitum, que su economía familiar no empeoraría y que los tipos de interés se mantendrían bajos. Sumémosle la entrada de capitales financieros extranjeros (mayoritariamente europeos) a la búsqueda de atractivas rentabilidades, y teníamos una exhuberancia monetaria que era el caldo de cultivo perfecto para una inflación desproporcionada del mercado de la vivienda.
Porque, no lo olvidemos, la subida del precio de la vivienda no se explicaba por el incremento equivalente de los sueldos de los españoles. Lo que sí era evidente es que la “verdad colectiva” del momento era que uno compraba un piso a un precio ridículamente alto, pero daba igual, porque en cuanto lo ponías a la venta “te lo quitaban de las manos”, por muy caro que lo vendieras. Claro que con ese dinero y un buen pico más de hipoteca te metías en otro piso aún más caro, esperando a dar el siguiente bote de la pelota. Esto era como una bola de nieve que va cayendo desde la cima de la montaña y va creciendo según rueda cuesta abajo. Hasta que hemos llegado a un punto en el que nos hemos pegado el tortazo y ha reventado.
¿Tiene la culpa Aznar y su gobierno? Pues evidentemente ellos estaban encantados con el empleo generado, la ficticia prosperidad que acarreaba, y no hicieron nada por desinflar la burbuja. Más bien al contrario, la alimentaron manteniendo desgravaciones a la compra de la vivienda y acallando cualquier mensaje negativo hacia la compra de la vivienda como vehículo de inversión.
Pero no es justo convertirlos en los únicos malos de la película. Raro será quien no conozca de primera mano a algún familiar o amigo que no se haya aprovechado de la burbuja para dar algún pelotazo, cada cual a su escala. Mucho español medio daba por bueno este fenómeno y jugaba al juego que le proponía la banca.
Y tampoco es que el gobierno de Zapatero cambiara radicalmente las cosas. Hay que reconocerles que supieron criticar el modelo productivo del ladrillo, y aspiraban a reconvertir la economía hacia la innovación, la tecnología y el medio ambiente, pero a la hora de la verdad poco llevaron a la práctica de tan encomiables ideas. Su ley de 2007 tiene grandes aspiraciones pero no termina de obtener resultados porque como en tantas otras cosas, al gobierno de ZP le sobraban palabras bonitas pero le faltaban hechos concretos. Más bien al contrario: al final no se terminó de alimentar la burbuja inmobiliaria hasta que ya no hubo manera de evitar su desenlace.
¿Qué hacer? No es asunto sencillo. Ruiz Bartolomé habla de liberalización (de verdad) o socialización de las plusvalías del suelo. Tiene un buen punto. Yo no me siento capaz de dar una receta ni mucho menos, y por otra parte ahora mismo es un poco irrelevante porque ante el exceso de oferta y la deflación persistente del precio de la vivienda, pocos incentivos hay para desarrollar nuevos procesos urbanísticos. La lección que sí que hay que aprender es la derecuperar un sistema de valores en base a la austeridad entendida como humildad y no crecimiento desmedido, y la de cuidarnos de no caer en la droga de la deuda. En último término la burbuja inmobiliaria es la consecuencia de haber estado masivamente enganchados a esa droga. Es más cómodo echarle la culpa a la Ley del Suelo de Aznar. Pero, en mi opinión, toca enfrentarnos a la realidad con toda su complejidad, no disfrazarla, si verdaderamente queremos no sólo salir de esta crisis sino prevenir en la medida de lo posible las próximas.
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