Continúo mis estudios de la ESO sobre Historia de Asturias. Cuando tenía edad de bachiller no he tenido la oportunidad de saber sobre el mundo en el cual cohabito desde hace miles de años. Hoy, aquellos que se incorporaron al gen, o pueblo recientemente deseamos que sepan que forman parte no separable de quienes les precedimos en darnos a la luz.
Transcribo literalmente del "libro de texto" del cual ya lo he hecho con anterioridad.
Lo hago como muestra de autoridad que yo no tengo ni poder que se me atribuya.
Recomiendo su lectura en familia para sentirse miembros de un Pueblo superviviente por el abono que vamos dejando. Es este maravilloso abono el que ha hecho que el jardín siga produciendo aquellos frutos que nuestros anteriores descubrieron pueden sernos útiles para calmar el hambre de trascender en vuestros genes y en vuestra memoria.
Cuando descubrí la talanquera en el prado del mismo nombre, para mí lo guardé como el tesoro que debía a los que me siguieran en el tiempo.
El otro día lo visité y me hizo llorar como está destrozado por los vecinos que pastan sus ganados en él.
Recuerdo que aquel día del descubrimiento ha sido el único en el cual visité la casa donde ha sido atendido mi padre con diligencia por mi abuela Laura. Quedé sorprendido al ver que la parte trasera de la cocina/comedor/estar era la roca del monte. En ella había celdas donde depositaban los útiles de cocina y alimentos. Pensé que, probablemente, tales celdas están haciendo tal servicio desde la época de los castros. Si, pensé que el prado era el castro amurallado con la talanquera defensiva. Y, que el nombre de Campana lo sería desde entonces por la función de llamada del poblado a reunión. Probablemente, la casa donde se hizo crecer a mi padre fuera desde hace miles de años, la iglesia, o lugar de reunión del pueblo, gen, o conjunto de familias que constituían el "Castro".
Muerto mi padre, al único que había participado de su existencia, ya puedo cumplir con la petición que me hizo: haz de aquel lugar venerable y dale por nombre "Laura Mazuren". Estoy en ello, padre. Estoy en ello.
Historia de Asturias
C.A. Gordón Rodríguez
Vicens Vives - Bachillerato, 2015
C.A. Gordón Rodríguez
Vicens Vives - Bachillerato, 2015
A pesar de que el proceso de hominización del territorio fue relativamente tardío, sus óptimas condiciones geográficas y climatológicas hicieron que la implantación humana fuera definitiva y muy activa. La excelente ubicación explica la importancia de la cornisa cantábrica durante todo el período prehistórico.
1.1. La hominización y los primeros poblamientos paleolíticos.
Se cree que la presencia de grupos humanos en esta zona comenzó hace aproximadamente 200.000 años, durante el Paleolítico Inferior. Los primeros pobladores asentaron en la costa y en la ribera de los ríos de la vertiente cantábrica más favorables para ellos: el Eo, el Navia, el Nalón y el Sella. Con la llegada de los Homo neandarthalensis, cuyos restos se han hallado en la cueva de Sidrón, aumentó el poblamiento.
La fase más importante fue la del Paleolítico Superior, entre 35.000 y 10.000 años a. C., cuando los pobladores empezaron a decorar las cuevas en las que habitaban. En este momento, aparece el arte parietal rupestre, caracterizado por el dominio de figuras de animales pintadas. Probablemente, se trataba de un sistema de comunicación mediante signos, con la intención de favorecer sus condiciones de vida, lo que se ha querido como una primera forma de religiosidad. Algunas de las cavidades y paredes donde se pueden localizar estas representaciones artísticas se encuentran cerca de los ríos, como es el caso de las cuevas de Tito Bustillo (Ribadesella), el Buxu (Cangas de Onís), El Pindal (Ribadedeva) y Llonín (Peñamellera Alta), excavadas en la cuenca de los ríos Cares y Deva.
La fase de transición del Paleolítico al Neolítico, conocida como Mesolítico, se desarrolla en la Península Ibérica entre los 10.000 y 5.000 a. C. Para este territorio se acuñó el nombre de período o época Asturiense, término que se refiere a los primeros enterramientos colectivos vinculados a zonas costeras. En comparación con otros lugares de España, existen pocos restos arqueológicos que permitan conocer la presencia de colectivos durante el Neolítico, algo que no ocurre para el período posterior.
1.2. La Edad de los Metales.
A partir del IV milenio a.C. Se construyeron en el territorio asturiano los primeros megalitos, entre los que destacan los dólmenes, formados normalmente por una entrada y un corredor que da paso a la zona del enterramiento. Es probable que, en algunos casos, estas construcciones cumplieran, además, una función fronteriza, como símbolo visible encargado de marcar territorios de las diversas comunidades. Destacan los de Santa Cruz (Cangas de Onís), Merillés (Tineo), Monte Areo (Gijón) y El Castellín (Allende).
La llegada de la metalurgia originó una gran actividad minera en Asturias. Se explotaron minas de cobre en El Aramo (Riosa) y El Milagro (Cangas de Onís), donde se encontraron restos de hachas planas para obtener el mineral.
Los objetos de metal más abundantes hallados en esta zona son de cobre y broce, metales utilizados para perfeccionar las armas y herramientas de caza y recolección (hoces de bronce). La riqueza minera de la zona propició la aparición de centros de elaboración de armas, objetos de metal y orfebrería, cuyo comercio se extendió a finales de la Edad de Bronce y Principios de la del Hierro.
1.3. Los pueblos prerromanos y la cultura de los castos.
Durante el I milenio a. C. Empezaron a proliferar minúsculos núcleos de población fortificados, conocidos como castros. Los asentamientos que dan nombre a esta cultura se encuentran situados normalmente en elevaciones de terreno y otros lugares con cierto interés estratégico. Por su carácter defensivo, parece que fue frecuente el enfrentamiento entre diferentes núcleos de castros. Las casas eran sencillas cabañas de ramajes y adobe, que más tarde fue sustituido por muros de piedra. Normalmente eran de planta circular, aunque también las había de planta rectangular.
Es posible que los grupos étnicos que poblaron estas zonas fueran el resultado de la fusión de diversas culturas indígenas, grupos llegados del centro de Europa y pueblos de la Meseta. La evolución de estos colectivos permite establecer una división geográfica:
- Zona occidental, donde se localizaban tribus galaicas como los cibarcos y los albiones. Destacan los castros de Coaña, Mohías (Coaña) y San Chuis (Allande).
- Zona Central, ocupada por los satures, divididos entre agustanos (al sur de la Cordillera Cantábrica) y transmontanos (entre la Cordillera y el mar).
- Zona oriental, al este del río Sella, donde encontramos diversas tribus cántabras, como los vadinienses.
Gracias a las numerosas estelas funerarias conservadas y a los testimonios de los historiadores romanos podemos aproximarnos a cómo se organizaban estos colectivos. Socialmente, se agrupaban en familias y en gens (vocablo romano que designa la agrupación de varias familias) o pueblo. Estas sociedades vivían de la recolección de frutos, como las bellotas, que una vez molidas se convertían en panes y tortas, productos base de su alimentación. Se sabe también que practicaban la caza y la pesca, y que existían intercambios comerciales con pueblos de la zona atlántica y la Meseta. El uso del hierro les permitía elaborar una rica orfebrería en la que destacan la confección de diademas, toques y fíbulas.
Otro aspecto cultural destacado de estos pueblos, y que conocemos a través de los historiadores romanos, es la importancia que se daba a las personas mayores y ala dignidad derivada del rango guerrero o religioso.
///////////Los montañeses según Estrabón///////////
Todos los habitantes de la montaña son sobrios: no beben sino agua, duermen en el suelo, y llevan cabellos largos al modo femenino, aunque para combatir se ciñen la frente con una banda.
Comen principalmente carne de cabrón (...). En las tres cuartas partes del año los montañeses no se nutren sino de bellotas (...). En lugar de aceite usan manteca. Comen sentados sobre bancos construidos alrededor de las paredes, alineándose en ellos según edades y dignidades; los alimentos se hacen circular de mano en mano; mientras beben, danzan los hombres al son de flautas y trompetas, saltando en alto y cayendo en genuflexión (...).
Antes de la expedición de Broútos, no tenían más que barcas de cuero para navegar por los estuarios y lagunas del país; pero hoy usan ya bajeles hechos de un tronco de árbol, aunque su uso aún es raro. Su sal es purpúrea, pero se hace blanca al molerla.
Así viven estos montañeses, que, como dije, son los que habitan el lado septentrional de Iberia; es decir, los kallakoí, ástourus y kántabroi, hasta los ouáskones y el Pyréne, todos ellos tienen el mismo modo de vivir.
Estrabón: Geografía, siglo I
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