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22 nov 2015

África ante el mundo.







África ante el mundo
Donato Ndongo-Bidyogo, ABC-21-11-15

Los ciclos se suceden. Finalizadas las guerras napoleónicas, sus vencedores se reunieron en Viena en 1815 para diseñar el futuro de Europa y un "nuevo orden mundial". El acuerdo fundamental, abolición de la trata negrera, respondía - sin desdeñar los sentimientos humanitarios y demás razones morales- a la necesidad de mantener al africano en su suelo, mano de obra imprescindible para explotar los recursos exigibles por la incipiente industrialización. La "Era del Imperialismo" culminaría con el reparto de África en la Conferencia de Berlín, en 1885. Desde entonces, nadie pidió perdón por los cinco siglos de esclavitud y colonialismo, que devastaron el continente y causaron la muerte a millones de africanos.

Derrotados los totalitarismo a en 1945 - con i portante contribución africana-, los aliados establecieron un nuevo "orden mundial" basado en la universalización de la libertad y la igualdad. No fue una concesión la Declaración de los Derechos Humanos, sino fruto de la soterrada lucha del movimiento anticolonial  afroasiático. Relegado el "derecho de ocupación" a un anacronismo, la Guerra Fría diluyó los anhelos de humanización y dignificación, reduciendo las independencias a mero formalismo: nativos súbitamente encumbrados ocuparon los palacios de los gobernadores europeos, designados para mantener privilegios seculares.

La caída del Muro de Berlín en 1989 pudo asentar de modo definitivo el ideal de libertad. La excarcelación de Nelson Mandela apareció como la asunción universal del derecho de cada africano a vivir libre y próspero en su tierra, al disponer de recursos humanos y materiales suficientes que lo hacen posible. Se constatan ahora los efectos de la globalización resultante del enésimo "nuevo órdenes mundial": pese al deseo manifiesto de sus poblaciones -al norte y al sur del Sahara- permanecen intactas casi todas las dictaduras. El pretexto: mantienen la "estabilidad".

Cuando Europa, oasis de paz y prosperidad en un mundo convulso, afronta, titubeante y desconcertada, la tragedia recurrente del Mediterráneo, donde desde 2002 -no constan cifras anteriores- han perecido 24.000 inmigrantes, merece la pena insistir en argumentos racionales que desmienten los tópicos al uso.  Ni el ser humano abandona lugares en que se siente seguro ni satisface vivir de la misericordia. Si se erradicasen las causas verdaderas que la originan, cesaría la emigración como problema. Dicen que la aviación de Gadafi y otros congéneres situó el integrísimo islamista a las puertas de Europa; en su último esfuerzo por salvarse, el propio tirano libio reivindicó su papel de muro protector. ¿Y no es más cierto que sus 42 años de yamahiriya ahogaron de forma brutal toda aspiración de libertad y prosperidad de su pueblo, con la complacencia de Occidente, que jaleaba las extravagancias de un jefe de tribu medieval esbozando sonrisillas  condescendientes?¿Razonable esperar idílicas democracias de una generación aplastada, adoctrinada en la intolerancia, educada en el odio, la violencia como modelo?

Fenómenos aún más intensos al sur. Desde hace seis años, los gaboneses están empeñados en construir una sociedad plural y equitativa que sustituya a la cleptocracia familiar sostenida por la antigua potencia colonial desde su independencia. El silencio general ahoga sus protestas contra abusos y crímenes políticos, como el del opositor André Mba Obame, muerto en abril pasado, y la insensibilidad de su dirigente ante la miseria generalizada en un país dotado de ingentes  bienes: hidrocarburos, uranio, hierro, manganeso, madera, pesca. En Camerún, el descontento por la corrupción endémica, la especulativa alza del precio de los alimentos, el desempleo y, sobre todo, el monolitismo  de un sistema que, después de treinta y tres años, maniobra para perpetuarse, han supuesto centenares de cadáveres en los últimos años, sin que apenas trascienda. Desde septiembre pasado, la población tomó las calles de Brazaville y otras ciudades congoleñas, para obligar el eterno mandatario a abandonar su pretensión de continuar en el poder, donde, en segunda etapa, desde 1997, tras derrocar al Gobierno democrático, con el apoyo de emblemáticas empresas españolas, al precio de 20.000 muertos. En Burundi, la fraudulenta reelección de un presidente insaciable está costando demasiadas vidas desde primavera.

¿Y en Guinea Ecuatorial, que nunca gozó de libertad, donde avanzan los preparativos de entronizar una dinastía tribal? Cambio aparente para calmar a un pueblo ahogado por la represión y la miseria esquilmaron los otrora ingentes rendimientos petrolíferos. ¿Qué decir de Ruanda, Zimbabue, Angola, Sudán, Chad, República Democrática de Congo, Níger, Costa de Marfil, Togo, Mali...? Naciones fabulosamente ricas, víctimas de la depredación de élites monolíticas incapaces de sostenerse sis el sacrosanto manto que las arropa. Temblaron mientras oían al presidente Barak Obama ponderar las virtudes de la alternancia, en agosto pasado, en la sede de la Unión Africana (UA) en la capital etíope. Susto pasajero. Mientras los demócratas africanos suspiran por algo más que palabras, los tiranosaurios miran impacientes el transcurrir del tiempo, que pronto convertirá en Historia a su molesto "hermano" de Washington.

Percibidos como paradigma de la miseria, los africanos suscitan en los "otros" reacciones de manual: compasión en los bondadosos, miedo en egoístas y timoratos, rechazó en los villanos. Categorías que no objetivan el fenómeno, en ausencia de informaciones arteramente hurtadas. Porque quizá algo cambiase si al ponderado discurso caritativo acompañasen datos complementarios: informes elaborados por la UA indican que el blanqueo de dinero y demás formas de corrupción practicadas por las industrias extractivas privan a ese continente de 157.000 millones de dólares anuales; organismos humanitarios aseguran que las instituciones financieras europeas ingresan cada año, procedentes del continente mísero, capitales cuyo monto equivale al doble del presupuesto que la Unión Europea destina a Cooperación al Desarrollo; recientes investigaciones de organizaciones solventes revelan que 463 buques de la empresa chin de pesca -arrastreros  de fondo en su mayoría- faenan ilegalmente y con artes prohibidas en aguas de de la zona económica exclusiva de varios países del África Occidental; práctica de efectos ecológicos perversos, pues esquilman las especies de manera indiscriminada. La escasa vigilancia permite pescar sin permisos ni control, falsificando las cantidades capturadas. Resultado: drástica merma de peces en el Atlántico africano, y pérdidas valoradas por la Unión Europea en 24.000 millones de dólares anuales.
Donato Ndongo-Bidyogo es escritor.


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