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20 nov 2015

Hoy la sin razón hace que el Derecho se retrotraiga. No.



Beccaria y su obra
Guillermo Cabanellas de Torres
I
Trayectoria de la tesis punitiva

En un momento como el presente en que resurgen con esplendores mayestáticos viejas instituciones punitivas que parecían del todo abolidas; en el que lo arbitrario cobra nuevas prerrogativa y la ley del Talion decide las acciones de muchos hombres y en el que el más fuerte impone con la violencia sus decisiones, viene bien el reiterar aquellas leyes y doctrinas que, como piqueta demoledora, surgieron para destruir mucho que era necesario acabar.

II
De nuevo, el ocaso del Derecho.
Después de los magníficos estudios de Saldaña, Bernaldo de Quirós, Calamandrei y Francisco P. Laplaza parecía atrevimiento sin atenuantes el insistir en publicar el que lleva el atrevido título de Beccaria y su obra. Más de tres décadas han transcurrido desde que lo escribiera, lo que ha hecho que de lo mucho que allí se dijo haya sido barrido por los huracanes desencadenados en este mundo lleno de convulsiones que nos toca vivir.

De Mariano Ruíz Funes son estas palabras tan amargas como certeras: "Al publicarse en este mismo año (1950)la segunda edición comentada de Calamandrei, esta atualidad de Beccaria, que alumbraba las conciencias en las malas horas de la guerra, se conserva viva. Se ha ganado la guerra militar. Una paz, que apenas es un armisticio, está a punto de quebrarse de nuevo. Con el triunfo de las armas no se ha asegurado todavía el de las conciencias libres. Si la guerra, en contra de la opinión de Churchill, fue una guerra de ideologías, en la lucha de la democracia y la libertad contra el fascismo y el nazismo, puede afirmarse que no se ha logrado la victoria"(Beccaria y Calamandrei, en "Revista de la Escuela Nacional de Jurisprudencia de México, t.XII,nums 47/48 (julio-diciembre de 1950), pág 267).

¡Qué habríamos de decir después, años más tarde, ante el panorama de crímenes, odios, lágrimas y fango! Ya solo se lucha por sobrevivir frente a la injusticia y la arbitrariedad, tal como si fuéramos aprisionados por nuevas tinieblas que nos impiden ver la luz de la razón.

Pero no son ahora los mismos que emplean las torturas haciendo renacer briosamente la pena de muerte, que ejecutan sin previo proceso. El particular se arroga facultades privativas de los Poderes Públicos y las ejerce con soberanía que no permite vacilaciones.

En cierto lodo los juristas, al menos aquellos que vivimos en determinada área, contemplamos cómo conceptos que creíamos imperecederos van debilitándose hasta casi desaparecer, substituídos por sistemas que prevalecen fundados en la fuerza, el miedo y el terror.

El ocaso del Derecho se inicia en estas últimas décadas con el secuestro de personas, toma de rehenes, inmolación de víctimas inocentes, destrucción de bienes, con su secuela de otros crímenes que acompañan a la acción terrorista; tiene su origen en una neurosis que encuentra en la guerra su mejor expresión. La tuvo España en trágicos amaneceres, en los años 1936 y 1937, que en las tapias de los cementerios o en las cunetas de las carreteras dejaban su estela de sangre aquellos que morían por creer en Dios o en el Gran Arquitecto del Universo; aquellos que fueron sacrificados por el solo hecho de pensar en forma distinta de quienes tenían en sus manos facultades discrecionales de suprimir, quitándole la vida, al ocasional enemigo. Los millares de víctimas inocentes, entonces inmoladas son el anticipo de esas otras que, años después, serían sacrificadas por un terrorismo que busca su justificación en la injusta distribución de la riqueza o en otros motivos no menos proselitistas o demagógicos.

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