Son tantos los errores que me he cometido que no dejaré de tener memoria para evocarlos.
Muchas veces he sido testigo de crepúsculos; de Occidente a Oriente, de Oriente a Occidente.
Un día, junto con mi profesor Serrats, operamos una paciente joven.
Nos fuimos a Santiago de Compostela a una reunión de la Sociedad LusoEspañola de Neurocirugía.
No nos fuimos tranquilos. En cuanto hemos podido volvimos. Era Sábado Santo.
Al llegar, la paciente estaba en coma y fiebre desde un tiempo.
La hemos tenido en hibernación mediante cocktail lítico de Laborit. En Agosto del año siguiente se hizo consciente.
En silla de ruedas y con lesión de cuerdas vocales por estenosis subglótica.
Hoy no hubiera ni hubiéramos cometido el error de dejar a la paciente en postoperatorio en otras manos. No lo hemos hecho más, nunca más.
Perdona Concha, no volveré a dejarte. Gracias por todo lo que me has dado.
Y, gracias, también, a tu madre y hermana, por tanto como me han dado. A ellas, también, perdón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario