Hace ya más de 15 años que he hecho la estructura para escribir la palabra entre los Individuos Humanos dedicados a descubrir la enfermedad y a tratarla con el fin propio de los dioses de asolarla y recuperar la salud, o bienestar de quien la padezca. En aquel tiempo poblaban Asturias muchos señores que imponían el temor en sus feudos. Asturias era el reflejo de una más pobre Naucratis. Esos señores temían que el poder de la escritura les arrebatara su poder; el saber que no el conocer, pues de esta propiedad carecían, no por haberla perdido sino por no estar dotados desde antes de ver la pobre luz de sus estancias.
Esos señores feudales murieron en el olvido después de dejar en su lugar otros con inteligencia que no hiciera sombra la suya.
Al no encontrar diálogo posible me fui fuera de Asturias para ofrecer mi invento a señores de otras tierras que deseaban que sus siervos fueran más sabios al dotarse de memoria.
En el camino fundé Teuth y Thamus que mi hija gobernó con saber y amor.
«Pues bien, oí decir que vivió en Egipto en los alrededores de Naucratis uno de los antiguos dioses del país, aquél a quien le está consagrado el pájaro que llaman Ibis. Su nombre es Theuth y fue el primero en descubrir no sólo el número y el cálculo, sino la geometría y la astronomía, el juego de damas y los dados, y también las letras. Reinaba entonces en todo Egipto Thamus que vivía en esa gran ciudad del alto país a la que llaman los griegos la Tebas egipcia, así como a Thamus le llaman Ammón. Theuth fue a verle y, mostrándole sus artes, le dijo que debían ser entregadas al resto de los egipcios. Preguntóle entonces Thamus cuáles eran las ventajas que tenía cada una y, según se las iba exponiendo aquél, reprobaba o alababa lo que en la exposición le parecía que estaba mal o bien. Muchas fueron las observaciones que en uno y en otro sentido, según se cuenta, hizo Thamus a Theuth a propósito de cada arte, y seria muy largo el referirlas. Pero una vez que hubo llegado a la escritura, dijo Theuth: «Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los egipcios y aumentará su memoria. Pues se ha inventado como un remedio de la sabiduría y la memoria». Y aquél replicó: «Oh, Theuth, excelso inventor de artes, unos son capaces de dar el ser a los inventos del arte, y otros de discernir en qué medida son ventajosos o perjudiciales para quienes van a hacer uso de ellos. Y ahora tú, como padre que eres de las letras, dijiste por cariño a ellas el efecto contrario al que producen. Pues este invento dará origen en las almas de quienes lo aprendan al olvido, por descuido del cultivo de la memoria, ya que los hombres, por culpa de su confianza en la escritura, serán traídos al recuerdo desde fuera, por unos caracteres ajenos a ellos, no desde dentro, por su propio esfuerzo. Así que, no es un remedio para la memoria, sino para suscitar el recuerdo lo que es tu invento. Apariencia de sabiduría y no sabiduría verdadera procuras a tus discípulos. Pues habiendo oído hablar de muchas cosas sin instrucción, darán la impresión de conocer muchas cosas, a pesar de ser en su mayoría unos perfectos ignorantes; y serán fastidiosos de tratar, al haberse convertido, en vez de sabios, en hombres con la presunción de serlo»
(Platón, Fedro, 274c-275b. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1970. Trad. de Luis Gil Fernández)
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