Su lectura en familia, hoy dia 1 de Noviembre, es oportuno. Hacerlo bajo la protección de la capa de San Martin de Tours.Se dice que en el año 337, en pleno ivierno, al entrar en su ciudad, Amiens, se encuentra con un mendigo al que le da la mitad de su capa, a que la otra mitad era del Ejército de Roma al que servía. Su día es el 11 de noviembre. La relación con la Casa de Quirós, Laviana y Aller, la anotaré en otra ocasión.
Sulpicio Severo tiene escrita una biografía muy hermosa sobre San Martin y, si se desea leer una concepcion del Mundo y su evolución hasta el Siglo IV, leerle su obra "Historia Sacra".
San Martin y el mendigo de El Greco.
El cielo roto
Sulpicio Severo tiene escrita una biografía muy hermosa sobre San Martin y, si se desea leer una concepcion del Mundo y su evolución hasta el Siglo IV, leerle su obra "Historia Sacra".
San Martin y el mendigo de El Greco.
El cielo roto
Fernando Barrejon
Capítulo 1
2 de Enero de 1492 (Boabdil entrega las llaves de Granada a Isabel, Reina de Castilla y, con esta entrega, Reina de España. De Guadalete hasta Cillaperlata, de Cillaperlata hasta Santa Fé).
Ya era de día, pero no hubo amanecer. Una neblina quiera ocultaba a jirones la Vega y dejaba ver los efectos de la tala devastadora y los incendios. El gélido viento que había azotado Granada en días anteriores cesó, y durgió la neblina constructora que desdibujaba a trechos la ciudad y la oprimía como un sudario; una niebla fina, más fría que el viento y quieta como la muerte.
A las puertas del palacio de invierno, que llaman el Cuarto de los Leones, una formación de pajes, escuderos, oficiales, cadís, muftis y añgunos abemcerrajes esperaban al rey dudados y hambrientos, sabedores de que era la última vez que le acompañaban investido de majestad. Todos callaban en sus puestos y sólo se oía el resoplar inquieto de los caballos, que de vez en cuando, hacían resonar el suelo con sus cascos. Un paje negro sujetaba las riendas del caballo del rey y otro a su izquierda, portaba una bolsa de cuero con las llaves del palacio y de las fortalezas.
Desde el incierto amanecer, llevaban ya dos horas en sus puestos sin que el rey apareciese, por lo que comenzaron a relajar posturas y a hablar quedamente, murmurando conjeturas de sí a última hora el reino no se entregaría. Y aún debieron esperar algunas horas mientras los abencerrajes y los muftis abandonaban la formación entrando y saliendo del palacio.
Al fin apareció en la Puerta de los Siete Suelos la cetrina figura de Mohammed XII, Boabdil, impecablemente vestido de negro real, con la capa ceremonial sobre los hombros y, en la cabeza, el turbante con los signos de la realeza. No se quiso encontrar con ninguna mirada y sus ojos repasaron las leyendas cúficas que ornaban las paredes y los capiteles de las gráciles columnas. Había varias alabanzas a su homónimo, el sultán Abu Abdullah. En las de la galería leyó: "Prosperidad perpetua", "felicidad", "bendición". Eso leía en las paredes, pero en su corazón sentía los antónimos: "Loor al Dios único", "los bienes que poseéis vienen de Dios" y, sobre todo, el repetido lema alhambreño: "sólo Dios es vencedor". Solamente en una de las inscripciones de la galería encontró algo de consuelo, que penetró como una diminuta chispa de luz en sus tinieblas interiores: "Dios es el refugio en toda teibulación". Montó su caballo en silencio y, con un gesto, dio la orden de salida.
Ausente estaba el rey de su cortejo, sus ojos perdidos ya no miraban nada, pero su mente bullía de recuerdos y escenas dolorosas. El día anterior había estado en el Albayzin para hablar de cerca a su pueblo y explicarles las razones de su proceder y la conveniencia de la rendición. Llegó solo, sin la acostumbrada escolta de escuderos y abencerrajes, en un alarde conjunto de valentía y desesperación para hablar directamente con su gente. Fue la única vez que lo hizo sinceramente, como un creyente más, de igual a iguales, pero no le salió bien, porque ya era demasiado tarde. Había sido el instigador de una sangrienta guerra civil entre facciones que querían hacerse con el poder cuando ya estaban rodeados de cristianos por todas partes. Ahora estaba rodeado de sus partidarios y sus detractores, y todos estaban descontentos. Hubo un gran alboroto y un conato de ataque contra su persona. Recordaba al zegrí que espantó a su caballo con gritos de libertad y lucha, y a punto estuvo de tirarle entre la multitud; recordaba a Algassani, el héroe de la resistencia, que le inculpó de cobardía y traición, argumentándole que, si hubieran resistido un mes más, el ejército cristiano se habría visto forzado a levantar el sitio y a retirarse sin conquistar la ciudad; pero recordaba más al joven médico con ropas de cristiano que medió entre los gritos del zegrí y la mortal palidez de su monarca.
-¿Cómo osa un renegado -le espetó orgulloso Boabdil, intentando desviar la atención - mediar entre musulmanes?"
Cuando se murmura por envidia, la muerte contempla con regocijo.
Me gustaría sentir la palabra en la familia que lee unida textos que como este, iluminan mi vida.
No sé. No sé.
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