Llevamos un tiempo de bocas por aquí. Y volvemos a ellas, a toda su húmeda sensualidad, por obra y gracia de Abdellatif Kechiche, el director de La vida de Adèle, que las pone en el centro de la escena del amor, el deseo, la nutrición, la voracidad.
Sinfonía de bocas o el amor entre Emma y Adèle en un fotograma de 'La vida de Adèle'.
Bocas que hacen ruido al comer y al besar, bocas que se tiñen de tomate, que chorrean, bocas que mastican y chupan, bocas de ostra resbalando entre los labios y bocas que se quedan sin alimento y se inundan de mocos y de lágrimas. Bocas mojadas, bocas desesperadas o deseadas con desesperación.
La vida de Adèle es una sinfonía de bocas, y algún rayo de sol. También hay bocas secas y desgarro, el del desamor o las sombras en las que a veces nos quedamos, dejando de lado la propia vida en favor de la pura devoción hacia el objeto amado.
Bocas...y algún rayo de sol.
No sé si alguna vez el cine había sido tan explícita y creíblemente oral. Y lo de creíble no va por la verosimilitud de la historia o del sexo sino por lo auténtico de este homenaje a la boca. Toda la técnica de la peli de Kechiche está puesta al servicio de unos labios que contagian voluptuosidad. La luz que reverbera en los destellos de saliva; los primerísimos primeros planos de piel, poro, hendidura; cada pequeño ruidito húmedo confluye en un paisaje sonoro contagioso de carnalidad.
Creo que la boca es la medida de nuestro deseo. Al menos, del mío. Cuando alguien me gusta, me vuelve loca cada sensación intuida a partir de su boca, de su humedad, de su lengua, de sus ruidos, de la manera en que bebe, succiona, pronuncia. A propósito, recuerdo aquel pasaje de Seda, el libro de Alessandro Baricco, en que el único vínculo entre el viajero y la chica japonesa es la taza de té que comparten y en la que buscan beber los dos del mismo lado, apoyando los labios en la superficie ya humedecida por el otro. Sexy, ¿no?
Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux son las protagonistas de 'La vida de Adèle'.
Disfruté tanto de La vida de Adèle, una película a la que se le achaca la falta de síntesis en el sexo (las escenas eróticas tienen la cadencia del tiempo real), cuando luego, en la misma película, pasan varios años de la vida de las chicas de un plumazo. Coincido con Kechiche: en el sexo no hay elipsis posible. Cuando alguien nos tira desde las tripas, podemos recuperar simbólicamente cada gesto de la pasión y la pelvis vuelve a erizarse.
La tensión sexual anticipa el romance y el devoto desenfreno de Emma (Léa Seydoux) y Adèle (Adèle Exarchopoulos) y, sí, tanta piel en primer plano y en pantalla grande puede darnos algún pudor en la sala oscura, pero así nos turban el erotismo y el amor en la propia carne.
¿Si el sexo homosexual es verosímil en esta película?
Jamás le hemos pedido verosimilitud al sexo heterosexual en el cine. Creo que si hacemos una encuesta entre espectadoras, preguntándoles si ellas llegarían al clímax en las mismas posturas que los personajes femeninos de las películas, la mayoría diría que consideran imposible correrse (o 'acabar') en las posiciones cinematográficas. Claro, nuestros movimientos para alcanzar el orgasmo no dan tan bien en cámara... y probablemente dejen poca carne al descubierto porque en la vida real hay mucha más superficie de piel frotándose que 'al aire'.
Tráiler de la polémica película de Abdel Kechiche.
¿De dónde surge, entonces, semejante solemnidad en los debates, en territorio gay,sobre si las escenas de sexo son realistas, híperrealistas o si las actrices son lesbianas en la vida real?
Creo que puedo generalizar al decir que los heterosexuales tenemos asumido que el cine coreografía los encuentros sexuales. Entendemos que se montan escenashot con criterios estéticos y algún efectismo, pero no para que parezcan del todo tu cama o la mía. La ficción ciertamente puede transmitir verdad y deseo o sensaciones, pero el juego consiste en que aceptamos las reglas y nos metemos un ratito en esa cama, aunque no sea igual que la nuestra.
Si las escenas de sexo en La vida de Adèle no están coreografiadas (en las notas de producción se asegura que el director les dijo a las chicas que hicieran lo que les viniera en gana), entonces no se puede acusar a Kechiche de hacer porno lésbico para hombres... ¿o sí?
La novela gráfica en la que se inspiró Kechiche es 'El azul es un color cálido' de Julie Maroh.
Al parecer, las escenas más tórridas se rodaron con prótesis de genitales y pelucas, además de alguna membrana de silicona para separar los cuerpos, algo que no advertimos los espectadores que, si somos capaces de sacudirnos la perspicacia infinita, gozaremos con Emma y Adèle.
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