La mentira es un síndrome de patología psiquiátrica que ha de ser adecuadamente estudiado y tratado. Si no se trata se puede transmitir socialmente, a MOdo de pandemia, comprometiendo la vida de la Sociedad, como es el caso del Nacional-Socialismo de los años treinta en la Alemania que aún no se había recuperado del resfriado que había tenido con la Primera Guerra Mundial. Al igual que sucede con los Individuos Humanos que mienten patológica ente acerca de la enfermedad sufrida como escudo frente a lo que ellos entienden que es manifestación de una debilidad física y/o social. Aún persiste en muchos Humanos la creencia de que la enfermedad es un castigo de Dios por haber cometido él o sus padres un pecado.
Así, mienten para cobrar una pensión o para justificar ante los demás sus carencias económicas.
Yo he tenido profesionalmente una paciente que culpaba de sus agresiones sexuales, a los hombres y mujeres con las que compartía sus efluvios. Cuando un individuo varón pretendió ayudarla económicamente le injurió de tal manera que transmitió a los interesados difusores de la injuria, que era ella la que, realmente, quien actuaba ayudándole económicamente. Lo curioso es como los difusores de la injuria, con los datos en la mano de que ella nunca había hecho trabajo alguno que refería, continuaron, pato lógicamente, admitiendo la injuria; se apreciaba que ellos necesitaban verse representados por ella. Este comportamiento de epidemia social es importante que tenga un diagnóstico pronto para acotar su extensión y que lo lleve a estado de pandemia.
La Mentira
Andrés Flores Colombino, 2011
LA MENTIRA PATOLÓGICA
Son las más graves, pues se trata de invenciones destructoras de famas, honras y
reputaciones, y una de ellas es la mitomanía. Por definición son construcciones
fantásticas y falsas destinadas a ensalzar la propia vanidad. Utilizan mentiras
dependiendo del grado de conciencia para discernir sobre verdad y mentira. Los
neuróticos sedientos de aceptación como los histéricos y los narcisistas, que viven en
el mundo de todos –son imputables- son fanfarrones, siempre alardeando sobre una
realidad propia increíble y extraordinaria, acerca de títulos patricios o antepasados
ilustres, bienes o estancias y autos fantásticos, profesiones que nunca culminaron,
amores ocultos, vinculaciones secretas, acceso a mundos enteros para manejar
influencias y el poder. Sus personalidades patológicas vehiculan en la adultez sus
frustraciones infantiles. La mitomanía constituye una conducta seudológica de
venganza por haber sido engañado. Mienten por mentir y no suelen obtener beneficio
por ellas. Suman una mentira sobre otra para justificar su mentira anterior en serie.
Son como el pastor mentiroso de Esopo: cuando después de aburrir a todos con sus
gritos de ayuda con la mentira de que los lobos atacaban a sus ovejas, el día que el
lobo las atacó realmente, nadie le creyó. "Cuantas veces resulta de un engaño/ contra el
engañador el mejor daño" dice Samaniego, quien también escribió el cuento del pastor
mentiroso. Todos tenemos conocidos que cuando cuentan una historia, comentamos:
“a Fulano solo le creemos la mitad de lo que dice, un cuarto de lo que jura y nada de lo
que llora”. Si el falsario es consuetudinario, simplemente ‘no le creemos nada’.
Otra mentira patológica es la fabulación, siendo los más fecundos los delirantes
paranoicos y parafrénicos. Sus mentiras son en parte verdaderas pero interpretadas
patológicamente y así adquieren otro sentido diferente a la verdad. Para ellos
adquieren carácter de convicción. Pueden llegar a tener seguidores o discípulos
convencidos de la verdad de sus fabulaciones. La mentira puede guiar a un pueblo
entero. Muchas guerras se iniciaron así y terminaron con imperios al parecer eternos.
Pero el fabulador y delirante no son mentirosos no saben que su verdad no es tal.
En los trastornos de la personalidad o psicopáticos, están las mentiras más
peligrosas, pues encierran una intención maliciosa y perversa en el sentido moral. Ni
siquiera tienen la noción de que mienten, cuando lo hacen, aunque son totalmente
imputables, por eso terminan en la cárcel con frecuencia. Es un recurso natural de su
existencia. Engañan a sus cónyuges, a sus socios, a sus amigos, a sus compañeros
de trabajo, a sus amantes, a sus cómplices. No les importa la verdad ni la sinceridad.
En realidad, pueden ser sinceros, pues piensan que siempre dicen la verdad – o lo
primero que les viene en mente-, pero no tienen conciencia moral. En los cargos
públicos prometen todo y no cumplen nada. Sin culpas ni vergüenza. En el ejercicio de
la profesión (también entre los médicos) conocen todas las triquiñuelas para obtener
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