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25 jul 2014

San Miguel de Lillo y mi padre.


Padre, hoy hace dos años que caminas solo por el Azul. Como habíamos quedado, hoy se han puesto las cartas de tu vida boca arriba y, así quedarán para siempre.
Estoy seguro que el titán San Miguel te protegerá. Por este motivo elijo hablar de la gran obra de la arquitectura, San Miguel de Lillo. ¿Recuerdas cuando me lo hiciste visitar a tu lado, después de hacer visita a San Miguel de Villardeveyo?.



ARTE ASTURIANO
José Manuel Pita Andrade, 1963
EL ARTE ASTURIANO
José Manuel Pita Andrade

EL ESTILO RAMIRENSE: EL MAESTRO DE NARANCO.

San Miguel de Lillo

A doscientos metros de Santa María del Naranco se eleva esta iglesia, que pese a haberse destruido en gran parte constituye una de las más importantes creaciones del arte asturiano. Las crónicas citan casi siempre a la vez que el dedicado a Santa María. Se menciona por vez primera en una donación del año 857 hecha por Ordoño I a la catedral. Desde el 883 hasta el 905 vuelve a hablarse de San Miguel de "Ligno" o "Linio" en las crónicas Albeldense, Rotense, de San Sebastián, y en una donación de Alfonso III recogida en el Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo. Pero la noticia más extensa figura en la Cronistas Silense del año    1115. Dice así, según la traducción de Gómez Moreno: "Construyó [Ramiro] muchos edificios, distantes dos millas de Oviedo, con piedra arenisca y mármol en obra abovedada. Así, pues, en la ladera del monte Naranco fabricó tan hermosa iglesia,con título del arcángel San Gabriel, que cuantos la ven atestiguan no haber visto jamás otra semejante a ella en hermosura, lo cual bien conviene a Miguel, victorioso arcángel que, por la voluntad divina, en todas partes dio triunfo al Príncipe Ramiro sobre sus enemigos."

Debe destacarse el valor concedido a estos monumentos en los diversos textos y sobre todo la exaltación de su técnica no sólo por la presencia de bóvedas (que se encontraban, como bien observó Schlunk, en las obras de Alfonso II) sino por la presencia de arcos perpiaños reforzando los tramos. Este valor puede tener la frase latina "opere forniceo", que el Silense recoge después de aparecer en las crónicas Albeldense, Rotense y de San Sebastián; sino carecería de sentido la expresión, aplicada a Santa María del Naranco... "Et tu alía decoris eius taceam, cum pluribus centros forniceis sit con camerata, sola calce et lápida constructivos, cui sí alicuis hedificium consinilare voluerit, in Spania non inveniet".

Por desgracia todas las alabanzas dedicadas a San Miguel de Lillo en las crónicas de la Reconquista no impidieron que el templo se arruinase. En el siglo XVI Ambrosio de Morales debió verle todavía intacto; recuerda que lo describen varios cronistas anteriores que "no llegan , sin duda, a celebrarla como ella se merece. Es pequeñito, pues con grueso de paredes no tiene  no tiene más de cuarenta pies de largo y la mitad de ancho. Más en esto poquito hay tan linda proporción y correspondencia, que cualquier artífice de los muy primorosa de agora tendría a bien que considerar y alabar. Mirada por fuera se goza una diversidad en sus partes, que hace parecer enteramente en cada una lo que es y lo hermoso que tiene. El crucero y el cimborrio, para las campanas, todo son cosas que se muestran para sí con gran gusto a los ojos, y yo junto hace la mayor lindeza. Entrando dentro se presenta un bronquio, tan cumplido de todo lo dicho y de cuerpo de iglesia, tribuna alta, dos escaleras para subir a ella y la torre, con comodidad y correspondencia de luces. Y agradando todo mucho con la novedad da mayor contento ver en tan poquito espació toda la perfección y grandeza que el arte en un gran templo podía poner. La tribuna, con ser una cosita muy pequeña, tiene grandes advertencias de correspondencia y proporción, así que hace notable lindeza. Y de dos covachitas que tiene, fronteras una de otra para servicio (a lo que se puede entender) de tener libros y otras cosas, dicen los de esta tierra una donosa fábula, que eran estancias del Rey Din Alonso y su mujer..."

Cuantos textos acaban de decirse permiten imaginar el sugestivo aspecto que tendría San Miguel de Lillo antes de su ruina. Las excavaciones y los trabajos de D. Aurelio del Llano, nos ilustran sobre lo que debió ser. Pero las más terminantes observaciones sobre su estructura dé ende a D. Manuel Gómez Moreno, autor del plano que aquí se reproduce. La planta responde a un esquema que en principio responde a un esquema que hallábamos en Santullano: cabecera tripartita con cabecera mayor reforzada por arquería a adosadas; brazo mayor con tres naves y cuatro tramos incluyendo al que correspondería al crucero, más ancho que los demás y jalonado, en ambos extremos, por sendas piezas semejantes a las de Santullano. A los pies se marca una especie de pórtico que queda embebido en la construcción por la existencia de dos estancias adheridas a cada lado. Las diferencias más esenciales con el templo de Alfonso el Casto estriban en el empleo de columnas en lugar de pilares para separar las naves y en una tribuna sobre el pórtico de los pies, con acceso a ella mediante escaleras que interesan las piezas laterales. Como en Santullano, el edificio tenía exteriormente numerosos contrafuertes. En el crucero, e interrumpiendo la nave central, existía un iconostasis del que nos quedan restos.

Lo más sorprendente de San Miguel de Lillo era el alzado. El brazo mayor se cubría con bóvedas de medio cañón. La de la nave central. Apoyándose sobre los arcos formeros y columnas, tendría arcos fajones como los de Santa María de Naranco. En las naves laterales las bóvedas serían de distinta altura en cada tramo, pero además alternaría su disposición: las bajas iban paralelas a la nave central y las altas perpendiculares a ella.

Por desgracia, de todo el conjunto no queda más que la parte de los pies (con el pórtico y piezas laterales) y el primer tramo. Con todo puede observarse como se cumplen estos contrastes entre la reducida anchura de las naves y su desproporcionada altura a la vez que se refrenda la preocupación por los problemas constructivos al aplicar, casi con derroche, contrafuertes, arcos (en algunos casos los huecos llevan dinteles arqueados), bóvedas, etc.

Desde el punto de vista decorativo el templo presenta gran interés. Como en Naranco los relieves enriquecen las columnas, arcos y jambas.. Aquí, además, nos quedan algunas de las celosías primitivas y un rosetón primorosamente calados. En el Museo de Oviedo se guardan fragmentos pertenecientes a los primitivos canceles; uno de ellos, con un grifo, pertenece a la época visigoda, pero al dorso muestra ya la técnica del periodo ramirense. Dominan motivos ornamentales de carácter vegetal estilizado que podrían valorarse como fruto del desarrollo en la época de Alfonso el Casto tal como aparece en Bendones y Santullano. En las barroteras de estos canceles se representan, superpuestos, personajes de pié, algunos con un bastón. Es difícil fijar el significado de estas figuras. Las basas conservadas "in situ" o en el Museo Arqueológico se disntinguen también por su rica decoración, predominando el sogueado, y por las aves y personajes dentro de arquerías.

En cambio lo tienen, y muy concreto, las que decoran los relieves de las jambas del pórtico, donde hoy se ha colocado la puerta de la iglesia. Ambos don iguales y representan una escena distribuida en tres niveles y enmarcada por bandas de sogueado, motivos florales u hojas. Pese a la rudeza de la obra (realizada con técnica de relieve a dos planos) se advierte en seguida un afán de imitar nobles modelos. En este Caspio el prototipo es bien conocido: el diptico de Arobindo (596 d.c.), conservado en el museo de Leningrado, en el que aparece el Cónsul en medio de dos dignatarios, presidiendo una escena de juegos circenses. Este testimonio tiene valor aleccionador: demuestra el influjo de la eboraria sobre la escultura, mientras que en los discos y relieves de Santa María de Naranco  habría que buscar la fuente de inspiración  en algún plato sasámida, en la miniatura o en los tejidos.

San Miguel de Lillo también estaba decorado con pinturas. Los restos que quedan en el tramo del lado de la Epistola permiten imaginar una escena historiada, con un personaje sentado en un trono y otro próximo a él portador tal vez de alguna ofrenda. Además hay un ángel con un laúd que conserva su policromía. Estas representaciones podrían relacionarse con las que aparecen después en la miniatura, concretamente en los beatos del siglo X. Otros restos pictóricos tienen valor exclusivamente ornamental y se relacionan con los descritos en Santullano.



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