I.- Argayo de Subiedes, año 722.
El primero y más célebre es el recogido en las crónicas que narran los hechos ocurridos al iniciarse la Reconquista. En la Crónica Rotense, escrita hacia el año 884,aunque los hechos se refieren al 722, tras indicar que parte de los musulmanes derrotados en Covadonga huyeron a Liébana, se dice:
«Cuando marchaban por lo alto del monte que está sobre la ribera del río que se llama Deva, junto a la villa que llaman Causegadia [Cosgaya], ocurrió por sentencia de Dios que ese monte, revolviéndose desde sus fundamentos, lanzó al río a los 63.000 hombres, y allí los sepultó a todos el tal monte».
En la Crónica Albeldense, más escuetamente:
«Entonces los de las huestes de los sarracenos que habían sobrevivido a la espada, al derrumbarse un monte en Liébana, fueron sepultados por el juicio de Dios».
Tradicionalmente se ha identificado ese monte que cayó sobre los musulmanes como el de Subiedes y así lo recuerdan el monumento instalado al efecto en la varga de Los Llanos y esta inscripción que hay –o había- en la torre de Mogrovejo:
«Subiedes, peña fragosa,
sobre los moros cayó,
y a los cristianos libró.
¡Ved que cosa milagrosa!»
El estudio "El castillo del monte Subiedes (Camaleño, Liébana, Cantabria). Control del territorio lebaniego en la Alta Edad Media", de Javier Marcos y Lino Mantecón, ha profundizado en el asunto.
Liébana es una comarca en la que las pronunciadas laderas que bajan desde las cumbres que la rodean hasta los valles interiores son propicias a la existencia de corrimientos de tierra o “argayos”. En estas líneas vamos a hacer un repaso por algunos de ellos de los que ha quedado constancia a lo largo de la historia, y lo vamos a hacer, fundamentalmente, reproduciendo textos que hablan de ellos.
II.- Argayo en Cahecho, año 1791.
El segundo gran argayo del que tenemos noticia documental tuvo lugar en Cahecho allá por 1791. Son dos autores los que dan cuenta de él. Matías de Lamadrid en su “Memoria sobre los grandes montes y demás riqueza de Liébana” escribe:
«En 1791 el grande monte llamado Yurbiende junto al lugar de Cahecho emprendió un viage [sic] al mar, y tomando el río Deva hizo esta extraña marcha, que es de unas 7 á 8 leguas. Preñadas las montañas con grandes depósitos de agua para cebar fuentes perennes y lejanas, acontece que rebientan [sic] por algún punto por las injurias del tiempo, debilitada y perdiendo así la mole el equilibrio, el agua envuelta con tierra, peñascos y árboles liquida digámoslo así, la montaña, y forma un espantoso y ronco torrente, que al mar mismo cuasi sorprender debe».
Y termina diciendo: «Esto llaman aquí Argayos, y más en pequeño son muy frecuentes».
Por su parte, Ildefonso Llorente, ya en 1882, lo relata del siguiente modo:
«Y añadiré una cosa extraña, respecto al pueblo de Cahecho. Había junto a ese pueblo un grande monte llamado Sorbiende, o Sorbienda, que quizás tenía en su interior algún lago, quizás estaba superpuesto a alguna capa de terreno bituminoso, aunque más creo lo primero. De todos modos, es lo cierto que en el año 1791, después de una temporada de grandes lluvias, el monte Sorbienda se fue licuando, y de pronto perdió el equilibrio, rodando tierra, peñascos, árboles y agua en corriente espantosa, como si fuera la de un caudaloso y turbio río, hasta unirse al Bullón y luego al Deva, que llevó todo aquel extraño barro al mar, distante unos 30 kilómetros de allí. ¡Vaya un argayo! como aquí se llama al desprendimiento del terreno».
Vemos, pues, cómo en este espectacular argayo, que no causó víctimas, las lluvias tuvieron un papel importante.
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