En 1936, aprovechando la lucha del Pueblo de Madrid en defensa del Sistema de Estado de España, al que se dio en nombrar como República, contra el cual una parte del Ejército de España se levantó en armas, negando con ello su juramento de defenderlo, dos mujeres, madre e hija, fueron asesinadas por los hermanos de la madre y el conocimiento de los hermanastros de la hija. El fin era la herencia económica y del título nobiliario de la madre.
La madre, viuda y con dos hijos, se había casado en segundas nupcias y tenido la hija asesinada.
El esposo y padre de las asesinadas se le informó del asesinato por las "huestes rojas" a través de los asesinos que pagaron a tres sicarios para que las asesinaran a tiros y luego las metieran en sendas cubas de brea y cerradas mediante toscos remaches, como posteriormente vio directamente el esposo y padre de las asesinadas.
Los hermanos y tíos de las asesinadas desconocían que al día siguiente de contraer matrimonio, los contrayentes habían hecho testamento de cesión herencia a favor del otro de la totalidad de sus bienes.
Tras la muerte de la madre, sus hermanos e hijos reclamaron el título nobiliario y la herencia, no sólo de la parte que legalmente les pertenecía, sino del resto.
Ante la presentación judicial del testamento, este desaparece de la custodia judicial. Con ello, comienza un juicio por parte del padre y esposo de las asesinadas en octubre de 1941, contra los asesinos. Los ladrones y aquellos que permitieron el hurto del testamento depositado en custodia en en las estancias del Juzgado. Dos días más tarde, es quemado y derrumbado el palacete de Madrid del notario que tenía en depósito el testamento.
La ristra de juicios se suspenden, desaparece todo el rastro de los mismos a finales de Noviembre de 1962 tras la muerte, de causa no aclarada, del querellado.
En Febrero de 1962 el querellado dejó en depósito dos baúles con la documentación que de los hechos tenía a su nieto, hijo de su primogénito y no hijo de su esposa asesinada.
La entrega se hizo junto con la propiedad de una finca donde quedó y sigue custodiado el tesoro de su abuelo. En mano entregó 37000 pesetas para que, "cuando cumplas la mayoría de edad continúes los juicios emprendidos por mi".
¡Se continuarán los juicios por los hombres o por Dios, lo juro, no lo prometo, lo juro!
Así sea, así ha de ser y así será.
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