Aquel día de Noviembre de 1959, con 13 años, Augusto llegaba unos minutos tarde a la clase de Lengua y Literatura de Doña Angelita Orán. Era un día frío, por lo que me arrobaba con un un abrigo gris que le venía desde por debajo de sus rodillas hasta sus anchos hombros, mientras portaba botas marrones con calcetines de igual color, aunque un poquito más claros. Como pantalones vestía unos de color grisque le llegaban a un dedo de las rodillas. Y, su cuerpo se cubría con una camisa de color azul claro y, sobre ella, un jersey verde trenzado.
Como decía, llegó una vez cerrada la puerta del aula, aunque aún se sentía el ruido de abrir y cerrar pupitres para sacar y meter atropelladamente los libros y las libretas.
El arrastrar las sillas en el suelo por no levantarse, era expresión de la vagancia de compañeros de aula, aunque no de estudio.
Tras tocar en la puerta con los nudillos de sus manos, entreabrió la puerta , dirigió su mirada a la mesa donde estaba apoyada Doña Angelita, y dijo con voz firme, nunca temblorosa como el Profesor Turiso decía: buen día. Luego aprecié que estaba esperando mi llegada. Antes de pedirle el permiso para entrar ya me dijo: "pasa, pasa, ilustrado Augusto". Gracias, le respondió.
Cuando descuidado de lo que luego supo que estaba sucediendo, se dirigía a su pupitre, el primero de la primer fila, cercano a la puerta, fue sorprendido por su querida profesora:"Augusto, no te sientes, ven acá".
Mientras se dirigía al estrado, Doña Angelita se dirigió al alumnado diciendo: habréis observado que mi querido Augusto nunca dice buenos días, sino buen día. En otra ocasión hablaremos del saludo y como es correcto hacerlo como él lo hace, en singular y, quienes son aquellos y porque saludan en plural.
Augusto se acercó, y frente a ella, discretamente a su derecha, y una vez a su lado, se puso mirando al alumnado, al ser tomado por el brazo derecho de Doña Angelita que dejó reposar sobre sus hombros.
Y, como apreció, Doña Angelita, con la mirada y la palabra frente al alumnado y ya puesta en pié, junto a Augusto, continuó diciéndoles: "como os estaba diciendo, hoy tenemos con nosotros un ilustre personaje llamado Augusto Pérez y, al que su padre dice ser nivolesco. No me extraña nada, pues, como ya sabéis por las reiteradas veces que nos hizo saber, Augusto ha sido nacido en Llanera por su madre y, como siempre puntualiza, él nunca ha nacido.
Pues, efectivamente, hasta hace unos días, Augusto no ha nacido. Si, el Augusto que vosotros conocéis, ha muerto. Ha nacido un nuevo Augusto, Augusto Pérez. Y, para saber de é,l he traído una novela que vamos a leer entre todos.
El padre del Augusto que nos ha dejado se llamaba Augusto José Manuel. Sin embargo, el padre de este Augusto recién nacido se llamaba Miguel.
Así, sin más tardar, comenzaremos a leer la novela y, todos los días, hasta que la terminemos, la leeremos al comienzo de cada clase, hasta terminarla. Sienta, Augusto, sienta aquí, a mi lado".
Augusto no estaba perplejo porque nunca ha sido un descarriado. Entendió que era otra forma, de las muchas que tenía, para motivar a sus alumnos en la lectura que Doña Angelita calificaba de "lectura creativa y no de papagallo".
Una vez sentado, Doña Angelita le dijo a Augusto: " Toma, comienza a leer tu". Se tornó a recoger el libro, de la Colección Austral, con funda de papel tapizada.
Es aburrida la narración de la vida de Don Augusto Pérez, para aquel que no es imaginativo, o creativo. Por este motivo y, porque no decirlo, por otros muchos, dejo en este momento el decir sobre la vida de estudio y oración en el Instituto Alfonso II de la ciudad capital del Reino de Asturias que lo ha sido, sigue siendo y lo seguirá siendo.
Cuando en el año 2010, Augusto volvió a ser nacido, tampoco ha sido por su voluntad. Si aquella lo ha sido por voluntad de su Madre Marina, esta del año de 2010 lo ha sido por voluntad de su Padre Augusto José Manuel.
Augusto piensa que ha llegado el momento de nacer por su voluntad. Y, para que nazca tiene que ser concebido.
Antes de comenzar tan apaionadamente biografía diré: ¡Ah!, yo nunca me hice llamar, por no haber nacido. A mi me llaman quienes se han creído mis padres. Y, por creer, nunca sabrán que han errado. Y será poco probable que algunos puedan llegar a conocer a Augusto, porque por su condición proto-personal, como mucho, podrán llegar a saber de él.
Augusto, si que los conoce, aunque poco sabe de ellos por cuanto no es su interés, que para ello está documentado el camino que han seguido. Piensan que han dejado miajas de pan en el camino y, por ello, los pájaros las han comido. No, no han dejado miajas de pan , sino el rastro de su reptar por el humus de lsu vida. Y, de estación en estación, han mudado su camisa que ha engendrado vida reptante que les delata. Dejan sus huellas en el humus del que son.
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