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27 oct 2013

¡Ay Asturias!. ¡Ay Hospital General!

Ayer he ido al Hospital Covadonga de Oviedo para visitar una persona,,familiar, en coma irreversible indicado por una hemorragia Encefálica a nivel de ganglios basales.

Me acompañó Alejandra, mi hija mayor.

Aparqué el coche en el Hospital General de Asturias. Subí a Policlínicas en el ascensor de pacientes del Oeste y bajé por el monte cargas. Le hablé de mi vida en el mismo, alejado de ellas.

Al pasar por Policlínicas nos cruzamos con dos médicos jóvenes que, seguro, están en el fragor de su formación. Le hablé de lo que recuerdo pensaba cuando yo era ellos.

Al salir, lo hicimos en sentido inverso.

Me surgieron las lágrimas cuando salíamos del "recinto" del Hospital General de Asturias.

Le respondí que nos habían mentido quienes decidieron la llamada fusión de hospitales y, que aún siguen mintiendo. Entonces, todos los que trabajábamos en los diferentes hospitales, depositamos nuestra confianza en quienes nos capitaneaban.

Hoy, les digo que el cambio de edificio es mentira.  Asturias necesita cambiar el modelo de asistencia médica, no necesita cambiar de edificio.

Hoy, mi amiga Ana me trae un libro: 
Mi vida querida.
Alice Munro (premio Nobel 2013)


Al leerlo, me sentí representado y, coherente con lo escrito en esta nota.

Me ha gustado en el fondo y en la forma. Haré reflexión sobre el mismo y lo anotaré. 


Anoto su comienzo para que juzguéis lo que he dicho.

Título 1: Llegar a Japón.

"En cuanto le subió la maleta al compartimento, Péter parecía ansioso por quitarse del paso. No es que estuviera impaciente por irse, dijo que sólo le preocupaba que el tren se pusiera en marcha. Se quedó en el andén mirando hacia la ventanilla, despidiéndose con la mano. Saludando, sonriendo. A Katy la miraba con una sonrisa franca, resplandeciente, inequívoca, como si creyera que la niña siempre sería un prodigio para él, y él para ella. A su mujer, en cambio, le sonreía con optimismo y confianza, pero con cierta determinación. Algo que no era fácil explicar con palabras, que nunca lo sería. Si Greta lo hubiera mencionado, Péter le hubiera dicho: no digas tonterías. Y ella le hubiera dado la razón, pues no le parecía natural que personas que se veían a diario, a todas horas, tuvieran que andarse con explicaciones de ninguna clase."



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