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17 oct 2013

El vago, vacío, o vácuo.

No hay que confundir el vacuo, el vacío, o vago, con el desmemoriado o, aquel que distorsiona su propia memoria. Y, principalmente, aquel que distorsiona su memoria para obtener beneficio propio mintiendo sobre otro. Ese mentir que quien no es vacío nombra como injuria.

Cuando un médico o un juez utiliza la injuria del paciente, o del acusado, como medio de auto-exorcismo de su vaciedad o, mejor expresado, de su vagancia que no vaguedad.

Estoy leyendo conocimiento anotado acerca de la realidad e imaginación. He comenzado con la obra Leviatán de Hobbes y, con los pies juntos y los brazos pegados al cuerpo me zambullí en el saco de mi memoria. Cuando descendía me sorprendió que Guillermo me acompañaba y, como disculpa por haberme sorprendido, abrió espasmódicamente sus ojos a la vez que encogía sus hombros y apretaba sus labios. En ese momento, movió sus piernas y de su boca salieron burbujas que me sonreían, me decían: ¡Augusto, cuanto tiempo!. Sentí que me decía: creí que ya no nos volveríamos a ver. ¿Te has olvidado de mi?. Raudo le respondí no pero al agitar mi cabeza para decírselo me entró agua por donde debía estar cerrada, por lo que salté a la superficie. Ya con la cabeza fuera del agua, me disgusté, me había despertado del sueño en el que había estado con Guillermo, con mi amigo Guillermo.

Ya el aire me hizo presente y no ausente como estaba en el país de la imaginación, en mi país, en el mío, en Imagonia. En mi país, en mi tierra, los surcos los sembramos con verdades que cuidamos sallando, quitándole las malas hierbas que impiden un desarrollo adecuado durante su infancia. Y cuando crecen, las arrendamos, les arrimamos tierra para que puedan madurar y darnos los frutos que el sol madurará, dejando su cuerpo al desnudo.


Cuando hablo con Individuos interesados en obtener un beneficio basado en un pasado que piensan tengo difuminado, recurro a la apertura del cendal en el que guardo, ordenadamente y adecuadamente indexada, mi Memoria. En el cendal de mi Memoria, no almaceno mi pendón, o estandarte que identifica mi origen noble, o de padre conocido por su madre. En el cendal de mi Memoria, archivo mi pendón, adecuadamente indexado.

A mi cendal mnésico acudo en busca de la obra de Thomas Hobbes, Leviatan. Y, en él, su contenido acerca del concepto de imaginación. 

De este contenido tomo nota y, si quien lee este texto, no lo ha leído y quiere hacerlo, se lo recomiendo, si acepta como "Sensación" tal recomendación.


Capítulo II
De la Imaginación
Que cuando una cosa permanece en reposo seguirá manteniéndose así a menos que algo la perturbe, es una verdad de la que nadie duda; pero que cuando una cosa está en movimiento continuará moviéndose eternamente, a menos que algo la detenga, constituye una afirmación no tan fácil de entender, aunque la razón sea idéntica (a saber: que nada puede cambiar por sí mismo). En efecto: los hombres no miden solamente a los demás hombres, sino a todas las otras cosas, por sí mismos: y como ellos mismos se encuentran sujetos, después del movimiento, a la pena y al cansancio, piensan que toda cosa tiende a cesar de moverse y procura reposar por decisión propia; tienen poco en cuenta el hecho de si no existe otro movimiento en el cual consista este deseo de descanso que advierten en sí mismos. En esto se apoya la afirmación escolástica de que los cuerpos pesados caen movidos por una apetencia de descanso, y se mantienen por naturaleza en el lugar que es más adecuado para ellos: de este modo se adscribe absurdamente a las cosas inanimadas apetencia y conocimiento de lo que es bueno para su conservación (lo cual es más de lo que el hombre tiene).

Cuando un cuerpo se pone una vez en movimiento, se mueve eternamente (a no ser que algo se lo impida); y el obstáculo que encuentra no puede detener ese movimiento en un instante, sino con el transcurso del tiempo, y por grados. Y del mismo modo que vemos en el agua cómo, cuando el viento cesa, las olas continúan batiendo durante un espacio de tiempo, así ocurre también con el movimiento que tiene lugar en las partes internas del hombre, cuando ve, sueña, etc. En efecto: aun después que el objeto ha sido apartado de nosotros, si cerramos los ojos seguiremos reteniendo una imagen de la cosa vista, aunque menos precisa que cuando la veíamos. Tal es lo que los latinos llamaban imaginación, de la imagen que en la visión fue creada: y esto mismo se aplica aunque impropiamente, a todos los demás sentidos. Los griegos, en cambio, la llamaban fantasía, que quiere decir apariencia, y es tan peculiar de un sentido como de los demás. Por consiguiente, la IMAGINACIÓN no es otra cosa sino una sensación que se debilita; sensación que se encuentra en los hombres y en muchas otras criaturas vivas, tanto durante el sueño como en estado de vigilia.

La debilitación de las sensaciones en el hombre que se halla en estado de vigilia no es la debilitación del movimiento que tiene lugar en las sensaciones: más bien es una obnubilación de ese movimiento, algo análogo a como la luz del sol obscurece la de las estrellas. En efecto: las estrellas no ejercen menos en el día que por la noche la virtud que las hace visibles. Pero así como entre las diferentes solicitaciones que nuestros ojos, nuestros oídos y otros órganos reciben de los cuerpos externos, sólo la predominante es sensible, así también, siendo predominante la luz del sol, no impresiona nuestros sentidos la acción de las estrellas. Cuando se aparta de nuestra vista cualquier objeto, la impresión que hizo en nosotros permanece: ahora bien, como otros objetos más presentes vienen a impresionarnos, a su vez, la imaginación del pasado se obscurece y debilita; así ocurre con la voz del hombre entre los rumores cotidianos. De ello se sigue que cuanto más largo es el tiempo transcurrido desde la visión o sensación de un objeto, tanto más débil es la imaginación. El cambio continuo que se opera en el cuerpo del hombre destruye, con el tiempo, las partes que se movieron en la sensación; a su vez la distancia en el tiempo o en el espacio producen en nosotros el mismo efecto. Y del mismo modo que a gran distancia de un lugar el objeto a que miráis os aparece minúsculo y no hay posibilidad de distinguir sus detalles; y así como, de lejos, las voces resultan débiles e inarticuladas, así, también, después de un gran lapso de tiempo, nuestra imagen del pasado se debilita, y, por ejemplo, perdemos de las ciudades que hemos visto, el recuerdo de muchas calles; y de las acciones, muchas particulares circunstancias. Esta sensación decadente, si queremos expresar la misma cosa (me refiero a la fantasía) la llamamos imaginación, como ya dije antes: pero cuando queremos expresar ese decaimiento y significar que la sensación se 'atenúa, envejece y pasa, la llamamos memoria. Así imaginación y memoria son una misma cosa que para diversas consideraciones posee, también, nombres diversos.

[Hago especial énfasis en diferenciar imaginación de fantasía y de memoria]

Memoria. Una memoria copiosa o la memoria de muchas cosas se denomina experiencia. La imaginación se refiere solamente a aquellas cosas que antes han sido percibidas por los sentidos, bien sea de una vez o por partes, en tiempos diversos; la primera (que consiste en la imaginación del objeto entero tal como fue presentado a los sentidos) es simple imaginación; así ocurre cuando alguien imagina, un hombre o un caballo que vio anteriormente. La otra es compuesta, como cuando de la visión de un hombre en cierta ocasión, y de un caballo en otra, componemos en nuestra mente 
la imagen de un centauro. Así, también, ...

El triunfo de los proscritos, es el capítulo que Fernando Savater dedica a Guillermo, Guillermo Brown en su obra "La infancia recuperada".

"Basta con haberle conocido a tiempo cuando teníamos esos once años 

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