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23 sept 2012

La manzana del Otoño y Newton.

A los chavales que comienzan sus estudios estos días. Les deseo que como mínimo tengan una vida de disfrutar con el Conocimiento, como la que yo he tenido. Que disfruten de esa Nube del Conocimiento que yo con catorce años soñé en forma de Enciclopedia llevada en el maletero de u coche. ¡Quiero ir al Instituto Alfonso II, y hacerlo con mi "tableta electrónica" para poder consultar tan hermosas lecciones de Historia de mi recordado Profesor Turiso, siempre con su pitillo mal liado, yendo y viniendo de sus labios a sus manos. ¡Muy arrugadas!.

Sabéis que años más tarde no pude hacer nada por su vida. Que se me fue de las manos, con sus pulmones llenos de agua salada que no supo y no supe como sacársela. ¡Maldita sea!.

Cuando a Newton la Eva Inspiración le dió a comer la manzana del Árbol del Conocimiento, prohibido para el Homo Sapiens, no se la dió en la mano, ni tampoco utilizó el viejo truco de hacerlo a través de la Serpiente Alcahueta, se la tuvo que dejar caer encima de la cabeza, pués estaba distraído de lo que Eva estaba urdiendo, ya que Pensaba.

Luego, dedujo que el golpe recibido era muestra del Gran Amor Creador de Eva, de Ella, la capaz de Crear de sí misma. Y dijo, esta muestra de amor  la voy a llamar Gravedad. Una vez más Newton se creyó el destinatario de Ella, de Astarté. Él era el Elegido para dar a conocer a su pueblo Las Tablas de la Ley del Conocimiento.

Hoy, mientras desayunaba con Augusto Pérez, escuchamos ambos atentamente cómo un hombre de pelo ya gris comentaba a su acompañante que tan hermosa manzana, solo podía ser fruto del Árbol  Prohibido. A lo que su hermosa y joven compañera respondió, tomándosela de la mano, dejándosela caer sobre su cabeza y diciéndole ¡toma Amor, Padre de Mis Hijos!. 

¡Ay, que me has hecho daño!, respondió el que antes no lo hacía.

Sigue siendo mala, Augusto, me dijo mi viejo amigo. Ahora Ester es directa en sus proposiciones, ya ni siquiera se vale de la inocente serpiente.

¡Ah, por cierto!, hace unos días estuve con Isaac. Me dijo que te saludara en su nombre y me pidió que hiciera por presentarte a él. Oye, lo vi como cuando lo conocí, hace ya  unos cincuenta años. 

Le pregunté sobre la parábola de la manzana y me dijo que se había inspirado el día que me conoció, aquel día de Otoño, templado y que por aquí dedicamos a San Miguel. Parece ser que como ya los manzanos estaban con su fruta madura, al ver tan hermosa fruta, pensó que Asturias era El Paraíso Natural.

Me contó cómo fue aquella inspiración, u ocurrencia, diríamos los de Asturias.

Oye, Augusto, eso del trato en confianza llamándole por su nombre de pila, me parece poco adecuado, siendo tú de educación exquisita como eres. 

Bueno, el llamarle Isaac es porque él me lo pidió. Me dijo que en la Ciencia, la vida de los hombres se lleva en un mismo plano y, este, es horizontal, mirándose a los ojos. En la Ciencia, no se habla en Latín, se habla como lo hacen los hombres. En la Ciencia, no hay nadie que esté por encima ni por debajo de nadie. Es un modo de vida, un modo de vivir la relación entre los hombres muy diferente a la que viven los hombres sapientes. En la Ciencia se dice que los hombres son Cognoscentes. Y, me recordó que hoy los nuevos hombres, aquellos Cognoscentes no tienen en común Alma, Ánima, o Aire, sino que tienen en común una Nube de Conocimiento.




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