Cuando ayer volvía a escribir sobre el dolor era porque hoy hace años que dejó de sufrir Frida Kahlo, no de tener dolor, que no tenía. Nadie tiene dolor, sino que lo sufre. Es el otro el que tiene el dolor. El espectador de la tragedia dolor no es el actor que representa el dolor.
Recomiendo que se lea el Diario de Frida Kahlo. Un diario íntimo.
Me lo ha dedicado con un: "te quiero.Trini". Gracias Trini.
El sufrimiento que padecen quienes se les ARTRODESAN es manifestación de quien desea castigar al otro por su propia discapacidad ética.
Cuando abrì este diario lo titulé "se me rompió la columna" porque ese ha sido el accidente que he tenido y no con el que la ignorancia interesada de los médicos han deseado flagelarme. Soy hombre de espada corta por lo que he sabido andar por la vida dando un paso más que otros.
La hermosa y rquisima introducción de Carlos Fuentes, la anoto aquí en parte.
"... Cuando Frida Kahlo entró a su palco en el teatro, todas las distracciones musicales, arquitectónicas ypictóricas quedaron abolidas. El rumor, estruendo y ritmo de las joyas portadas por Frida, ahogaron los de la orquesta, pero algo más que el mero sonido nos obligó a todos a mirar hacia arriba y descubrir a la aparición que se anunciaba así misma con el latido increíble de ritmos metálicos, para enseguida exhibir a la mujer, que tanto el rumor de las joyas como un magnetismo silencioso, anunciaba.
Era la entrada de una diosa azteca, quizás era Coatlicue, la madre envuelta en faldas de serpientes, exhibiendo su propio cuerpo lacerado y sus manos ensangrentadas como otras mujeres exhiben sus broches. Quizá era Tlazolteotl, la diosa tanto de la pureza como de la impureza, el buitre femenino que devora la inmundicia a fin de purificar al mundo. O quizás se trataba de la Madre Tierra española, la Dama de Elche, radicada en el suelo gracias a su pesado casco de piedra, sus arracadas tamaño rueda de molino, los pectorales que devoran sus senos, los anillos que transforman las manos en garras.
¿Un árbol de navidad?
¿Una piñata?
Frida Kahlo era una Cleopatra quebrada que escondía su cuerpo torturado, su pierna seca, su pié baldado, sus corsés ortopédicos, bajo los lujos espectaculares de las campesinas mexicanas, que durante siglos han escondido celosamente las antiguas joyas, protegiéndolas de la pobreza, mostrándolas sólo en las grandes fiestas de las comunidades agrarias. Los encajes, los listones, las rumorosas enaguas, las trenzas, los huipiles, los tocados tehuanos enmarcando como ese rostro de mariposa oscura, dándole alas: Frida Kahlo, diciéndonos a todos los presentes que el sufrimiento no marchitaría, ni la enfermedad haría rancia, su infinita variedad femenina.
El cisma del cuerpo
El cuerpo ante todo. El cuerpo de Frida Kahlo. Mirándola allí, en el palco de Bellas Artes, una vez que se aquietó el clamor de las joyas, una vez que reposaron las sedas y los collares, una vez que las leyes de la gravedad impusieron su quietud sobre la teatralidad del gran ingreso, una vez que las antorchas de la procesión se extinguieron y el gran halo ceremonial, Mediterráneo y azteca, rabiosamente antisajón, se apagaron, uno sólo podía pensar: el cuerpo es el templo del alma. El rostro es el templo del cuerpo. Y cuando el cuerpo se rompe, el alma no posee más altar que el de un rostro.
Que misteriosa hermandad, me dije cuando la obertura de Parsifal se impuso a la entrada de Frida Kahlo que había silenciado al mismísimo Wagner, que misteriosa hermandad entre el cuerpo de Frida Kahlo y las hondas divisiones de México durante los años jóvenes de esta mujer. Todo parecía reunirse y cobrar sentido está noche, en este lugar, el Palacio de Bellas Artes y esta mujer, la artista Frida Kahlo."
" El diario de Frida Kahlo. Un íntimo autoretrato. introducción de Carlos Fuentes)
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