Buscar en este blog

17 jul 2014

Entierro a mis muertos

El día 25 de julio término su vida y continúa su historia callada, fielmente guardada que a mi pasó.


Ismene.- no, Antígona, a mi no me ha llegado noticia alguna de seres queridos, ni dulce ni dolorosa, desde que nos vimos las dos privadas de nuestros dos hermanos, por doble, recíproco golpe fallecidos en un sólo día.
Después de partir el ejército agrio, esta misma noche, después ya no se ya nada que pueda hacerme ni más feliz ni más desgraciada.

Antígona.- no me cabía duda, y por eso te traje aquí superando el umbral de palacio, para que me escucharás, tú sola.

Ismene.- ¿Qué pasa? Se e que lo que vas a decirme te ensombrece.

Antígona.- y, ¿cómo no, pues? ¿No ha juzgado Creonte digno de honores sepulcrales a uno de nuestros hermanos, y al otro tiene en cambio deshonrado? Es lo que dicen: a Etéocles le ha parecido justo tributarle las justas, acostumbradas honras, y le ha hecho enterrar de forma que en honor le reciban los muertos, bajo tierra. El pobre cadáver de Polinices, en cambio, dicen que un edicto dio a los ciudadanos prohibiendo que alguien le de sepultura, que alguien le llore, incluso. Dejarle allí, sin duelo, insepulto, dulce tesoro a merced de las aves que busquen donde cebarse. Y esto es, dicen, lo que el buen Creonte tiene decretado, también para ti y para mi, si, también para mi; y que viene hacia aquí, para anunciarlo con toda claridad a los que no lo saben, todavía, que no es asunto de poca monta ni puede así considerarse, sino el que transgreda alguna de estas órdenes será reo de muerte, públicamente lapidado en la ciudad. Estos son los términos de la cuestión: ya no te queda sino mostrar si haces honor a tu linaje o si eres indigna de tus ilustres antepasados.

Ismene.- No seas atrevida: Si las cosas están así, ate yo o desate en ellas, ¿qué podría ganarse?

Antígona./ ¿Puedo contar con tu esfuerzo, con tu ayuda? Piénsalo.

Ismene.- ¿Qué ardida empresa tramas? ¿Adónde va tu pensamiento?

Antígona.- quiero saber sí vas a ayudar a mi mano a alzar al muerto.

Ismene.- Pero, ¿es que piensas darle sepultura, sabiendo que se ha públicamente prohibido?

Antigona.- Es mi hermano - y también tuyo, aunque tu no quieras-; cuando me prendan nadie podrá llamarme traidora.

Ismene.- ¡Y contra lo ordenado por Creonte, ay, aydacísima!

Antigona.- El no tiene potestad para apartar me de los míos.

Ismene.- ay, reflexiona, hermana, piensa: nuestro padre, cómo murió, aborrecido, deshonrado, después de cegarse el mismo sus dos ojos, enfrentado a faltas que él mismo tuvo que descubrir. Y después, su madre y esposa, - que las dos palabras le cuadran-, pone fin a su vida en infame, entrelazada soga. En tercer lugar, nuestros dos hermanos en un sólo día, consuman, desgraciados, su destino, el uno por mano del otro asesinados. Y ahora, que solas nosotras dos quedamos, piensa que ignominioso fin tendremos si violamos lo prescrito y transgredimos la voluntad o el poder de los que mandan. No, hay que aceptar los hechos: que somos dos mujeres, incapaces de luchar contra hombres; Y que tienen el poder, los que dan órdenes, y hay que obedecer estas y todavía otras más dolorosas. Yo, con todo, pido, su, a los que yacen  bajo tierra su perdón, pues que obro forzada, pero pienso obedecer a las autoridades: esforzarse en no obrar como todos carece de sentido, totalmente.

Antigona.- Aunque ahora quisieras ayudarme, ya no lo pediría: tu ayuda no sería de mi agrado; yo voy a enterrarle; y, en habiendo yo obrado bien, que venga la muerte: amiga yaceré con él, con un amigo, convicta de un delito piadoso; por más tiempo debe ni conducta agradar a los de abajo que a los de aquí, pues mi descanso entre ellos ha de durar siempre. En cuanto a ti, si es lo que crees, deshonra lo que los dioses honran."

Ismene.- En cuanto a mi, yo no quiero hacer nada deshonroso, pero de natural me faltan fuerzas para desafiar a los ciudadanos.

Antigona.- Bien, tú te escudas en este pretexto, pero yo me voy a cubrir de tierra a mi hermano amadísimo hasta darle sepultura.

Ismene.- ¡Ay, desgraciada, como tiemblo por ti!

Antígona.- No, por mi no tiembles: tu destino, prueba a enderezarlo.

Ismene.- Al menos, el proyecto que tienes, no se lo confíes a nadie de antemano; guárdalo en secreto que yo te ayudaré en esto.

Antigona.- ¡Ay, no, no: grítalo! Mucho más te aborreceré sí callas, si no lo pregonas a todo el mundo.

Ismene.- caliente corazón tienes, hasta en cosas que hielan.
[...]

No hay comentarios:

Publicar un comentario