Allá, por donde el Sol se acuesta para crear vida mañana, está el palacio de nuestra amada Deva.
Ayer, al atardecer, vimos como se abrían las ventanas y colocando sus patas sobre la ventana, su voz nos hacia ser llamados. Nosotros, los suyos.
Era Deva, vestida de blanco y dejándose acariciar su pelo por la suave brisa que del sur llegaba a nuestra casa, nos miraba esbozando sonrisa a la vez que nos llamaba: ¡Alejandra, papá!. ¡He llegado para no volver a dejaros solos!.
Al pronto, dejando todo tras de nosotros, corrimos enloquecidos diciendo ¡Deva, Deva, amor de nuestro amor!. Y los tres nos fundimos en un abrazo cálido lleno de tranquilidad: era el amor.
El Árbol plantado en el lugar donde yaces, ha florecido. La Primavera, ha llegado. Estaremos juntos, al fin, otra vez. Y, esta vez, será para siempre. Ese siempre de 4500 años que nos queda para que juntos, volamos a ser nada. Un punto tan intensamente abrazado que volveremos nuevamente a vivir otros 9000 años. Y, así, eternamente, pasearemos por tan hermoso Paraíso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario