Buscar en este blog

30 abr 2013

El cielo protector.

Hoy termina el mes de Abril, frío, cielo negro del que cae la maldita agua que dice lluvia.

No puedo cerrar los ojos, temo. Temo, ¿a qué temo?. Siento necesidad de protegerme del frío. ¿Será del frío?. No. Al menos, no sólo del frío.

Acudo al estante 2 de la estantería 7, allí está "el cielo protector" de Paul Bowles. Al menos mi Archivo Documental, así lo dice. Sí, está.

En mis manos Hojeo hasta encontrar la maldita habitación y leo, en voz baja para otros, no quiero leer para mi.No puedo estar solo.

"Ante todo estaba la habitación. Nada podía cambiar la pequeña y dura caparazón de su existencia, sus paredes encaladas y su cielorraso ligeramente abovedado, su piso de cemento y su ventana, en la que una sábana doblada varias veces, sujeta con chinches, impedía el paso de la luz. Nada podía cambiar porque no era más que eso y el colchón en que estaba acostado. De vez en cuando, un chorro de luz le caía encima, abría los ojos, veía lo que realmente había y sabía dónde estaba; entonces fijaba las paredes, el cielo raso y el suelo en su memoria, para poder encontrarlos a su regreso, la próxima vez. Porque había tantas otras partes en el mundo, tantos otros momentos en el tiempo que visitar; nunca estaba seguro de que el camino de regreso estuviera realmente allí. Contar era imposible. Cuántas horas había pasado así, acostado en el colchón ardiente, cuántas veces había visto a Kit tendida en el suelo a su lado, cuántas veces la había visto volverse al oírlo, levantarse y acercarse para darle agua: cosas como éstas no habría podido decirlas aunque hubiera pensado en preguntárselas. Su espíritu estaba ocupado por problemas muy diferentes. A veces hablaba en voz alta, pero sin resultado; parecía más bien retener el desarrollo natural de las ideas. Le fluían por la boca y nunca estaba seguro de que se hubieran expresado con las palabras correctas. Las palabras eran mucho más vivientes y mucho más difíciles de manejar ahora; tanto que Kit parecía no entenderlas cuando él las usaba. Se deslizaban en su cabeza como el viento en una habitación y apagaban la frágil llama de una idea que se estaba formando en la oscuridad. Cada vez las empleaba menos para pensar. El proceso se hacía más móvil; seguía el curso de los pensamientos porque estaba atado a ellos. El camino era a menudo vertiginoso, pero no podía despegarse. No había repetición en el paisaje; era siempre un territorio nuevo y el peligro aumentaba constantemente. Lenta, implacablemente, el número de dimensiones disminuía. Había cada vez menos direcciones posibles que seguir. No era un proceso claro, nada preciso le permitía decir: «Ahora no hay más un 'arriba'.» Sin embargo, había comprobado en varias ocasiones que dos dimensiones diferentes confundían deliberadamente, con malevolencia, sus identidades, como para decirle: «Trata de saber cuál es cuál.» Su reacción era siempre la misma: una sensación de que las partes exteriores de su ser se precipitaban hacia dentro en busca de protección, con el mismo movimiento del caleidoscopio cuando gira muy lentamente y las partes del dibujo caen de golpe en el centro. ¡Pero el centro! A veces era gigantesco, doloroso, crudo y falso; se extendía de un lado al otro de la creación, no había modo de decir dónde se hallaba: estaba en todas partes. Y a veces desaparecía, y el otro centro, el verdadero, el puntito negro y ardiente, estaba allí, en su lugar, inmóvil e inconcebiblemente pequeño, duro y distante. Y a cada centro, él decía «éste». Distinguía uno de otro, y sabía cuál era el verdadero, porque durante unos pocos minutos a veces volvía realmente a la habitación, la veía, veía a Kit y se decía a sí mismo: «Estoy en Sbâ», recordaba los dos centros y los diferenciaba, aunque los detestara a los dos, y sabía que el que sólo era «allá» era el verdadero, mientras que el otro era falso, falso, falso.
Era una vida de exilio lejos del mundo. Nunca veía una cara o una figura humanas, ni siquiera un animal; no había objetos familiares en el camino, no había suelo abajo, ni cielo arriba, y, sin embargo, el espacio estaba lleno de cosas. A veces ..."

El cielo protector
Paul Bowles

No hay comentarios:

Publicar un comentario