Recaredo I, rey sucesor de Leovigildo, su padre. Reinó del año 586 al 601. Reinó desde Toledo donde murió. Le sucedió Liuva II.
Tuvo un reinado lleno de revueltas de nobles de su reino, el alzamiento contra su Cetro por parte de los Vascones, también fue otro intento de división de la unión, costosamente conseguida, de los distintos pueblos que, antes de la llegada del pueblo godo, poblaban el sur de los Pirineos, o Península Ibérica. También tuvo que luchar con los francos que continuamente pretendían hacerse con este territorio y sus habitantes, en ese tiempo, unidos en lo común. Y, contra los bizantinos asentados en el litoral sureste, des estabilizando el Reino por sus relaciones con los pobladores del norte y Oriente de África.
En cuanto a sus relaciones con La Iglesia Católica, también le produjo tensiones separatistas internas que, para sofocarlas, ha tenido que convocar el III Concilio de Toledo en el año 589. En este Concilio, y con el ánimo de mantener la unidad del Reino, abjuró, junto con eclesiásticos y nobles, de la concepción de Arriano de un Dios no Trino (Jesús es hijo de Dios pero no es Dios).
Todo su reinado, como ya lo había sido el de su padre, ha tenido como fin la UNIDAD DEL REINO a nivel social, religiosa y geográfica.
Esta lucha de mantener unidos los diferentes pueblos del territorio peninsular, es una constante histórica que aún hoy perdura. Y, que he mantenido como nexo en todas las notas que vienen hilando el mantel de la Casa Común, tomando como costura del mismo la Casa Díaz-Ordóñez-Bernaldo de Quirós-Villabona con La Nación de Lughonia, como nudo del que partir su tejer.
Desde mi responsabilidad tomada de las manos de mi padre, haré de la palabra la Durendal que hoy ha de ser el arma con la que construir España, sin dejarme arrebatar el Pendón que la identifica y que con mis dientes guardaré en el cendal en el que se me entregó para ser entregado a mis herederas, si ellas aceptan, libremente en conciencia, continuar estar al frente de tan poderosa como propia herencia de la Nación de Lughonia.
España nació para vivir eternamente como legado cultural y no biológico. Nació para luchar en su adaptación al medio peninsular que le da naturaleza, en convivencia soberana con los pueblos del Norte, del Sur, del Este y del Occidente del mismo.
Abjuración de Recaredo - Muñoz Degraín
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