Observando la evolución de los acontecimientos habidos en la Granja de España, me apetece recomendar la, para mi, interesante obra descriptiva de George Orwell sobre la Unión Soviética "Rebelión en la Granja"
El quedarse en silencio por callados no nos disculpará ante nuestros hijos. No vale decir la cobarde e imbécil expresión: "¿que puedo hacer yo?. Yo no puedo hacer nada"
No es así. No hay disculpa posible sino idiotez o imbecilidad. Cobarde actitud de una persona y hermosa actitud propia, singular, del Individuo Humano proto-personal.
Recordaré su principio.
El señor Jones, propietario de la Granja Manor, cerró por la noche los
gallineros, pero estaba demasiado borracho para recordar que había dejado
abiertas las ventanillas. Con la luz de la linterna danzando de un lado a otro
cruzó el patio, se quitó las botas ante la puerta trasera, sirvióse una última copa
de cerveza del barril que estaba en la cocina y se fue derecho a la cama, donde
ya roncaba la señora Jones.
Apenas se hubo apagado la luz en el dormitorio, empezó el alboroto en
toda la granja. Durante el día se corrió la voz de que el Viejo Mayor, el verraco
premiado, había tenido un sueño extraño la noche anterior y deseaba
comunicárselo a los demás animales. Habían acordado reunirse todos en el
granero principal cuando el señor Jones se retirara. El Viejo Mayor (así le
llamaban siempre, aunque fue presentado en la exposición bajo el nombre de
Willingdon Beauty) era tan altamente estimado en la granja, que todos estaban
dispuestos a perder una hora de sueño para oír lo que él tuviera que decirles.
En un extremo del granero principal, sobre una especie de plataforma
elevada, Mayor se encontraba ya arrellanado en su lecho de paja, bajo una
linterna que pendía de una viga. Tenía doce años de edad y últimamente se había
puesto bastante gordo, pero aún era un cerdo majestuoso de aspecto sabio y
bonachón, a pesar de que sus colmillos nunca habían sido cortados. Al poco rato
empezaron a llegar los demás animales y a colocarse cómodamente, cada cual a
su modo. Primero llegaron los tres perros, Bluebell, Jessie y Pincher, y luego los
cerdos, que se arrellanaron en la paja delante de la plataforma. Las gallinas se
situaron en el alféizar de las ventanas, las palomas revolotearon hacia los tirantes
de las vigas, las ovejas y las vacas se echaron detrás de los cerdos y se dedicaron
a rumiar. Los dos caballos de tiro, Boxer y Clover, entraron juntos, caminando
despacio y posando con gran cuidado sus enormes cascos peludos, por temor de
que algún animalito pudiera hallarse oculto en la paja. Clover era una yegua
robusta, entrada en años y de aspecto maternal que no había logrado recuperar la
silueta después de su cuarto potrillo.
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