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4 jul 2014

En nombre de Dios, Señor del universo



En otro momento anoté sobre lo deseable de leer a Maimónides y, en particular su texto Guía de los perplejos, o descarriados. Al pronto que esta noche tomé el legajo de textos en torno a Maimónides, entendí como deseable anotar esta carta que a continuación transcribo.



FRAGMENTOS DE UNA CARTA DE MAIMÓNIDES A SU DISCIPULO R. JOSEPH IBN AKNIN
En el nombre de Dios, Señor del universo. A R. Joseph —protéjale Dios—, hijo de R. Jehudá —así repose en el Paraíso—:
"Desde el instante mismo en que resolviste, mi querido discípulo, venir a mi lado desde lejano país a estudiar dirigido por mí, tuve el más alto concepto de tu sed de conocimiento, de tu amor por las indagaciones de carácter especulativo de las cuales dan testimonio tus poemas. En la época en que recibí tus escritos en verso y prosa, que me enviaste desde Alejandría, no podía yo comprobar tus facultades de aprehensión, y temía que acaso la capacidad fuera inferior a tus anhelos; pero luego que recorriste conmigo un curso de astronomía, una vez terminados otros estudios elementales que son indispensables para entender aquella ciencia, quedé muy satisfecho de la agudeza y prontitud con que comprendías todas las cosas.
Más tarde, me di cuenta de que habías adquirido de otros algunos conocimientos relativos a los problemas metafísicos y al sistema de los Motacálimes, y de que estabas confuso y descarriado, aunque empeñado todavía en resolver tus dudas y dificultades. Te insté a que desistieras de esta búsqueda, y te aconsejé que continuaras de manera sistemática tus estudios; perseguía con ello que la verdad se te fuera presentando de manera ordenada y metódica, de suerte que no tropezaras al azar con ella. Mientras estudiaste a mi lado, me avine siempre a declararte los versículos difíciles de la Biblia o los pasajes de la literatura rabínica a medida que se presentaban. Cuando quiso Dios que te marcharas lejos de mí, el recuerdo de nuestras discusiones avivó en mi un propósito de largo tiempo acariciado: tu ausencia me ha inspirado e inducido a componer para ti, y para los semejantes a ti, siquiera no sean muchos, el presente Tratado. Lo he dividido en capítulos, cada uno de los cuales te irán siendo enviados a medida que los acabe. Adiós".
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El objeto de este Tratado es dar luz al hombre piadoso que fue educado para creer en la verdad de nuestra Santa Ley, el cual conscientemente cumple sus deberes morales y religiosos, y, al mismo tiempo, ha seguido con acierto y aprovechamiento el estudio de la filosofía.
Tiene también esta obra una segunda aspiración: Procura aclarar ciertas metáforas oscuras que se rallan en los Profetas, y que algunos lectores ignorantes y superficiales, toman al pie de la letra. Aun las personas enteradas se descarriarían y confundirían si entendieran estos pasajes en su sentido literal; empero, se sentirán por completo aliviados de su contusión y descarriamiento cuando les expliquemos las figuras o simplemente les indiquemos que las palabras se emplean en sentido alegórico. Tal es la razón de que haya llamado a este libro "GUÍA DE LOS DESCARRIADOS".
No me atrevo a pensar que este tratado disipe todas las dudas en las almas de quienes lo comprendan, mas sí pretendo que les libere de buena parte de sus tribulaciones y trabajos. Ningún hombre inteligente puede esperar ni exigir que yo agote el tema, o que al comenzar a exponer una figura, la declare del todo y en todas sus partes.
Establecieron nuestros sabios la regla de que el MA’ ASE BERECHIT —o doctrina esotérica— no debo ser expuesto en presencia de dos. [...]

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