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25 oct 2012

Charles, Galileo y Augusto: ¡Aspirina!.


Suena el teléfono.

Manotazo izquierda sobre la mesa de cama. Nada, enciendo la luz. 

¡Vaya , Augusto Pérez!. ¿Qué le pasará a este, a estas horas..

Te estaba esperando. Pensaba en tí, y me preguntaba por donde andarías.

Vengo de llevar a casa a Charles y a Galileo. Los encontré en una tasca. Al verles con la cabeza sobre la mesa y mirándose alos ojos, mientras que su manos pendían, me dije ¡Vaya curda.

Pero no, pronto se acercó Juan el camarero y, tomándome por el brazo me dijo: taben hablando tranquilos, como siempre. Puse el telediario y de repente, pusiéronse así. Pregunteiles y dijeron: nada, nada, apaga, apaga eso. Y no dijeron más quedáronse así. De vez en cuando, si te pones cerca óyelos decir: ¡non pué seeer!. Y luego, resoplen. Pero pueo decii que aquí nun tomaron na, de na.

¡Coño, Augusto, será por los geólogos italianos y los políticos americanos!.

¿Qué pasa?.

Anda, déjame dormir que mañana voy al oculista y, si sigo sin dormir, no voy a enfocar. Mañana hablamos en el Hospital Monte Naranco. Llamamos a Alfono Medina, tomamos un café y hablamos. ¡Hasta luego!.

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