Buscar en este blog

13 nov 2013

Un momento anónimo.

·El manantial de la doncela.
A Rand

Tercera parte
Gail  Wynad
  
Gail Wynand se colocó el revólver en la sien. Sintió la presión del anillo metálico en su piel... y 
nada más. Podía haber tenido en la mano un tubo de plomo o una joya; no era nada más que un pequeño círculo sin significado. 

—Voy a morir —dijo en voz alta, y bostezó. No sentía ni consuelo ni desesperación ni temor. El momento de su fin no presentaba siquiera un poco de seriedad. Era un momento anónimo. Hacía pocos minutos había tenido el cepillo de los dientes en la mano; ahora tenía una pistola con la misma indiferencia. «Uno no muere así —pensó—. Es preciso sentir gran alegría o un saludable terror. Uno no debe saludar su propio fin. Que sienta un espasmo de terror y apretaré el gatillo.» No sintió nada. Se encogió de hombros y bajó el arma. La estuvo golpeando ligeramente en la palma de la mano izquierda: «La gente siempre habla de una muerte negra o de una muerte roja —pensó—; la tuya, Gail Wynand, será una muerte gris. ¿Por qué no ha dicho nadie jamás que éste es el horror último? Ni gritos ni súplicas ni convulsiones. Ni la indiferencia de un limpio vacío, desinfectado por el fuego de un gran desastre. Pero esto... un horror insignificante, tiznado, pequeño, incapaz de producir espanto. Tú no puedes proceder así —se dijo a sí mismo, sonriendo fríamente—,

No hay comentarios:

Publicar un comentario