Todo sucedió en el curso escolar de 1957 a 1958.
Tras darme un repaso verbal hizo una pausa y continuó hablando.
Agustito, ¿nos besamos?.
No, respondí.
¿Porqué no?
Porque no me has preguntado porqué lo hice y me has juzgado por las acusaciones que me han hecho ellos.
Si, perdona. ¿Me puedes decir si has hecho lo que me han dicho?. Si lo has hecho, ¿me puedes decir las motivaciones de tal comportamiento?
¡Carajo con el chiquillo!, Balbuceó mientras se sentaba en la butaca que, por cierto le recriminé: abuelo, habías quedado que esa era mi butaca y, por cierto, no me habías consultado. Siempre me dices que hay que tomar actitud.
El "revisor del tren siempre me encierra en el apartamento primero y cierra las cortinas porque luego él hace lo mismo con una señora en el de al lado. Cuando se termina el túnel de Lugo me abre y siempre me dice que esté preparado para bajarme. Y, siempre me mete prisa para que baje en el apeadero de la palmera.
Hoy me entró un enfado tremendo tras ver que tras el "tris" de echar el cerrojo comentó a la señora, que hoy le vi la cara y sé quien es, de Villabona y que baja en el apeadero por el lado contrario al nuestro; le dijo: "a la mierda con el guaje"
No sigas, me dijo. Tomó el teléfono y, en voz alta dijo: sobre lo de mi nieto tienes que contestarme a unas preguntas. Ven mañana por la maña. Dije, mañana a las ocho de la mañana aquí, ¡carajo!
Aquel día desatornillé la ventana del tren y la arrojé en el túnel del Lugo a Villabona.
No volví a ver al revisor aquel. La señora de Villabona, tampoco.
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