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29 ene 2013

La Corona. Orgullo de Hombres sin Prejuicio..



Augusto Pérez me cuenta que hace unos años, le contaron una historia que era como aquella que describe Jane Austen en su obra "Orgullo y Prejuicio". Hoy, miré sin fin alguno a la estantería de libros de la biblioteca mientras me vestía el abrigo azul. En la número 2, anaquel 4 y posción 11, reconocí el lomo azul celeste de la edición que tengo de este libro. Recordé a mi hermana tumbada en la cama con el libro en las manos, a la vez que con las piernas cruzadas cerca de su cabeza, susurraba, canturreaba algo. 

Tomo las primeras letras del libro en recuerdo de mi hermana y del apacible silencio que llenaba la casa de La Corona, donde los tres hermanos crecimos junto a nuestra prima Delfina, unos años mayor que nosotros, huérfana de padre por las huestes levantiscas y salvajes contra la República y, de madre, también huérfana, poco tiempo después, consecuencia del llamado "mal de moda", o tuberculosis. 

Os recomiendo ola lectura en este tiempo que media del invierno a la primavera. Y, si queréis conocer La Corona, es tierra verde en la Parroquia de Lugo de Llanera. Si estáis interesados yo os doy el mapa dibujado por nosotros. Eran tiempos desapacibles pero arropados por una inmensa familia, más allá de la sangre, de la que estamos orgullosos y sin prejuicio.
Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa.

Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones de un hombre de tales condiciones cuando entra a formar parte de un vecindario. Esta verdad está tan arraigada en las mentes de algunas de las familias que lo rodean, que algunas le consideran de su legítima propiedad y otras de la de sus hijas.

––Mi querido señor Bennet ––le dijo un día su esposa––, ¿sabías que, por fin, se ha alquilado
Netherfield Park?.

El señor Bennet respondió que no.

––Pues así es ––insistió ella––; la señora Long ha estado aquí hace un momento y me lo ha
contado todo.

El señor Bennet no hizo ademán de contestar.

––¿No quieres saber quién lo ha alquilado? ––se impacientó su esposa.

––Eres tú la que quieres contármelo, y yo no tengo inconveniente en oírlo.

Esta sugerencia le fue suficiente.

––Pues sabrás, querido, que la señora Long dice que Netherfield ha sido alquilado por un joven muy rico del norte de Inglaterra; que vino el lunes en un landó de cuatro caballos para ver el lugar; y que se quedó tan encantado con él que inmediatamente llegó a un acuerdo con el señor Morris; que antes de San Miguel vendrá a ocuparlo; y que algunos de sus criados estarán en la casa a finales de la semana que viene.

––¿Cómo se llama?

––Bingley.

––¿Está casado o soltero?

––¡Oh!, soltero, querido, por supuesto. Un hombre soltero y de gran fortuna; cuatro o cinco mil
libras al año. ¡Qué buen partido para nuestras hijas!

––¿Y qué? ¿En qué puede afectarles?

––Mi querido señor Bennet ––contestó su esposa––, ¿cómo puedes ser tan ingenuo? Debes saber que estoy pensando en casarlo con una de ellas.

––¿Es ese el motivo que le ha traído?

––¡Motivo! Tonterías, ¿cómo puedes decir eso? Es muy posible que se enamore de una de ellas, y por eso debes ir a visitarlo tan pronto como llegue.

––No veo la razón para ello. Puedes ir tú con las muchachas o mandarlas a ellas solas, que tal vez sea mejor; como tú eres tan guapa como cualquiera de ellas, a lo mejor el señor Bingley te prefiere a ti.

––Querido, me adulas. Es verdad que en un tiempo no estuve nada mal, pero ahora no puedo
pretender ser nada fuera de lo común. Cuando una mujer tiene cinco hijas creciditas, debe dejar de pensar en su propia belleza.

––En tales casos, a la mayoría de las mujeres no les queda mucha belleza en qué pensar.

––Bueno, querido, de verdad, tienes que ir a visitar al señor Bingley en cuanto se instale en el
vecindario.

––No te lo garantizo.

––Pero piensa en tus hijas. Date cuenta del partido que sería para una de ellas. Sir Willam y lady Lucas están decididos a ir, y sólo con ese propósito. Ya sabes que normalmente no visitan a los nuevos vecinos. De veras, debes ir, porque para nosotras será imposible visitarlo si tú no lo haces.

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