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11 jul 2013

Lumen fidei. La fe nos aparta de la realidad, de la razón.

Leyendo la encíclica del Papa Francisco, aprecio lo oportunas de mis notas en relación con la racionalidad y la fe, o irracionalidad.

Recomiendo su lectura racional que comienza como anoto.

Carta encíclica "Lumen fidei"del Sumo Pontífice Francisco a los obispos, a los presbíteros y a los diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos, sobre la fe.


La luz de la fe: la tradición de la Iglesia ha indicado con esta expresión el gran don traído por Jesucristo, que en el Evangelio de san Juan se presenta con estas palabras: « Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas » (Jn 12,46). También san Pablo se expresa en los mismos términos: « Pues el Dios que dijo: “Brille la luz del seno de las tinieblas”, ha brillado en nuestros corazones » (2 Co 4,6). En el mundo pagano, hambriento de luz, se había desarrollado el culto al Sol, al Sol invictus, invocado a su salida. Pero, aunque renacía cada día, resultaba claro que no podía irradiar su luz sobre toda la existencia del hombre. Pues el sol no ilumina toda la realidad; sus rayos no pueden llegar hasta las sombras de la muerte, allí donde los ojos humanos se cierran a su luz. « No se ve que nadie estuviera dispuesto a morir por su fe en el sol »,1 decía san Justino mártir. Conscientes del vasto horizonte que la fe les abría, los cristianos llamaron a Cristo el verdadero sol, « cuyos rayos dan la vida ».A Marta, que llora la muerte de su hermano Lázaro, le dice Jesús: « ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? » (Jn 11,40). Quien cree ve; ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce ocaso.

¿Una luz ilusoria?.Sin embargo, al hablar de la fe como luz, podemos oír la objeción de muchos contemporáneos nuestros. En la época moderna se ha pensado que esa luz podía bastar para las sociedades antiguas, pero que ya no sirve para los tiempos nuevos, para el hombre adulto, ufano de su razón, ávido de explorar el futuro de una nueva forma. En este sentido, la fe se veía como una luz ilusoria, que impedía al hombre seguir la audacia del saber. El joven Nietzsche invitaba a su hermana Elisabeth a arriesgarse, a « emprender nuevos caminos… con la inseguridad de quien procede autónomamente ». Y añadía: « Aquí se dividen los caminos del hombre; si quieres alcanzar paz en el alma y felicidad, cree; pero si quieres ser discípulo de la verdad, indaga ». Con lo que creer sería lo contrario de buscar. A partir de aquí, Nietzsche critica al cristianismo por haber rebajado la existencia humana, quitando novedad y aventura a la vida. La fe sería entonces como un espejismo que nos impide avanzar como hombres libres hacia el futuro.

Todo lo que el Hombre ha de saber, se lo transmite Dios a través de los hombres santos, o sabios.

El Hombre no crea saber ni lo transmite, por lo que se han retirado los recursos al Centro Nacional de Investigaciones Científicas. Retornaran si los investigadores son santos, o sabios. Y; en este caso, no investigan, o crean conocimiento, sino que difunden el Saber que Dios les transmite.

La enfermedad es un bien que concede Dios a los hombres, como prueba de su fe en Él. No tiene sentido la acción del médico. La fe le hará ganar enfermedad hasta llevarle a su diestra por la Vida Eterna. La enfermedad le evitará vivir en la miseria de estar sano y, por ello, alejado de la diestra de Dios y, por ello, de la mano siniestra de Dios.

La justicia de los hombres es un bien que les concede Dios, como prueba de su fe en Él. Con la fe alcanzaran la justicia divina al llegar a la diestra de Dios.

Todo lo que pueda decir, ya está dicho por Dios. La palabra es un bien dado por Dios al Hombre para poner a prueba su fe en Él.

!Que te calles, coño¡

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